Carta abierta a Alfonso Ussía

Tal y como recordaba la pasada semana El Confidencial Digital, hace ahora cuatro años que un malvado puso en circulación, a través de Internet, un repugnante artículo sobre Pedro Almodóvar capaz de revolver el estómago tanto a quienes simpatizan con el cineasta como a quienes no lo tenemos entre nuestras amistades. Internet es un gran basurero donde sólo a veces se encuentra chatarra de valor, por eso este asunto no tendría mayor importancia sino fuera porque ese embustero firmó con tu nombre, en un burdo intento de dañar tu imagen. Dudo que el impostor haya logrado engañar a tus lectores. Entre la elegancia de tu pluma y la carroña vomitada por el autor del polémico texto hay un abismo. O incluso hasta un atisbo. Un atisbo de tongo de los gordos, de mentira y de mezquindad. Hasta el menos fiel de tus incondicionales habrá olfateado el timo a tiempo, en la primera o segunda línea. Sin embargo me entristece que la anécdota te haya hecho perder un artículo –has tenido que publicar “Este sí es mío” en La Razón para desvincularte de esa basura cibernética- y, por lo que sé, bastantes esfuerzos.

A lo largo de estos cuatro años, como sucede con todos los bulos de Internet –no olvidemos aquel que vinculaba tontamente a La Oreja de Van Gogh y a ETA-, el falso artículo ha reaparecido cíclicamente. Cada pocos meses, un desalmado de derechas o un enredador de izquierdas, se han encargado de distribuirlo, siguiendo esa maldita fiebre de cadenas de reenvíos malolientes que ha puesto de moda el nuevo mundo digital que habitamos. Este círculo de engaño ha terminado salpicando injustamente tu nombre, especialmente en aquellos que no conocen tus libros y tus columnas en La Razón. Sí, ese periódico a quien el ABC está dejando casi sin columnistas: en un mes han volado Tomás Cuesta, José María Carrascal y Carlos Alsina. Y se comenta que en las próximas horas puede confirmarse alguno –o alguna- más. Menos mal que todavía les quedas tú. Tú y algún otro, como el gran Kiko Méndez-Monasterio, que aún no comprendo por qué nos privan de sus columnas a quienes no podemos hacernos con la edición madrileña del diario. Pero eso es otro asunto, que tal vez pueda solventar ahora Marhuenda.

Me temo que tu conocimiento del mundo de Internet es similar al que yo tengo sobre la época de cría de las abubillas, materia, esta última, que tú en cambio dominas “al dedillo”, que es una expresión incomprensible pero reconocida por la RAE. Normalmente las puñaladas en Internet son anónimas, por lo que no hay que concederles la misma importancia que cuando uno las recibe en el mundo real. Al enemigo cobarde hay que despreciarlo con la ignorancia.

Cuando el otro día leí el artículo en el que explicas a tus lectores lo sucedido y diriges al impostor aún menos lindezas que las merecidas, me imaginé a un Alfonso Ussía derrotado en su primer combate en el mundo digital. Este confidencial publicó también que te has planteado denunciar a quien ha tratado de usurpar tu pluma –de escribir- con esos insultos de tan mal gusto hacia Almodóvar, que no tienen ni tu gracia, ni tu estilo, ni tu experiencia, ni tu mala leche, ni tu buen humor, ni tu cultura, ni mucho menos tu elegancia. Pero en Internet yo dejaría las denuncias para delitos más graves: los abusos, las estafas y tantas otras basuras que flotan en esta Red llena de lo mejor y lo peor del ser humano.

Tampoco es cuestión de quedarse de brazos cruzados mientras media España utiliza ese falso artículo para ensuciar tu trayectoria a estas alturas. Con “a estas alturas”, admirado escritor, pretendo reflejar sólo envergadura vertical, no auditar primaveras. La mejor forma de deshacer un bulo virtual es poniendo en circulación un mensaje creíble que lo desmienta. Me comprometo a enviar a mis amistades y contactos cercanos –sin que sirva de precedente- esta carta abierta para que quienes reciban ese deplorable artículo sobre Almodóvar sepan que, por si tienen alguna duda, nada tiene que ver contigo. Animo a los que lo deseen a que hagan lo mismo, si reciben el falso “artículo de Ussía”. No se trata de una cuestión de tendencias políticas o simpatías personales, sino de justicia con el mejor escritor satírico español del momento. De Almodóvar, que también podría contribuir a desmentir el engendro, nadie espera nada bueno.

Sin más, me despido, con mi respeto y simpatía: ¡viva Alfonso Ussía!

PD: Ya lo he comentado aquí alguna vez, pero haría un gran bien a España una actualización del “Tratado de las buenas maneras” con una nueva versión capaz de diagnosticar a los cursis y horteras del siglo XXI. Urge.

 
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