La agonía de Canal 9

Por si algún lector no lo sabe, he trabajado 13 años en Canal 9. Desde el año 2000 a mayo de 2013 – trece años-, fui el Delegado de Canal 9 en la provincia de Castellón. He ocupado ese cargo con 5 directores generales distintos, y la actual directora general, Rosa Vidal, tomó la decisión de suprimir el cargo de Delegado provincial: decisión que muchos le hicieron ver que era inadecuada en una televisión autonómica y que, en mi opinión, fue un error de quien no conoce a fondo un medio público de estas características y cómo sintonizar con la sensibilidad existente en las provincias de Alicante y Castellón. Me remito a lo que se hace en las demás televisiones autonómicas españolas.

Con este dato, soy consciente de que tengo más elementos que otros para opinar sobre el cierre de Radio Televisión Valenciana – Canal 9 y Radio 9-, decidido este martes por la Generalitat Valenciana, pero también tengo una visión mediatizada por esos años de trabajo, en los que he tenido la suerte de trabajar con colegas excelentes y también coexistir con decisiones de la Dirección que muchas veces no he compartido y con actitudes que me parecían irresponsables.

Lamento el cierre, con dolor de corazón, al que inseparablemente van unidos nombres propios de trabajadores que se habían salvado del ERE y otros que se han visto afectados por el ERE. Por eso, el dolor personal puede afectar a cuanto escribo en estas líneas, pero también siento la obligación de aportar mi visión. No pretendo tener razón ni busco adhesiones, sino que ofrezco luces en la agonía que ha llevado al cierre.

No se puede tener a 1.700 trabajadores, durante años, con la angustia de su futuro laboral. Y es lo que se ha hecho, con grave deterioro en el trabajo y en las decisiones que se han tomado, y una vez con el centralismo de Valencia como casi única perspectiva, en vez de tener presente que se trata de una televisión autonómica y tres provincias.

Es unánime la opinión de que había que reducir el número de trabajadores y cargos directivos. Ya no ha sido unánime, sino polémica, la decisión de qué trabajadores sobraban y qué cargos eran convenientes.

Encomendar a la consultora PriceWaterhouse Coopers un informe sobre la futura RTVV suena a imparcialidad, pero a mí me parece que fue una decisión incorrecta, porque desconoce el mundo audiovisual. Luego intervino el despacho Garrigues, buen bufete, pero sin avales para diseñar una nueva RTVV. Se estaba estudiando y decidiendo como si se tratara de una fábrica de palillos o una empresa envasadora, sin profundizar en lo que debe ser un medio de comunicación público.

Se aprobó un ERE, luego se introdujeron modificaciones, y finalmente Rosa Vidal “salvó” a 186 técnicos, saltándose informes y baremaciones. La nulidad estaba servida, como así ha confirmado el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana.

Nadie parecía creerse los reiterados avisos de la Generalitat de que, si se declaraba nulo el ERE, el cierre era una opción. Hasta algún conseller, días antes de la sentencia, afirmó que el cierre no se contemplaba.

Quien paga, manda. Y la Generalitat no ha querido prolongar el derroche de dinero, porque no lo tiene incluso para servicios que son más urgentes que un medio de comunicación. El enfrentamiento con Rosa Vidal ha sido permanente, pero lo llamativo es que a nadie escapa quién eligió a Rosa Vidal como directora general. La Generalitat Valenciana se arrepintió de haberla elegido, por no captar que la viabilidad económica era un criterio determinante, no sólo importante.

 

Cuando dejé de estar vinculado laboralmente a Canal 9, no pocos me felicitaron, porque la deriva era evidente para todos los valencianos.

En las redes sociales muchos se alegran del cierre de Canal 9, y piden que las demás televisiones autonómicas sigan su “ejemplo”, en cuanto a la decisión de cerrar, no al modo de gestionarla ni llevar a cabo un ERE salvaje e ilegal. Indudablemente, en la actual situación de crisis económica, para muchos ciudadanos es mucho más prescindible una televisión autonómica que otros servicios públicos; para algunos, lo mejor es que haya medios de comunicación privados con implantación autonómica, si lo logran. Un debate más que abierto.

Achacar la responsabilidad del cierre a Alberto Fabra es una simplificación. Todos hemos de reflexionar sobre nuestra cuota de responsabilidad, y desde luego los que hemos ocupado cargos directivos, pero con el realismo de hacer lo posible para mejorar y hacer ver a los cargos superiores las dejaciones y errores graves que se estaban cometiendo. Me gustaría leer algo de autocrítica de los sindicatos, pero sé que no lo encontraré escrito por su parte. Muchas cosas quedan flotando ahora en el aire, tal vez a la espera de que un día, de modo valiente, se publique una buena historia de Canal 9, de sus 24 años de existencia, de sus aportaciones y silencios, con nombres, fechas y lugares. Puede servir para que no se produzcan tantos errores en el futuro, y para hacer justicia de verdad. Lo que nadie puede quitarnos es la conciencia de haber sido valientes o no, leales o no.

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