Enumeración caótica pero bastante exhaustiva de las cosas que me gustan

Somos el cruce de las esperanzas y los recuerdos, la capacidad del deseo y los anaqueles de la memoria, las palabras de familia que hemos heredado, inteligencia y voluntad. Los años nos perfilan y establecemos relaciones afectivas con las cosas en parte porque -según decía Cernuda- siempre alivian la materia y los sentidos. Nos definen los gustos y los odios aunque por suerte siempre queda algo indefinible -como la capacidad de transigir- por más que los gustos y los odios a veces sean dogmáticos. Está claro que en la vida hay que tener algún criterio. Vaya aquí la enumeración exhaustiva y caótica de esas materialidades que de algún modo tienen para mí gratas resonancias en lo sentimental, sin el afán de hacer otro canon del gusto. Se trata más bien de pasar el rato con curiosidad e intrascendencia:   Los relojes de estación, Néstor Luján, un croissant la mañana de los sábados, los poemas de Samain, las violetas, las violetas caramelizadas, las aguas de olor, la expresión 'agua de olor', las marquesinas de autobuses que había en Sol y destruyó el alcalde, los escudos de los consulados especialmente en chalés ruinosos de ciudades portuarias, Virgilio, el amor según Alain Fournier, los galones de bonito del norte y también los de espárragos, la novela melancólica, los bares donde cada día hay flores frescas, la estatuaria clásica, leer a Chateaubriand, los aciertos de la arquitectura popular, el mobiliario urbano de mérito, los bustos, el acanto, el Florida Park, la vida según el semanario ¡Hola!, el Cointreau, haber fumado Gitanes negros, las novias extranjeras, las pastas de té, beber mientras cae la tarde, el concepto clásico de una merienda con chocolate, las rosas de Rilke, las colecciones de cráneos, el Bar Cock cuando aún está vacío, los camareros de Cuenllas, la Ilustración Española e Hispanoamericana, las mermeladas caseras, el 'espíritu Vilebrequin', leer a Tocqueville, 1900, el castellano bien hablado, el anticongelante, los túnidos, “La Habana, Cuba”, la gente que lleva camisas rosas o amarillas pero sobre todo rosas, los pintores de flores, los jardines botánicos, las mermeladas caras, ir a coger moras, tener un recadero, la vida de los galeristas, las profesoras de francés, saber quién es el mejor escritor de España, Calderón, el cocker del vecino, el Porsche del vecino, ¡la hija del vecino!, Estoril, tener hijos, la arrogancia natural de los ingenieros de caminos, los gatos muy gordos, las ciruelas claudias, las mermeladas inglesas, conocer a un etnomusicólogo, los momentos de hiperestesia, la clorosis, las venus del verano, la gente con instinto para las circunvalaciones, la Frick Collection, pasarlo pirata, veranear donde siempre, Sandua, Ausias March, López Velarde, los paisajes agrícolas, los polígonos industriales, los tratados de historia política, los billetes de 200 euros, las páginas de tauromaquia de los periódicos franceses, las camisas hawaiianas con botones de auténtico coco, las castañas, el bacalao, los salmonetes, las mermeladas francesas, un cartel que diga Stella Artois, el “Casino Español”, la columnata de Perrault, la fragata Numancia, los taxi-mercedes, los Baroja, los muros de ladrillo sobre los que creció el verdín del tiempo, desayunar higos, los bistrós auténticos, la ‘vie d’hôtel’, la Gran Peña, el dueño de ‘Chez Lyon’, los campos de golf en Murcia, las condecoraciones de países exóticos, los cinturones de cocodrilo, tener un amigo ornitólogo, comentar el auge de Ciudad Real, comer entre semana en ‘Asturianos’, las sumilleres sofisticadas, los nombres con carácter, Francisco Alegre y olé, Colombia, la merluza a la romana recién hecha, el libro de recetas de Ángel Muro con su apartado de ‘anfibios y reptiles’, las terceras del ABC, las viudas elegantes, ser amigo de Israel, escandalizarse todavía, insultar a los jóvenes, el Caribe hacia el siglo XIX, las bibliotecas fantasmales, la hora punta en las joyerías, Bécker, Poilâne, tener amigos portugueses, los mapas viejos, los puros Trinidad, el godello, la calle Piamonte, la filosofía del barrio, las mujeres con buen apetito, el olor a fermentación, el momento de gloria en que nos abren un oporto 'vintage', la poesía pastoril, la importancia de las ventanas en Europa Occidental, las ‘durian parties’, Otis Ferry, La Croix, comprar lámparas en Biosca y Botey, los quesos honestos, el vino tinto un poco fresco, la vocalización pija de G. Altozano, enamorarse de las camareras y que duela por siempre, Nuevo Digital, la liturgia católica como drama divino, el inmejorable Garcilaso, el material quirúrgico antiguo, desmitificar a Oscar Wilde, los leones heráldicos, los trajes cruzados, los sonetos de JRJ y Sánchez Mazas, los tricornios y las casas-cuartel, morir como Dios manda, el enoturismo con muchos matices, las botillerías de reflejos dorados, los reflejos dorados en general, los sillones de dentista, la admirabilísima revista del Casino de Madrid, los menús de fiestas del pasado, la luz del brandy, la sanación por el alcohol, las galletitas de Inca, la historia de las ideas gramaticales, el chic de las ciudades castellanas, los rótulos que indican 'Hotel', el rótulo magnífico del 'Hotel Tirol', el cordero y el cabrito, la resonancia íntima de los nombres de las calles, vivir en Menéndez Pelayo y no en Pablo Iglesias, las confiterías con ambiciones, el baba au rhum, los floristas más reputados, el color verde de las viñas, la presencia española en el Pacífico, la gente que no nos odia, los fenómenos espontáneos de casticismo, las danzas regionales, la leche no uperisada, la belleza de los cuchillos y las cuchillerías, divagar sobre utopismo urbanístico, la flor nueva de romances viejos, los paisajes, los jardines, los olivos, la luz a través de los castaños de indias, los gingkos, los paisajes mesetarios donde una alameda marca el río, las rosaledas, los desayunos de hotel que no son buffet, Cánovas, los episodios nacionales, Galdós, retirarse a un pueblo alentejano, las brochas de afeitar de pelo de tejón plateado, la almendra marcona y sus muchas posibilidades, los grandes felinos, la pimienta, la prosa enérgica del padre Nieremberg, los puertos comerciales, los contenedores de los barcos (China Shipping, Maersk), la tienda de Charvet, los masajes en el cuero cabelludo, George Horace Lorimer, San Luis Rey de Francia, los barrios chinos del mundo, los pimientos de Padrón, la aceituna morisca, saber de porcelanas, la gente con barba, las iglesias uniatas, el matrimonio clásico, los colores de los jockeys, las primeras habas y las primeras setas, el pintor Rosales, la miel, pasar calor con dignidad y sin sandalias, la exaltación musical en el coche, las camisas de Brooks Brothers, las colonias hechas de cítricos en las Islas Bermudas, el 'look' Ortega, los saleros y pimenteros, Mallet-Stevens, los pasodobles, las felicitaciones de Pascua, la gente que dice “de toda la vida”, los zapatos Church's aunque ya no son lo mismo, el cardenal Schönborn, Donald Fagen, el barrio de Auteuil, el champagne por cajas, las pescaderías pijas, el arroz 'bomba', la buena educación, Washington, el té Kousmichoff, encontrarse a Paloma Picasso, los cítricos raros, las plumas Pelikan que nunca fallan, las cerillas de los restaurantes, las 'filofax' frente a las 'palm', despertarse con energía, el Wall Street Journal, el hotel Meurice, la Restauración borbónica, el Conté, las editoriales nuevas, la arquitectura en tiempos de los Reyes Católicos, las aves muy exóticas, los ataques de ira, la monarquía danesa, comprar puros, la bonhomía de Konrad Adenauer, Vichy Catalán, Solán de cabras, las cabras en general, la trufa negra, la paletilla de bellota de Extremadura, el nudo de corbata a la primera, los ‘pasteis de natas’, la toile de Jouy, Leopardi, los artículos señoriales de Pérez-Maura, la arquitectura del XIX, el olor nocturno del jazmín cuando volvemos al campo, las chaquetas negras de lino, la selección portuguesa, fundar una quesería biológica, el 'Gloria', el club Pickwick, los seminarios menores, la gente muy rica, la gente que fue muy rica, honrar al padre y a la madre, el patriotismo inglés, la franela, los camarines chinos, llevar los gemelos de siempre, la vida y las sedas de Jim Thompson, exportar a Asia e invertir en Polonia, Jancis Robinson, Dirk Niepoort, los quesos de Tros de Sort, el mejor chocolate, las casas con patio, el pil-pil bien hecho, estrenar pañuelo, estudiar la inmigración andina, la literatura de Azorín como el agua más pura, el cristal de Waterford, Haydn, las carnes rojas, los nombres imaginativos de las líneas aéreas, pasar una temporada en el Tirol, los laboratorios Phyto, las gambas gabardina, la ensaimada, la obsesión por la parafarmacia, las calles dedicadas a viejos generales, las amistades celosas, Supracafé, la forma irregular de los cubos de azúcar de caña “La Perruche”, el románico asturiano, los pastores del Cáucaso, las secretarias, las escuelas de equitación para niños, aprender solfeo a los cuarenta porque nunca es tarde, el xilófono, los botiquines, la gente que sonríe y da las gracias y dice “por favor”, la expresión “¡Madre del amor hermoso!”, la Navidad en familia, el rape, Juan Valdés y su burro, el delicado color de las peonías, las sotanas blancas en los países calurosos, el besugo salvaje, las patatas nuevas, el color verde loro (tan de moda), las rosas de Ronsard, las cajas de cerillas, las viviendas sociales con interés arquitectónico, los moralistas franceses, la literatura clerical, los lunares, las corbatas de paramecios, Old England, las carrilleras, la gente agradablemente redondeada y gorda, el baño turco, tener hora con el masajista, el realismo, la ortodoxia, las madres de mis amigos, las familias militares, la íntima tristeza reaccionaria, Madrid de color azul y acacia, España.

 
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