El corte de mangas

El corte de mangas por antonomasia, que es el que han hecho los ciudadanos andaluces a los políticos, a todos los políticos.

El corte de mangas es un gesto grosero, pero que hasta puede resultar simpático en según qué circunstancias. Hay diversidad de cortes de mangas: el airado contra el que nos mete el morro del coche; el festivo que suele hacerse en los campos de fútbol, bien al árbitro, a miembros del equipo adversario o –ahora está muy de moda- al propio entrenador; está el corte de mangas chulesco y ofensivo que suele tener réplica inmediata, y el que denominaríamos coloquial. Existe un corte de mangas “light”, que es como si no engordara, pero que también tiene su aquel, y un corte de mangas vergonzante, que es el que se hace como “a medio brazo”, una especie de quiero y no puedo del corte de mangas como Dios manda.

Pero el andaluz no, el andaluz ha sido un corte de mangas de los de antes, de los de toda la vida, un corte de mangas antológico.

El corte de mangas es una especie de frase tácita, algo así como “anda ya”, “que me olvides”, un “que te den” o un “vete por ahí” gestual.

Cuando la clase política decide, con el ardor de un colegial –o colegiala- en plena pubertad, que los ciudadanos demandan insistentemente una reforma del Estatuto de Autonomía, y esa clase política se “pringa” hasta las cachas en el Estatuto, y discute hasta la saciedad términos, frases y consecuencias constitucionales, y hace una campaña cara en dinero y costosa en imagen pública y casi el 65% de la población con derecho a hacerlo ni siquiera le contesta, el corte de mangas es monumental.

Claro que, a la vista de las explicaciones que a ese faraónico corte de mangas han dado los políticos, uno lo que no se explica es por qué fueron a votar los que fueron.

Escuchar y ver a los “chaves” a los “arenas” o a los “blancos”, decir eso de que ha triunfado la democracia porque la mayoría se ha impuesto a la minoría y apresurarse a apuntalar la “legitimidad” del sí, da una cierta pena y una enorme vergüenza ajena.

Los ciudadanos andaluces han declarado palmariamente no sólo que la reforma del Estatuto les traía al pairo sino –es lo más grave- que no les importa demasiado el “teje-maneje” político de los que nos gobiernan.

Un solemne, amplio, enorme, significativo, grandísimo, monumental, impresionante... corte de mangas.

 

Una abstención que habla crudamente y muy a las claras del divorcio entre los políticos y los ciudadanos, entre lo que interesa a unos y lo que preocupa a otros. Y, precisamente por eso, para corte de mangas, de verdad, de verdad, corte de mangas auténtico y genuino, el que cada día nos hace la clase política a los españoles.

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