China, entre el envejecimiento y el paro juvenil

Xi Jinping

 

    

Buena parte del dominio chino de la escena internacional se debe quizá a su peculiar modo de jugar con los tiempos. Los dirigentes de Pekín saben esperar, frente a la rapidez con que reaccionan los ciudadanos y los parlamentos de occidente ante cualquier acontecimiento. Ciertamente, es mucho más fácil en un Estado autocrático, que amordaza la disidencia y controla las cadencias informativas.

A comienzos de año se difundieron muchas noticias sobre el declive demográfico chino, debido fundamentalmente a la política del hijo único, impuesta férreamente desde el poder en 1979. Deng Xiaoping estaba convencido de que el exceso de población era la causa del fracaso económico, indispensable para el mantenimiento del sistema. No calibró las consecuencias ni previó la evolución de las costumbres: se ha expandido una cultura anticonceptiva que viene a poner en riesgo la continuidad del crecimiento. 

Xi Jinping trató de rectificar el rumbo, con la admisión de un segundo hijo en 2016, y el tercero en 2021. Pero ha debido reconocer –a pesar de la habitual opacidad o parcialidad de las informaciones oficiales- que China perdió casi un millón de habitantes en 2022, consecuencia de una baja tasa de fecundidad –media de hijos por mujer en edad de procrear- que algún experto estima ya en 1,08. Los organismos especializados de la ONU han llegado a afirmar que China podría perder la mitad de su población de aquí a fin de siglo. De momento, India va ya por delante.

Inicialmente, se justificó con referencias genéricas a la pandemia, contradictorias con mensajes reiterados desde que comenzó la expansión del nuevo virus. Al fin, Pekín ha decidido lanzar una gran encuesta nacional para revisar la política económica y los planes de desarrollo, a la luz de ese factor determinante: el declive demográfico, el envejecimiento de la población. La inesperada consulta tendrá como destinatarios a 500.000 ciudadanos, hasta el 15 de noviembre. Según la Oficina Nacional de Estadística, la iniciativa ayudará a "controlar las tendencias demográficas y proporcionará al Partido Comunista elementos esenciales para formular políticas económicas, sociales y demográficas más realistas".

Como en los países más avanzados, la nueva estructura de la pirámide de la población plantea también retos a una economía planificada. Si no cambian las tendencias –todo puede suceder, como se ha comprobado en Estados Unidos-, la esperanza de vida continuará creciendo: se prevé que superará los ochenta años en 2035, y el número de mayores de ochenta se duplicará en los próximos quince, hasta alcanzar setenta millones.

Fuentes oficiales estiman que el país podría estabilizarse en diez millones de nuevos nacimientos (9.56 en 2022). Tal vez la encuesta sirva para confirmar las proyecciones más realistas de expertos que no esperan más de ocho millones en los próximos años. Y la futura propaganda desarrollará la tesis lanzada ya por un alto cargo del partido: “el descenso de la tasa de natalidad y una población cada vez más anciana acompañarán el proceso de modernización socialista de China". Ese proceso, ¿significará una mayor duración de la vida activa, y una apertura a la inmigración? Actualmente, no llega a un millón el número de residentes extranjeros.

Todo se complica, además, con el crecimiento del paro juvenil, que coincide paradójicamente con el avance del tiempo y calidad de la formación de los jóvenes. En junio pasado alcanzaba oficialmente un 21,3%. Como era previsible, las autoridades han decidido no incluir la edad en las informaciones sobre trabajo y desempleo. Aunque no todo se debe ni mucho menos a los efectos económicos de la pandemia, ésta influye porque era mayor la presencia de los jóvenes en sectores más expuestos a la crisis, como el de servicios o el inmobiliario. 

También entre la gente joven de China se están produciendo cambios culturales de entidad, en parte coincidentes con los occidentales: modifican la actitud ante el propio trabajo, con la particularidad de que la inmensa mayoría de graduados universitarios en paro son hijos únicos de familias acomodadas;   pueden seguir en el hogar paterno mucho tiempo más, en espera de encontrar empleos a su gusto, bien remunerados, y en ambientes laborales más concordes con ese espíritu de libertad e iniciativa tan presente en las redes sociales, a pesar de los controles gubernamentales.

Esta coyuntura anuncia tendencias nada fáciles de modificar, que podrían afectar a la actual omnipresencia del partido comunista en la sociedad china. Con no pocas consecuencias imprevisibles en las relaciones internacionales de Pekín.

 
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