El Dios progre de Sardá no ama la COPE

Javier Sardá no concede entrevistas. No quiere ser un personaje público. No responde a los cánones del éxito. No le interesan los actos sociales. Pero sí tiene debilidades personales. Eso es “lo único” que le ha llevado este domingo a las páginas de El País Semanal, según ha declarado él mismo. Juan Cruz ha charlado con él y nos ha desvelado aspectos ignotos del popular conductor televisivo.   Sardá recibió al periodista en el despacho insonorizado que le ha habilitado la productora Gestmusic en sus dependencias de Barcelona. Vaya por delante que el hombre que sale retratado en el dominical del Grupo Prisa es una persona trabada, de vuelta de todo, algo desencantada de la vida, un ser angustiado, con el miedo instalado en las costillas por las inevitables tragedias que están a la vuelta de la esquina y nos acechan. Un tipo que se considera afortunado pero sin capacidad aparente para disfrutar de lo que le ha pasado. Extraño Sardá para el que –eso sí- hay algo que le resulta realmente insoportable:   –“Decir que todo tu programa, desde que empieza hasta que acaba, es telebasura, es injusto y contesto: ¡Telebasura, tu puta madre! Pero, ¡ya está! ¡Que cada uno diga lo que quiera sobre el programa! Pero llamarlo telebasura es insuficiente explicación; es de un facilismo mortecino, y además se insulta con ello a una cantidad de público inmensa”.   Hay que ver cómo se pone el creador de “Crónicas marcianas” cuando le mentan a la niña de sus ojos. Ahí, Javier Sardá pierde su bonhomía y le sacude a cualquiera la badana. Ya lo creo. En pleno boom del espacio extraterrestre, Sardá se atrevió incluso a vilipendiar públicamente a los que desde el propio Grupo Vocento (accionistas de Telecinco, la cadena que emitía el programa) osaron criticar en una revista de la compañía el presunto bajo tono de su espacio. Así, con un par.   Pero lo mejor de Sardá es que se trata de un progre de los de verdad, de los de pelo en pecho. En El País Semanal nos ha dejado también alguna pincelada de su talante abierto:   –“Siempre tengo una cierta aspiración a la trascendencia, de que haya cosas buenas. Y esa aspiración de trascendencia me ha llevado a pensar esto, por ejemplo: la pura existencia de la COPE es una constatación científica de que Dios no existe; si existiese, no permitiría lo que dice la COPE. ¡Lo que los poderes eclesiásticos permiten en este país es una provocación en toda regla!   Vaya, vaya. El señor Sardá en perfecta sintonía con los opinadores de El País, que este sábado, ante la visita de Benedicto XVI a Valencia, clamaban en su homilía editorial contra los obispos españoles. ¿Quiénes son los prelados –se preguntaba el Pope anónimo del diario independiente de la mañana- para juzgar peyorativamente a la sociedad española a la que consideran apagada, moribunda e irresponsable? ¿Qué títulos tienen para juzgar con tal contundencia? ¿En qué criterios se basan?   Para el opinador prisaico la jerarquía española está desconectada de la realidad social. “Tras 30 años de democracia, buena parte de los obispos siguen siendo alérgicos al pluralismo religioso” y a que la inmensa mayoría de los españoles “se muestren tolerantes con otros modelos de familia, además del católico”. Claro. Por eso, el episcopado debería enmudecer, confundirse con el ambiente. Mejor, volatilizarse, desaparecer.   Y culminaba el editorialista de El País: “No les vendría mal a algunos obispos aprender un poco de algunas virtudes de la sociedad española, de su tolerancia por ejemplo”. Ya. Podemos aprender, por ejemplo, de la tolerancia de Javier Sardá. “Telebasura, tu puta madre”. “La COPE, una demostración de que Dios no existe”.   La progresía de este país desarma con su ímpetu y altivez. Intenta apagar los fuegos con gasolina y después se escandaliza del incendio provocado. Ofenden a una parte de España –precisamente con ese mismo tono insultante y provocador que denuncian en la “derecha cavernaria”-, y reaccionan con el escándalo farisaico de la damisela maltratada ante el pescozón del monstruo que ellos mismos han creado.   Aquí no hay más palabra que la suya. Ellos pontifican y sentencian: Benedicto XVI ha venido a España a criticar al Gobierno, a sus leyes de corte social, cuando debería pasarse más bien por las fosas comunes de los republicanos asesinados por Franco en nuestro país. La COPE utiliza un tono insultante contra el que discrepa, se sale de los cánones de urbanidad, cuando debería recitar rosarios públicos para un puñado de viejecitas, ser delicuescente hasta llegar a la insignificancia o, mejor, callar sus micrófonos para siempre.   El PP debe pagar por la tragedia del metro de Valencia. A Federico Trillo se le persigue a gorrazos por los pasillos del Congreso por las muertes del Yak-42. Pero al PSOE de Castilla La Mancha no hubo modo de pedirle cuentas por la negligencia demostrada en la gestión del incendio de Guadalajara: sólo ofreció la dimisión de una consejera que poco o nada tuvo que decir. El presidente del Ejecutivo socialista y su anterior ministro de Defensa también miraron para otro lado cuando dos helicópteros “Cougar” se precipitaron a tierra en Afganistán y provocaron la muerte de 17 militares españoles. En unos casos hay desidia culpable; en otro simples accidentes.   Como se puede comprobar, la vara de medir del Dios de los progres es distinta según los casos. Alabado sea el Señor si uno es amigo de la familia Bardem, sintoniza con el orgullo gay o siente debilidad por la caquita de lince. Sea anatema el que tenga la desgracia de ir a misa los domingos, haya perdido un ser querido en Paracuellos del Jarama o considere “Crónicas Marcianas” un espacio degradante y una bazofia integral.   ¡Que se callen los obispos! ¡Telebasura, tu puta madre! Esta es la bendita tolerancia de los progres. Pues amén.

 
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