El coche-bomba de Durango pone a Rodríguez Zapatero ante la realidad del terrorismo de la ETA

En el mundillo periodístico, siempre se ha dicho que lo más antiguo del mundo es un periódico que ya se ha leído. Y es verdad.

Quien esto firma lo pudo comprobar en las primeras horas de la mañana del viernes.

 Escuchar las informaciones de las cadenas de radio sobre el atentado de Durango, los pormenores de la explosión, recibir con alivio las noticias del alta de los dos guardias civiles heridos, comprobar a través de las imágenes de las televisiones el estado de la casa-cuartel de la Guardia Civil, volver a la pesadilla de los escombros y escuchar las declaraciones de los vecinos de la localidad vizcaina y tener, al mismo tiempo, sobre la mesa de trabajo, los periódicos del día, constituía toda una comprobación de lo antiguas que se habían quedado las noticias de las portadas, lo inoportuno de los editoriales, la ridiculez de las declaraciones de los políticos sobre los más diversos temas y lo lejos de la realidad que estaban los argumentos de la pretendida actualidad del día.

Porque la actualidad, la realidad más cruda de la situación que vivimos en España estaba y está en circunstancias como las que se han vivido, la madrugada del viernes, en Durango.

Atrás, siglos atrás, quedaban las polémicas por las listas del Partido Popular en las que quiere ir Alberto Ruíz Gallardón. Hasta las declaraciones de José Bono defendiendo a su amigo de siempre y atacando a la cúpula de Génova parecían venir de otro mundo.

Y no digamos nada de la convocatoria del “gabinete de crisis” que anuncia Montilla para evitar que se reproduzca el caos en Cataluña a la vuelta de vacaciones.

Y absolutamente irreales parecen los argumentos de Rubalcaba  tratando de justificar unos muertos más o menos en nuestras carreteras, gracias a las bondades del carné por puntos.

Y ridículas –como siempre- las palabras de José Blanco en la “judiada” –que ya es casualidad el nombrecito- de La Granja, repitiendo eso de que “en el Partido Popular nadie da un duro por Rajoy.

Y carecía de importancia que Magdalena Álvarez dimita o no, porque en el País Vasco, la ETA había podido consumar una tragedia en una casa-cuartel en la que viven los hijos de los guardias civiles.

 

Y casi no tenía importancia la visita de  Sarkocy a los departamentos de la zona vasca de Francia, ni las peleas internas del PNV ni sus problemas con sus socios de gobierno, ni el peaje que Sanz pueda estar pagando para gobernar en Navarra.

Y hasta parece risible la “guerra de las banderas” que se trae entre manos Iñaki Azcuna, el alcalde de Bilbao.

Y nadie lee en la mañana de viernes las noticias sobre el euribor y la subida de las hipotecas porque la atención está puesta en los escombros de Durango.

Pero nada refleja el sarcasmo de los periódicos, tras la explosión de la madrugada del viernes en el País Vasco, como las fotos de un sonriente Presidente del Gobierno, explicando lo bien que se duerme en Asturias y afirmando, sin perder la sonrisa, que “ya viene el buen tiempo”.

Lo que sí está de actualidad, en este tristísimo fin de semana, son las declaraciones vacías y sin sentido de los políticos, de todos los políticos, que vuelven a sacar del armario de las memeces, con olor a naftalina, las consabidas frases: caerá sobre los terroristas todo el peso e la Ley; se pudrirán en la cárcel; se les detendrá más pronto que tarde; hay que confiar en la fortaleza del estado de derecho; exigimos a la izquierda abertzale que condene el atentado…

Y escuchamos la declaración del Gobierno condenando con “toda rotundidad y fortaleza” el atentado, pero no será fácil escuchar al Presidente del Gobierno decir que se rompe definitivamente y para siempre –valga la redundancia- toda posibilidad de negociación y de diálogo con los terroristas.

La realidad de lo que está ocurriendo en España es la que acaba de poner la ETA sobre la mesa. Y lo más grave de todo es que, aunque los que gobiernan lo nieguen, la agenda política, hoy por hoy, la marca la banda terrorista.

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