La generosidad de Iglesias

He leído, más o menos como todo el mundo, el curriculum de Pablo Iglesias, desde el comunismo a una presunta socialdemocracia transversal que espera pescar en aguas muy distintas. Admirador del chavismo, cambió después por Dinamarca (¿), donde acaba de ganar la derecha... Pero lo que más me llama la atención del personaje es su arrogancia, el ir de listo, de sabelotodo, de maestro de democracia y de moral.

Generoso con el PSOE. Y el PSOE no tiene más remedio que aceptar esta generosidad combinada con un patente “vamos por vosotros para quitaros la hegemonía de la izquierda”. En esto, hay que reconocerlo, Iglesias no oculta sus cartas.

Es cierto que oculta otras ahora como el entusiasmo por el chavismo, porque quién se quiere comprometer ahora con un régimen corrompido y que ha llevado al pueblo a la miseria. Pero no se puede negar que Iglesias hace a veces afirmaciones claras. De forma petulante, de acuerdo; de manera un tanto repelente, pero habla claro.

Su estrategia está a la luz: sacar más votos que el PSOE en las generales y, por tanto, en alianza con él, acceder a la Presidencia del Gobierno. Aquí no hay trampa ni cartón.

Y como esto está claro, quien tiene que mover ficha es el PSOE, con poca coherencia después de aceptar el apoyo de Podemos por un puñado de ayuntamientos y comunidades.

Un partido tan antiguo como el PSOE ha tenido etapas de confusión e indefinición. Pero esta de ahora es de las más graves. En casi cuarenta años de democracia ha sido siempre el referente de la izquierda. Dentro de unos meses puede dejar de serlo y contribuir a que el país corra el peligro de entrar en un proceso a la griega. Esto no es exageración; es una posibilidad y, como toda posibilidad, no es una necesidad.

 
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