Por qué la COPE y El Confidencial Digital no ganarán un premio Ondas

No es que uno guardara alguna esperanza, pero esto es lo que hay. Al menos en el caso de este digital, algunos dirán que se trata de una obviedad, pues ECD no es un medio radiofónico o televisivo. De acuerdo. Pero eso no es lo esencial. Si pasado mañana decidiéramos dar vida a nuestro propio canal TV, para llegar a través de la pequeña pantalla a toda España, cero Zapatero. Y es que el motivo por el que este modesto medio de comunicación jamás será objeto de loa por parte del Grupo Prisa es de otra índole.   Me explico. Existe en España un grupo ideológico que se dice progresista, instalado en la izquierda, y que ha dividido el mundo en buenos y malos. Ha trazado en el suelo una imaginaria línea roja, situando a un lado a sus amigos, fieles y conmilitones. Y ha proscrito enfrente al resto del mundo, tras calificarlos de enemigos dignos de exterminio.   Fíjense bien. Esos chicos ya no son obreros industriales, pequeños agricultores o empleados modestos, la base tradicional de la izquierda. Ahora se trata de funcionarios, académicos, profesores, periodistas, magistrados, financieros y otros miembros de la media y alta burguesía. Persiguen, fundamentalmente, la protección pública de sus ingresos y de su estatus. Y el incremento de los mismos, faltaba más.   Lejos quedan sus antiguas reivindicaciones y su hostilidad hacia todo lo que oliera a materialismo “burgués”, a lo que tuviera que ver con el hedonismo. No queda traza tampoco de aquella concepción de la vida que entendían como “compromiso”. Nada se sabe ya de su moralismo, un tanto hipócrita sí, pero moralismo, en cualquier caso.   Juan Luis Cebrián es un digno representante de esta nueva izquierda burguesa, del casoplón en la exclusiva zona residencial de La Moraleja, en Madrid; de la cruzada sin igual hasta obtener una silla en la Real Academia Española de la Lengua, antes tan despreciada; de esa rastrera intolerancia que brama contra todo lo que se mueva al otro lado de la línea roja: “nada bueno hay allí, ¿pero es que nadie se da cuenta?”.   Todo esto resulta difícilmente sostenible éticamente, por incoherente y arbitrario. De ahí los gestos crispados, los discursos coléricos, la vena roja en la sien… o esos sectarios premios Ondas del Grupo Prisa. Fabriquemos, han dicho, una atalaya desde la que canonizar a los nuestros y ‘ningunear’ a los adversarios: todo en clave –como digo- de buenos y malos, de vaqueros e indios, de listos y tontos, de genios y paletos.   Sin embargo, cada vez engañan a menos. En este sentido, recomiendo vivamente, para el que no lo haya leído, el análisis interno sobre los galardones de este año realizado por un puñado de profesionales de la propia casa (directivos incluidos) que ha publicado este viernes El Confidencial Digital (ver aquí).   Ya ni en la propia compañía se entiende tanta mentecatez. Abochorna el incienso a Cuatro, cuando La Sexta dio una auténtica lección, al menos de originalidad; la permanente loa a los profesionales de la Cadena SER, causantes de algún patinazo notable en la televisión de Daniel Gavela; o la interesada campaña de imagen a favor de Pablo Motos, que debe ser lanzado al estrellato una vez fichado para la causa y, además, en sus ratos libres, cubrir el fracaso de las mañanas de Campoy o Maracaná 06.   En este contexto, se entiende que la Cadena COPE jamás sea nominada, La Sexta nunca sea digna de mención, y el sobrio trabajo de este confidencial haya sido declarado persona “non grata”. En la intervención del jueves pasado en el Casino de Madrid, el consejero delegado de Prisa declaró que los medios confidenciales sólo publican patrañas e “inventan noticias”. Internet –aventuró Cebrián- afecta a la credibilidad.   Ya. ¿Y la prensa escrita, la radio o la televisión no, señor Cebrián? ¿Nos explica cómo es esto? ¿Nos explica el patinazo de su Cadena SER cuando proclamó a Acebes como el sucesor elegido por José María Aznar? ¿Nos explica el reportaje de su diario El País, hace dos domingos, sobre la intervención de Monseñor Uriarte para obtener el apoyo del Vaticano al llamado ‘proceso de paz’, desmentido, letra por letra, por el propio prelado? ¿Nos explica por qué estos pocos ejemplos no han debido afectar a la credibilidad de sus medios? ¿Y lo de los suicidas el 11 M?   “Hay que averiguar qué es verdad y qué no lo es, y eso es difícil”, afirmó el jueves Cebrián. Hombre, claro, tanto más difícil cuanto que a estos liberales de la izquierda LA VERDAD les trae por una friolera. Viven en una atmósfera dominada por la más radical subjetividad y un horizonte definido por un fuerte relativismo ético. Pero ellos son ángeles, no pecan. A estos prohombres no les interesa, como digo, la verdad sino “su verdad”. Su verdad y su cuenta corriente.   Y ahí, jamás entrarán La COPE, La Sexta, los confidenciales incómodos o cualquiera que ose salirse de la fila. Joder con los progresistas del casoplón.

 
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