Libertad para La Caixa para hacer el bien y, con CriteriaCaixa, generar riqueza para España

La mayor parte de las instituciones surgen con un propósito, llámese objetivo o misión. Muchas veces, esas entidades nacen para dar respuesta a una necesidad o para solucionar un problema, sea con corta fecha de caducidad o con vocación a largo plazo. Cuando entidades con propósito -espíritu, carisma- viven más de cien años, diríase tuvieren deseo de perdurar en el tiempo y, si, como es el caso de la Iglesia Católica, cumplen más de 2.000 años, no es exagerado decir que tienen vocación de eternidad.

Que hace ya muchos siglos la humanidad se dotó de un ordenamiento jurídico (derecho) para que la sociedad funcione dentro de unos límites en que se respeten los derechos humanos, los de las personas, las creencias y la libertad de las instituciones, entidades y empresas que tienen un propósito, etc, es algo que la historia nos muestra con Roma (República e Imperio) o siglos más tarde, con el código de derecho napoleónico que inspira el derecho en Europa continental, o el “common law” que nació en los países anglosajones. 

Si, conforme a nuestro modo de ver, en una sociedad se reconocen derechos inherentes a la persona, como si fuera su propio ADN (por ejemplo, el derecho a nacer); la libertad para crear una familia y mantenerla y educarla; fundar una empresa y que haya libertad de mercado y de actuación para que pueda prosperar, etc, llámese utopía (Tomás Moro) o democracia como la mejor opción entre otras peores (Winston Churchill), la necesidad de que un marco jurídico proteja esas libertades es absolutamente necesario. 

La aspiración a lograr una sociedad “perfecta” es legítima, aunque pudiere parecer es un objetivo inalcanzable. La Historia muestra que muchas civilizaciones prosperaron, decayeron y desaparecieron, indicando algunos factores en común entre esos imperios malogrados (todos). Igualmente, ha habido experimentos sociales basados en ideologías, que tuvieron fecha de caducidad corta (la extinta Unión Soviética, 1917-1991); o extremadamente corta (el nazismo en Alemania; 1933-1945). Estos intentos de imponer un modelo predeterminado a la sociedad y las personas fracasaron -por muchos motivos y- por la inexistencia de la libertad. 

Excepto para quien impone el modelo, que dispone del manual, los privilegios, la hoja de ruta, los medios de producción y financieros y, por supuesto, la fuerza para con coacción, imposición o desaparición, condicionar…, o determinar la vida de las personas. Es la historia típica de los totalitarismos, de quienes escribió George Orwell (desencantado marxista después de ver de primera mano el experimento soviético, las purgas, matanzas y gulags) en “La granja animal”, en que los dirigentes conservan para sí los privilegios e imponen las cargas de un sistema injusto y muy mal pensado, a la gran mayoría; y en “1984”, donde el totalitarismo que impone el “gran hermano” controla la vida de las personas con la ayuda de la tecnología.

Siguen existiendo totalitarismos, hoy: en la China comunista y en Corea del Norte; en el Irán shíia, (chií) de los Ayatolás y en muchos países en que la versión radical sunní del Islám es norma de comportamiento, organización social, derecho y leyes y, por tanto, cabe hablar de teocracias, sea la wahabí de Arabia Saudí o la de los UAE (Emiratos Árabes Unidos).

Libertad en Occidente y los ataques de las ideologías

Occidente vive una cierta libertad derivada del sistema político imperante: la democracia parlamentaria. Pero ésta no se salva de ataques continuos a la libertad. A la libertad de las personas, de las organizaciones, de las iglesias, las empresas o las comunidades. Por contraste con los países islámicos, en Occidente no es la religión el motor que impulsa esos ataques a las libertades individuales. Las guerras de religión en Europa entre los siglos XVI y XVIII dirimieron la cuestión. Y, tras la Revolución Francesa, se propagó un laicismo proselitista, que ha intentado siempre expulsar a las religiones cristianas (católicas, protestantes, calvinistas, etc) de la vida pública. En Occidente, las ideologías -que inspiran partidos políticos intervencionistas, con tendencias autocráticas e, incluso tan excluyentes como totalitarias- son las grandes aspirantes a controlar estado, sociedad, individuo, familia, empresa, etc.

En economías de libre mercado, como la norteamericana (EE.UU.), las empresas pueden moverse libremente de un estado a otro según necesidades. Por ejemplo, 4.000 empresas tecnológicas (algunas, muy conocidas) han mudado su residencia desde California al estado de Florida (2021-2023). ¿Por qué? Los empresarios consideran que la política económica y fiscal de California es “anti negocio” y, en cambio, aprecian que la legislación de Florida es 100% “pro business”. Nadie obliga a nadie a mudarse y, tampoco, nadie obliga a las empresas a volver de donde se han ido. Cercenar la libertad de empresa y de mercado es matar la gallina de los huevos de oro de Estados Unidos: la prosperidad económica, el crecimiento, el empleo y el Sueño Americano.

En cambio, vemos en España que, en los últimos años, muchas empresas -en uso de su legítima libertad- se han mudado de unas comunidades autónomas a otras. Las CCAA “abandonadas” exigen que esas miles de empresas vuelvan “porque sí” a su lugar de origen. Y esto es lo más parecido a lo que sucedía en la Europa feudal-medieval, en que muy pocos viajaban (nobles, comerciantes, autoridades eclesiásticas) y la inmensa mayoría moría donde había nacido. Muchos motivos había. Uno, relevante, el vasallaje/servidumbre: el noble local tenía un pueblo cerca de su castillo, ambos unidos por un contrato social por el que el noble proveía protección y, los vasallos, en régimen de servidumbre, trabajaban para el noble. Más o menos…

 

Es arcaico, antieconómico y fuera de lugar, querer obligar a empresas, entidades u organizaciones ir a donde los poderes políticos quieren que vayan. Máxime, cuando no hay ninguna emergencia nacional a la vista que lo justifique y, forzando mucho el pensamiento de Tomás de Aquino, hubiéramos de acudir al argumento del “bien común”. No es el caso. Se trata de la búsqueda del bien personal o el de una camarilla, a costa de otros, que han construido una entidad exitosa y que funciona. Cada vez que los poderes políticos contemplan estas entidades, si no creen en la libertad, tienen la fuerte tentación de querer influir o intentar controlar esas organizaciones. Máxime, si tienen un peso social muy fuerte en el país y su relevancia es tanto o mayor en los ámbitos empresarial y económico.

El caso de La Fundación “La Caixa”

Tomemos por caso La Fundación `la Caixa´, con 120 años de historia y nacida para construir una sociedad mejor, ayudando especialmente a los que más lo necesitan. Con un patrimonio gestionado de 26.500 millones de euros; un presupuesto récord en 2023 de 538 millones de euros (dos tercios dedicados a Obra Social y sus 50.000 programas)…, pudiere haber quien quisiese influir en una entidad netamente privada, libre e independiente. Como dijimos al principio, hay entidades que nacen con un propósito, con una misión, con un objetivo. Fundación La Caixa es un caso de manual y, al tratarse de un caso de gran envergadura, por su tamaño, es objeto de deseo. Según el Estudio Advice de Éxito Empresarial que realiza la consultora económica Advice Strategic Consultants cada año, Fundación La Caixa es la entidad con más y mejor reputación de España; con la mejor responsabilidad social (RSE, ESG, Sostenibilidad); con mayor compromiso social para construir una “sociedad mejor y más justa, dando oportunidades a las personas que más lo necesitan”, se lee en su página web.

Si La Caixa funciona bien, el sentido común impone que se le deje hacer, que se respete escrupulosamente su derecho a cumplir su misión fundacional, sin intervenciones de poderes políticos. En cualquier caso, el Estado tiene los mecanismos, organizaciones y financiación para, si tiene vocación social, poder hacerlo sin necesidad de intervenir sociedades privadas. La Caixa complementa (en volumen y valor) lo que hace el Estado y lo que hacen otras entidades sociales privadas (Cáritas, Cruz Roja) a las que, de hecho, ayuda económicamente.

La Fundación “la Caixa” se centra en los programas con mayor impacto transformador: los que combaten la pobreza infantil y la exclusión social, los que fomentan el empleo y los que ayudan a mejorar las condiciones de vida de las personas más vulnerables, como los enfermos y las personas mayores que viven en soledad. Además, La Caixa concentra esfuerzos en la investigación médica, la formación, la cultura y la educación. Con esos ejes de actuación y con su presupuesto de 538 millones de euros, en 2023, más de 3,5 millones de personas en riesgo de exclusión social han sido ayudadas por la Fundación Bancaria La Caixa. Este dato es contrastable con el Banco de España, que realiza la encuesta sobre la riqueza económica y financiera de las familias españolas cada dos años y llega a las mismas conclusiones.

¿De dónde salen los 538 millones de euros destinados en 2023 por la Caixa a ayudar a la sociedad? De CriteriaCaixa, que es el holding empresarial que gestiona el patrimonio generado por la Fundación “La Caixa” a lo largo de su más de un siglo de existencia. El valor bruto de los activos de CriteriaCaixa ascendió (2023) a 26.425 millones de euros. 

“Nadie da de lo que no tiene”. El concepto de capitalismo social y humanista que encarna Isidre Fainé (presidente tanto de la Fundación “La Caixa” como de CriteriaCaixa) lleva a generar negocio rentable para, con sus frutos vía dividendos, financiar la Obra Social. Las participaciones en empresas de CriteriaCaixa tenían un valor de mercado de 19.847 millones de euros a mediados de este año, fruto de sus participaciones en el primer y mejor banco español, CaixaBank (32%); Naturgy (26,71%), The Bank East of Asia (19%), Grupo Financiero Inbursa (9%), Cellnex Telecom (4,36%) y Telefónica (2,40%). Es una actividad que no se circunscribe solo a España, sino que tiene proyección internacional: 16% de los ingresos consolidados de CriteriaCaixa se generaron en 2022 fuera de España. 

Isidre Fainé

Liderazgo y excelencia son dos cualidades que comparten gestor y entidad: Isidre Fainé es, desde hace 10 años consecutivos, el “mejor gestor de España por su excelencia en la gestión empresarial y su compromiso social”, según el Estudio Advice anual de Mejores Gestores Empresariales. Es el empuje y el liderazgo e iniciativa de Isidre Fainé, quienes impulsan las iniciativas sociales, manteniendo, por tanto, el espíritu-misión de hacer una sociedad mejor ayudando a los más necesitados. Y, empresarialmente, las compañías participadas por CriteriaCaixa son líderes en sus sectores, a la par que son empresas sistémicas para la economía española: desde CaixaBank, primer banco del mercado español, líder en digitalización, omnicanalidad, sostenibilidad, ESG y compromiso social, a la par que es el más rentable en el mercado nacional; hasta Cellnex Telecom, líder europeo en gestión de infraestructuras de telecomunicaciones inalámbricas y despliegue de 5G.

Si la Fundación La Caixa funciona bien y cumple su cometido de ayudar a la sociedad y, al mismo tiempo, empresarialmente hablando, con CriteriaCaixa, es una de las columnas vertebrales de la economía española, con empresas sistémicas “too big to fail”, hay una conclusión obvia: la entidad debe ser dejada en total libertad de actuación, para que pueda seguir cumpliendo su cometido. Las injerencias externas solo sirven para desvirtuar el propósito-espíritu-misión de estas entidades nacidas para hacer el bien. 

Libertad para La Caixa para cumplir su compromiso social y libertad para que CriteriaCaixa -primer grupo empresarial y financiero español- pueda continuar generando riqueza para el PIB español, para la sociedad española y los mercados internacionales en que opera y, sobre todo, para que, con éxito empresarial, pueda seguir financiando las actividades de la Obra Social de La Caixa, que tanto bien hacen a millones de españoles.

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