Resuena en Oslo el grito de libertad lanzado desde las cárceles de Irán

Ebrahim Raisi
Ebrahim Raisi

    Europa es tierra de libertad: forma parte de su identidad histórica, consecuencia clara de sus raíces cristianas, aunque cueste reconocerlo. Pero lo importante es que se vive a diario ese criterio, que resalta en la acogida de tantos ciudadanos extranjeros, con el prudente respeto a su cultura y sus creencias. En realidad, sólo los partidarios de criterios de laicidad negativa imponen limitaciones a los creyentes, también a los propios nacionales. 

    No es colonialismo, sino autoridad moral, exigir a los gobernantes de los países de origen de muchos inmigrantes que no provoquen exilios forzosos con su represión. Algún Estado del norte de Europa se ha plantado ante la financiación exterior de mezquitas por parte de naciones poderosas del Golfo, que no respetan la libertad religiosa y prohíben las conversiones al cristianismo, o la libre construcción de lugares de culto. Pero lo normal no es aplicar ese posible principio de reciprocidad. 

    Europa sí puede y debe exigir a regímenes como el de Irán que cesen en la violación de libertades básicas reconocidas en convenciones internacionales. Su cinismo llega a seguir perorando en la ONU –tanto en Nueva York como en el consejo de derechos humanos de Ginebra-, mientras se mofan de la declaración universal de 1948, que cumplió 75 años el pasado día 10 de diciembre, y no cesan en la represión de sus ciudadanos.

    Paradójicamente, Ebrahim Raisi, presidente del régimen islamista de Irán, estaba invitado al Foro Mundial de Refugiados organizado por la ONU en Ginebra el 13 de diciembre. Pero se vio obligado a cancelar su viaje por la denuncia que presentaron contra él, por crímenes contra la humanidad, tres iraníes residentes en Suiza.

    La defensa de la libertad desde Europa ha tenido dos manifestaciones recientes, que son auténticos aldabonazos contra la represión: la concesión de los importantes premios Sajarov y Nobel a mujeres persas, que han pagado con la vida o con la cárcel su compromiso con la dignidad humana. El primero se concedió a título póstumo a Jina Mahsa Amini, una joven kurda que murió a manos de la policía de costumbres, tras su detención por llevar mal puesto el velo islámico. El régimen no autorizó la salida de sus padres para que recogieran el premio. La segunda, Narges Mohammadi, figura destacada del movimiento Mujer, vida, libertad, lleva en prisión casi diez años y, a pesar de su frágil salud, ha comenzado una nueva huelga de hambre.

    De ahí que me sienta obligado a dar eco al discurso escrito desde la cárcel por Narges Mohammadi y leído por sus hijos en el acto solemne de entrega de los premios Nobel en Oslo. Traduzco algunos párrafos libremente, procurando ser fiel al sentido de sus palabras.

    Se considera sólo una de los millones de mujeres iraníes orgullosas y resistentes alzadas contra la opresión, la represión, la discriminación y la tiranía. Una mujer encarcelada que, ante el profundo y desgarrador sufrimiento causado por la ausencia de libertad, igualdad y democracia, se dio cuenta de la necesidad de su existencia. Y recuerda con gratitud a las mujeres anónimas y valientes que han llevado una vida de resistencia en distintas regiones, a pesar de la despiadada represión.

    Su descripción es desgarrada: la tiranía es un mal infinito e ilimitado que proyecta su sombra siniestra, desde hace mucho tiempo, sobre millones de personas desplazadas. La tiranía esclaviza lo humano: la voluntad y la dignidad. Es otra cara de la guerra. La intensidad de ambas es destructiva. Una se manifiesta en las devastadoras llamas de sus fuegos; la otra desgarra insidiosamente a las personas con la mentira. Arriesgar la vida donde reina el terror y la inseguridad de la tiranía es como vivir una existencia atrapada por el fuego de misiles y balas. ¿Quién se atrevería a conceder que la humanidad puede sobrevivir en ese combate?

    A pesar de la represión, el movimiento Mujer, Vida, Libertad, con su prioridad de romper el autoritarismo religioso, ha acelerado el proceso de instauración de la democracia, la libertad y la igualdad en Irán, al dar claridad e importancia a las reivindicaciones históricas del pueblo. Ha contribuido significativamente a la extensión de la resistencia civil en Irán, aglutinando iniciativas de mujeres, jóvenes, estudiantes, profesores, trabajadores, activistas de derechos humanos, ecologistas y tantos otros. Es un movimiento a favor de un cambio profundo, en la tradición de los movimientos y luchas sociales, y de los incansables esfuerzos del pueblo por construir en Irán una sociedad civil, esencia misma de la democracia. 

 

    En síntesis, ha llegado el momento de que, en un mundo globalizado, la sociedad civil internacional apoye a la de Irán, y la Premio Nobel dedicará todas sus fuerzas a este empeño. Es urgente prestar un apoyo más concreto a los esfuerzos del pueblo iraní hacia la transición democrática y a su lucha no violenta por la paz, la democracia y los derechos humanos. Porque también Narges Mohammadi está convencida de que la globalización de la paz y de los derechos humanos es más importante y más eficaz que la globalización de cualquier otro aspecto.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato