Temas decisivos en la próxima elección presidencial de EEUU

Joe Biden, presidente de Estados Unidos.
Joe Biden, presidente de Estados Unidos.

Queda ya menos de un año para las próximas elecciones presidenciales, y las espadas están en alto. Con los datos actuales, vistos desde Europa, lo más lógico es que se repita el duelo entre Joe Biden y Donald Trump. De momento, cualquier otro candidato republicano o demócrata está demasiado lejos en las intenciones que reflejaban los sondeos de opinión. En este punto, es una suerte no ser ciudadano americano para tener que elegir entre las altas cuotas de impopularidad de ambos. Aunque afecta mucho a todo el mundo el trabajo de la Casa Blanca, sólo podemos opinar y esperar...

En el campo económico, da la impresión de que no habrá cambios decisivos en la discutible tendencia al proteccionismo, al menos si se tiene en cuenta la política impulsada por Biden y la coyuntura internacional. Tras los ejemplos de Washington y Pekín, el mundo está a punto de perder los grandes avances que se habían conseguido con la globalización.

Lo lamentaba recientemente en una reciente entrevista, Kristalina Georgieva, Directora General del FMI: subrayaba el peligro de la fragmentación del comercio mundial y los riesgos geopolíticos, con el consiguiente aumento de la pobreza y la inseguridad de todos. Porque, a pesar de los movimientos populistas y antisistema, los beneficios de la globalización han sido considerables: en las tres últimas décadas, la economía mundial se ha triplicado, y ha crecido cuatro veces más en muchos países en desarrollo; no se han superado las desigualdades, pero la reducción de la pobreza resulta evidente. Georgieva deplora los excesos de la búsqueda prioritaria de intereses nacionales en perjuicio de los demás, y aconseja mejorar mecanismos que fomenten la integración y equilibren los riesgos.

Respecto de Estados Unidos, algunos observadores analizan la paradoja de la impopularidad de la política económica de Biden, cuando los datos generales son más bien positivos. Se ha conseguido salir con la cabeza alta de la pandemia del coronavirus, la inflación parece dominada y las tasas de paro reflejan una situación próxima al pleno empleo. El anverso deriva de la dura realidad para los menos pudientes, que sufren en su carne la subida de precios, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo.

De otra parte, no cesa la batalla cultural, exacerbada en las grandes universidades y en los medios informativos por el grave conflicto palestino. La evolución intelectual hacía presagiar reacciones de ese estilo, ante la pérdida evidente de estima por la libertad de expresión en los campus americanos. No resulta nada halagüeño comprobar la incapacidad de análisis racional, anegada por el sentimentalismo cada vez más visceral y apriorístico.

De otra parte, la polarización campa por sus fueros, y se hace quizá más evidente en la oposición entre los movimientos pro life y pro choise en relación con el derecho a la vida. Hay un combate diario, agudizado por las intervenciones legislativas en los Estados, consecuencia lógica de la decisión del Tribunal Supremo que excluyó al aborto como posible derecho amparado por la Constitución de Estados Unidos. En algunas escaramuzas, los pro choise han lanzado las campanas al vuelo por el buen resultado electoral de algunos demócratas. Ciertamente, el partido azul necesita nuevas banderas y está por ver si ésta es efectivamente victoriosa, habida cuenta de la reacción republicana y, sobre todo, de la revitalización de las iniciativas de la sociedad civil.

Más importancia pueden tener dentro de un año las promesas de unos y otros que sosieguen la que podría llamarse ecoansiedad, que crece sobre todo entre la población femenina –junto con la lucha por la efectiva igualdad- y entre la gente más joven. Pero no es fácil armonizar el miedo al futuro del planeta con el rechazo de medidas ecológicas que son excesivamente gravosas para las personas menos favorecidas, y la continuidad de pautas de consumo poco adecuadas.

En estos campos –como en materia de migraciones, orden público y seguridad-, los resultados reales de tres años de mandato demócrata son claramente escasos y, con frecuencia, incoherentes. No es fácil explicar, por ejemplo, que el decidido apoyo de Biden a los sindicatos coexista con la tendencia en alza del voto republicano entre los obreros.

En cualquier caso, son grandes temas que deberían mucho que pensar a los ciudadanos estadounidenses de aquí al próximo noviembre.

 
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