Murió el hombre. Nació el mito. Hasta siempre Iván

Serían las últimas palabras de un héroe vencido. Un hombre cincelado así mismo bajo los conceptos de pundonor, entrega, valor, pasión.

Iván Fandiño murió como vivió, entregado a un arte que le conquistó allá por su tierra natal en Orduña. El último torero vasco allí donde germinó el toreo a pie.

Nacido en una familia de origen gallego y sin tradición taurina, la gloria de la tauromaquia fue para él una llamada más fuerte que la pelota con la que golpeaba el frontón al que su aita lo llevaba desde los cuatro años. Ya entonces se significó como una persona tremendamente competitiva y ambiciosa. Elementos fundamentales para alguien que quiere ser figura del toreo.

Hombre de complexión fuerte, no se anímalo ante las dificultades que escuchó a lo largo de su vida. "No sirve" le dijeron más de una vez. No pudieron frenarle.

El destino quiso que se encontrara con Néstor García y juntos dibujaron un combate desigual frente al sistema en el que apostaron fuerte desde el inicio. Libres e independientes.

La necesidad de mostrar el sentimiento interior, la confianza de quien, en lo más hondo de su ser, sabe que está llamado a la inmortalidad pudo más que todos los sinsabores que tuvo que vivir en sus comienzos e incluso más adelante cuando las puertas se le cerraban a pesar de sus gestas y triunfos.

En el año 2014, Néstor en una entrevista aseguraba que Iván sería el primer y el último torero al que apoderaría. Fandiño sólo le había brindado la muerte de un toro, el de su alternativa, el último debería ser el toro de su retirada....

"Por la puerta grande o por la enfermería" esa frase pocas veces tuvo más sentido que aquella tarde de mayo de 2014 en las Ventas. En un momento de locura, como él mismo dijo, homenajeó al maestro Galán arrojándose por entre los astifinos pitones de su oponente revolucionado a un Madrid que vio como, por fin, cumplía el sueño de abrir la Puerta Grande más preciada.

La tauromaquia nos enseña que la muerte está detrás de cualquier detalle, por insignificante que parezca. Esa es parte de la grandeza de este arte sin igual en el cual el artista acepta sin dudar el tributo que puede llegar a pagar. El más alto de todos.

 

A Fandiño la muerte lo encontró en una ciudad que significa "destino" en francés antiguo, en un quite a un toro del mismo encaste que los que cría su suegro en Ecuador. La muerte le esperaba en forma de Provechito, del lote de Juan del Álamo.

Murió Iván, murió el hombre. Nació el mito. Eterno maestro Iván Fandiño.

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