Retorcer la Constitución

Lo normal en cualquier estado de derecho es aplicar las leyes existentes para juzgar conductas que se considere que las han transgredido. En la España de Sánchez lo que se hace es adaptar las leyes y rebuscar en sus recovecos, para justificar esas conductas supuestamente delictivas.

Proliferan y calan en la opinión pública las declaraciones de políticos, las opiniones de comentaristas y hasta los pseudodictámenes de algunos juristas de “reconocido prestigio”, afanándose por buscar en los rincones más ocultos de las leyes las gateras para dar salida a hechos y conductas claramente ilegales.

Y como no podía ser de otra manera (que diría un cursi) la Constitución se lleva la palma del escrutinio más enfervorizado. La interpretación de los artículos está en boca de todos los interesados y hasta mucho de ellos se atreven a explicitar las intenciones de los que la redactaron y aprobaron, a los que llaman rimbombantemente “los padres de la constitución”, aunque a renglón seguido renieguen de esa paternidad, poniendo en la boca y en el pensamiento de los constituyentes intenciones y valoraciones que nunca hicieron o que si las hicieron, nadie está actualmente en condiciones de constatarlas.

Lo normal en cualquier estado de derecho es aplicar las leyes existentes para juzgar conductas que se considere que las han transgredido. En la España de Sánchez lo que se hace es adaptar las leyes y rebuscar en sus recovecos,  para justificar esas conductas supuestamente delictivas.

Es la hora de los “finos juristas” y de los especialistas en derecho constitucional.

Y aparece López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es una nación?) y opina sobre si una amnistía o un indulto son o no son constitucionales. Y tercia Puente (el Crisóstomo (boca de oro) de Valladolid) y se dedica a perorar sobre las consultas que se pueden enmarcar en la Constitución. Y tercia Bolaños y acuña la memez del día: “Paso corto y vista larga”, sin darse cuenta de que hay algunos ministros, con su jefe a la cabeza, que tienen paso corto y vista más corta todavía. O sea, cortos esféricos.

Y hay que desjudicializar los delitos y normalizar los golpes de estado, y convertirlos en problemas políticos que hay que resolver con la política. Y en cualquier momento la amnistía, no solamente será constitucional, será obligatoria por decreto.

Y Puigdemont se aparece en figura de historiador y perora sobre Felipe V, Felipe VI, los Decretos de Nueva Planta y los siglos de injusticias que vienen soportando Cataluña y los catalanes.

Hasta el PNV (Arzallus sector  renovado) facción Ortúzar, rama Esteban y bandería Urkullu, lanza sus retos poniendo la mano para recibir los dineros de la “semanada” que vienen cobrando, Puigdemont, el historiador, sabrá desde cuándo.

 

Los únicos que no tienen problemas con la Constitución son los de la Esquerra o los de Bildu que directamente la ignoran, y como no quieren saber nada de España, buscan indultos, prebendas y canonjías en forma de excarcelaciones, de cargos o de salarios, fuera de cualquier legislación que no sea para justificar sus planteamientos antiespañoles.

Pero lo peor es que -a lo que parece- todos dan por obviado al Tribunal Constitucional, bien sea porque no creen en el propio Tribunal o porque no creen en Pumpido. O a lo mejor no confían en ninguno de los dos.

La carcajada: Díaz en Barcelona: “Ustedes tienen el mar, levantan la mirada y ven el horizonte. Cuando mi hija llegó a Madrid, hablaba a sus compañeras del horizonte y no sabían de qué hablaba. El horizonte es importante para cambiar la vida de las personas”.

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