Investidura: Sonrisas y lágrimas o la procesión que va por dentro

SI cada día tiene su afán, cada sesión parlamentaria tiene su trastienda que, con eso de la televisión en directo, es todo un escaparate y se convierte en imágenes de primera página que dejan a muchos culiparlantes con el “parlador” al aire.

Eso que está tan de moda del lenguaje corporal, y del lenguaje gestual sirve, entre otras cosas, para analizar “la otra” sesión de investidura, otras maneras de los diputados y otras formas de ejercer su altísima función como representantes de la ciudadanía en la sede de la soberanía nacional; o sea, para que los ciudadanos se enteren de lo qué son, de lo qué hacen y a lo que se dedican una serie de individuos que iban en unas listas que fueron votadas y que, para quienes les votaron, son unos perfectos desconocidos salvo si se equivocan al decir SÍ o NO, o se están hurgando la nariz en pleno hemiciclo.

SI cada día tiene su afán, cada sesión parlamentaria tiene su trastienda que, con eso de la televisión en directo, es todo un escaparate y se convierte en imágenes de primera página, que dejan a muchos culiparlantes con el “parlador” al aire.

Uno de los gestos que se dan constantemente entre esa clase política, que cobra de sus representados, es la sonrisa y hasta la risa desenfadada y sin tapujos. Todos se muestran sonrientes, felices, satisfechos, dan a entender la unidad de su formación en torno al líder con aplausos y levantadas “culeras” y caminan deprisa como si tuvieran algo urgente que hacer y como si trabajaran mucho.

Pero hay algunas actitudes particulares que retratan a la perfección al “gestuante”.

Por ejemplo, Sánchez fue de más a menos, como dicen los taurinos. Comenzó con grandes risotadas, buscando la complicidad, que a su izquierda (como no podía ser de otra manera, que diría un cursi)  le ofrecía Calviño y acabó con las orejas gachas y las ojeras marcadas, con rictus crispado y mirando hacia abajo en actitud “telefonera” y haciendo como que se comunicaba con alguien. Sánchez muestra, a las claras, la insuficiencia del insuficiente y las carencias del que va de “sobrao”.

Por ejemplo Belarra que nada (de nadar) con la cara de enfado para dar a entender su “enganchada” con Díaz, que no la deja hablar, y guarda la ropa por si acaso Díaz la da algún ministerio.

Por ejemplo Feijóo que aprovecha la retranca gallega, a medio gas, para zarandear, con pícara sonrisa, a Esteban y a Rufián y se pone muy serio cuando le mienta a  Aizpurúa los asesinatos perpetrados por la ETA.

Por ejemplo Verstrynge que se levanta a votar con sonrisa bobalicona que transforma en risa abierta cuando ha pronunciado su NO.

 

Por ejemplo Montero (la de la cosa fiscal, uuuh, uuuh) que espera ansiosa su momento estelar de decir NO, y se levanta presurosa antes de que la nombren.

Por ejemplo Gamarra, pegada como una lapa a Feijóo, fuera, en medio y dentro del hemiciclo, con una sonrisa impostada que no augura nada bueno. 

Por ejemplo Ortega que cuando su líder y algunos de Vox, se acercan a saludar a Feijóo, pasa rápido por detrás, sin dedicarle ni una mirada.

Por ejemplo Rodríguez, que sentado en las alturas de la vicepresidencia del Congreso se deshace en aspavientos y agita los brazos a manera de aspas y en indicación de “aquí no ha pasado nada”, cuando el diputado por Teruel se lía entre el SÍ, el NO o todo lo contrario.

Por ejemplo López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?) mientras pasa de pantalla, pone cara de extrañeza cuando se le recuerda que mandó (en su caso “manduvo”) en el País Vasco, gracias a los votos del Partido Popular.

Por ejemplo Alvárez de Toledo, en permanente enfado, que aplaude con desgana y vota como perdonando la vida, no solo a su partido, sino al mundo entero.

Por ejemplo Montero (la de turismo en Nueva York) enfadada con Díaz y ausente en alma, que no en cuerpo ni en sueldo, y privada por Díaz de hablar y también de votar. Y esperando la contestación de Díaz como la “niña de la estación” -la canción de la Piquer- que esperaba a aquel galán que no volvió.

Por ejemplo Esteban que, subido al tractor que le regaló Rajoy y amarrado a los accionistas de Neguri,  pone cara de enfado cuando se le dice que si va a poner en marcha el plan económico de los comunistas y se le mienta la bicha de los votos de Bildu en el País Vasco.

Por ejemplo Rufián que, con el antebrazo apoyado en el atril, cual barra de taberna, parece que va a escupir sujetando un palillo entre los dientes y a pedir un güisqui y lo que hace es insultar al Rey, eso sí, en un catalán que tiene en un ¡ay! al intérprete contratado por Armengol para eso de los “pinganillos.

Por ejemplo Marlaska medio tumbado en el sillón, se supone que acostumbrado a que el que le tumbe habitualmente, sea el Tribunal Supremo

Por ejemplo Armengol que entre los pinganillos, el mallorquín y el catalán, acaba fijando la hora para reanudar el pleno “a las 15, coma 30” lo que es una risa aquí y en Greenwich.

Y por ejemplo, el teclado del ordenador que se bloquea tenaz, y no admite comenzar a escribir la P y la U, o sea la sílaba PU. Y es que a lo mejor, con esto de la inteligencia artificial, hasta las máquinas sienten repugnancia ante algunas intervenciones parlamentarias, aunque sean por delegación.

La carcajada: decía Díaz en Santiago: “Existencia de jóvenes climáticos. Es importante que las empresas garanticen la transparencia algorítmica. El diálogo social es la clave para asegurar que la planificación ecológica coloque la justicia social en el centro”

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