Mas, loco

Antes se podría anotar la no mucha atención que el resto de los españoles, salvo políticos y medios, está prestando al reto del independentismo de una parte de los políticos catalanes. O porque no acaban de creérselo o porque están ya hartos, que son muchos años quejándose y pidiendo protagonismo.

Pero lo interesante es Mas. Los antiguos romanos, cuando tenían que comentar un gran fracaso militar o político, solían echar mano de una antigua sentencia, que pongo primero en latín, que unas humaniades nunca hacen daño y más en los tiempos de las presuntuosas nuevas tecnologías: “quos vult perdere Iupiter dementat”, a los que quiere perder Júpiter antes los vuelve locos.

Así parece estar Mas. Loco, antes que nada, porque quiere seguir siendo presidente y da a cambio, en este caso, al rebañito de la CUP (rebañito por lo bien que rebañan) cualquier cosa. Loco, después, porque sus pasos son ya incoherentes. Basta mirar cualquier hemeroteca sobre este ahora histriónico personaje para comprobar que tuvo épocas de lucidez y de ese seny que todos atribuyen a los catalanes.

Ya que estamos hoy de latín, se puede recordar otra máxima. “corruptio optimi pessima”, cuando lo óptimo se corrompe resulta algo pésimo. El seny es una gran cosa, pero su corrupción es una mezcla de extravagancia, de orgullo y de desprecio a los demás.

Un último apunte: los independentistas repiten hasta el mareo que tienen detrás el voto de (y redondean) dos millones de catalanes. Pero en Cataluña hay siete millones y medio y, además, ya se sabe cómo en todas partes una masa difícilmente calculable pero real se mueve al vaivén de la emoción del momento, que en este caso parece ser lo de vámonos y a ver qué pasa.

 
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