El hallazgo de una mina intelectual para los tiempos modernos

Leonardo Polo
Leonardo Polo

  

 También en la vida intelectual se producen retornos inesperados, casi como los descritos en las famosas parábolas del hijo pródigo o la dracma encontrada: momentos inolvidables de intensa alegría ante el redescubrimiento de lo que se daba por perdido. No se puede dejar de compartirlo.

    Acaba de sucederme con el volumen 36 de las obras completas de Leonardo Polo (una tarea ingente, por cierto, de la editorial de la Universidad de Navarra): La dignidad humana ante el futuro y otras entrevistas, 270 páginas. Polo fue un filósofo tan genial como quizá poco conocido del gran público. Falleció en 2013.

    No fui alumno suyo. Pero sí, en cierto modo, discípulo, porque mantuve con él intensas y frecuentes conversaciones cuando venía por Madrid al final de los años sesenta y comienzo de los setenta. Pasamos muchas tardes hablando de los problemas culturales de la época, que denotaban cambios radicales difíciles de discernir. Aquella cabeza prodigiosa se proyectaba sobre esquemas intelectuales y vitales que se expandían en el último tercio del siglo XX y tenían especial repercusión en la sociedad española del tardofranquismo. Polo me confiaba profundas interpretaciones de la historia reciente y, sobre todo, anticipaba el futuro con enfoques originales.

    Comencé a grabar y transcribir esas conversaciones, sobre temas que le parecían relevantes o que le planteaba yo mismo desde mi ignorancia informada por artículos o programas audiovisuales de entonces. Con tanto y tan valioso material, elaboré un posible libro. Visité personalmente a editores de nivel en Madrid, sin éxito: no vieron viable el proyecto, quizá porque Polo, aunque era catedrático de universidad desde 1966, no era muy conocido, y el libro no era un manual... No tuve capacidad de persuasión para que se decidieran a publicarlo. Poco tiempo después, entregué el material que conservaba a Ricardo Yepes, el discípulo quizá preferido de Polo, que regresaba a Pamplona, después de unos años en Madrid. No retuve nada. Y, por desgracia, Ricardo falleció pronto en un aparentemente tonto accidente de montaña en los Pirineos.

    Todo cambió hace un año cuando Juan Fernando Sellés me preguntó desde Pamplona si podía ocuparme de revisar aquel antiguo material, para editarlo dentro de las obras completas de Leonardo Polo. Me encantó revivir momentos que había gozado con auténtica fruición intelectual. Y pude confirmar que las grandes cuestiones culturales contemporáneas seguían abiertas, con pequeños matices diferentes respecto de los planteamientos de entonces. 

    Las respuestas del filósofo iluminan problemas muy actuales, como se puede comprobar en el índice. Me permito reproducir a boleo el título de algunos epígrafes: el desclasamiento, precio de la desproletarización; el consumo, única meta de ascenso social; igualitarismo y desorganización social; la sublimación de lo trivial; rebelión contra el sistema; la crisis de la razón; la política entre el futuro y la componenda; la victoria en las guerras civiles; justificación y límites del poder arbitral; el fomento de la libertad y de las inspiraciones sociales; la coparticipación como estrategia social; preferir el riesgo a la seguridad; el núcleo del optimismo cristiano; la negación de todo absolutismo; el sentido escatológico de la actividad humana...

    Como escribí en septiembre de 1971, sobre un libro perdido y gozosamente encontrado ahora, me atrevo a presentarlo de nuevo como una crónica de sucesivos encuentros entre el pensamiento y la vida. Aparecen esbozos de análisis social, mezclados con sugerencias filosóficas y teológicas, gravitando siempre en torno a una constante preocupación por la dignidad del hombre. Esa preocupación justifica el título que encabeza ese conjunto de páginas. Si algo pretendía, era trasladar al lector ese pensar y repensar las cosas, que las ilumina desde enfoques diversos, y abre nuevos horizontes y perspectivas. Sigue siendo una confiada incitación al pensamiento en una época sellada con tanta frecuencia por el angustioso signo de lo irracional.

 
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