Felipe González en el escrache venezolano

Lo primero de todo, que la expectación hubiera sido máxima y en el día siguiente su fotografía hubiera ocupado la portada de todos los diarios. Más aún, que si su presencia se fuera repitiendo en otros desalojos, éstos de espaciarían más en el tiempo, e incluso llegaría a convocarse una mesa de negociación en la que su voz sería la voz cantante. Tenemos que darnos cuenta de que si a una “desconocida” como Ada Colau este tipo de actitudes y actuaciones la han conducido a ser la preferida en Barcelona, la presencia de F.G. en las protestas hubiera sido mucho más sonada. Y más, que F.G. hubiera conseguido, si se lo hubiera propuesto, abrir negociaciones con los Bancos y Entidades Financieras para que los desahucios no se produjeran con las leoninas condiciones con que se producen actualmente, que no solo hacen abandonar sus casas a los desahuciados sino que los arruinan para siempre. Ni qué decir tiene que no se producirían desalojos traumáticos, porque previamente se decidirían realojos sociales para los afectados. Sí, amigos lectores, tal es el poder que, a mi entender, tiene Felipe González.

Pero no ha elegido ese camino. Ha preferido acudir en defensa de otra gente cuyo problema trasciende con creces nuestra capacidad de comprensión. A quienes asistimos, separados por todo un océano, a aquella controvertida realidad venezolana, se nos ha atiborrado el magín con la noticia de que allí gobierna una bárbara dictadura, -a pesar de que fuera elegida en urnas como las nuestras-, que encarcela a los líderes opositores solamente para que no se opongan. Es cierto que F.G. ha acudido en defensa, -“testimonial”, ya que acude como asesor de los abogados defensores-, de personas encarceladas, pero no lo es tanto que estén donde están por caprichos de los jueces venezolanos y por arbitrariedades a la hora de aplicar sus leyes. F.G., curiosamente, sigue con su visita la estela de otros expresidentes de otros países (Pastrana, Piñera, Quiroga, etc…), de corte e ideología conservadores, que da a entender que responde a una estrategia compartida por ciertos poderes, y que desemboca en el intento de acabar con el actual régimen venezolano, como he dicho y subrayo ahora, elegido en las urnas.

El desenlace final no está claro aún. De momento, la visita de F.G. está siendo respetada y protegida. La expedición está siendo escoltada por policías “bolivarianos”, y las visitas a las familias de los opositores encarcelados se están cumpliendo con puntualidad. Salvo alguna estridencia acrecentada por el desmesurado tono de voz de Maduro, las cosas van razonablemente bien, aunque es seguro que surgirá algún conflicto para boato de la expedición de F.G. y en detrimento del régimen chavista. Esperemos, expectantes, que las cosas ocurran antes de hacer cuentas.

Y por ahora, -mediodía del martes-, no escribo nada más. Eso sí, me permito especular que si Venezuela siguiera con Chávez como Presidente esta visita no se habría producido. Que, si hubiera tenido lugar, el propio Chávez se hubiera reunido con F.G. para que quedaran algunas cosas claras ante la opinión pública. Que, incluso, no estarían encarcelados los opositores que actualmente están presos. Que F.G. no se hubiera atrevido a ir hasta allí, limitándose en todo caso a opinar desde aquí. Que Chávez no era Maduro, y eso lo sabía también Felipe González.

Y termino como he empezado: ¿Imagináis a Felipe González armado con dos tapas de cazuela en un escrache ante un desalojo de una vivienda afectada por desahucio…?

 
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