¿Fin de un absurdo?

Con la aprobación en el Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes de Estados Unidos de un proyecto de ley que eliminaría la prohibición a los norteamericanos de viajar y mejoraría las condiciones para la venta de alimentos a Cuba se ha dado un paso importante para la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y terminar con una situación cada día más rechazada por los pueblos de ambas naciones. 

La iniciativa aprobada el 30 de junio fue presentada por Collin Peterson (demócrata), presidente del Comité, y Jerry Moran (republicano); 62 congresistas de ambos partidos la copatrocinaron, y la apoyaron 130 organizaciones agrícolas, empresariales laborales, religiosas, de política exterior, seguridad nacional, derechos humanos y otras. El proyecto de ley tiene que ser aprobada en los Comités de Relaciones Exteriores y Finanzas para después alcanzar su confirmación en el pleno de la Cámara, y subsiguientemente el Senado.

En los últimos tiempos crece el apoyo en la sociedad de Estados Unidos a la eliminación de las restricciones y la normalización de las relaciones con Cuba. Estudios de opinión pública indican que tanto entre la ciudadanía norteamericana como la de origen cubano existe mayoría a favor del cambio de la política. Las generaciones más jóvenes de ascendencia cubana demuestran estar cansadas de la retórica extremista, que no ha dado resultados positivos, sino que ha brindado coartadas a los sectores más recalcitrantes del régimen de La Habana.

En Cuba, la corriente de amistad hacia Estados Unidos es muy fuerte y se rechaza cualquier aislamiento, porque está claro que ha servido al gobierno cubano como instrumento para justificar su represión y el desastre nacional. Al Concierto por las Paz efectuado en septiembre de 2009, boicoteado por sectores minoritarios en la Florida, asistió voluntariamente más de un millón de personas, fundamentalmente jóvenes, y cuando los artistas expresaron palabras de paz entre los cubanos y amistad hacia los norteamericanos la multitud vibraba entusiastamente en claro signo de aprobación, lo que constituyó un plebiscito por el amor, el entendimiento y rechazo total al odio.

Estudios de opinión realizados por organizaciones independientes cubanas muestran una abrumadora mayoría a favor de la amistad con Estados Unidos, en un ambiente de respeto mutuo. Esto no debe extrañar, dadas los tradicionales vínculos culturales e históricos entre nuestras dos naciones. Esa misma disposición ha tenido la Iglesia Católica Cubana, la institución independiente con mayor credibilidad actual, y recientemente los 74 conocidos activistas de la sociedad civil que dirigieron una carta a los congresistas norteamericanos en apoyo a la propuesta de ley HR 4645. Posteriormente han expresado su conformidad con la misiva otros destacados disidentes, como el Dr. Darcy Ferrer, excarcelado en días recientes.

Aunque las relaciones económicas, comerciales, artísticas, deportivas, académicas, religiosas y otras no cambian por sí solas la realidad de un país, y no se piensa que por llegar los turistas norteamericanos a Cuba desaparecerá el totalitarismo, la historia demuestra que el encuentro entre los pueblos sí puede contribuir a impulsar cambios democráticos, objetivo sólo lograble en nuestra nación por la decisión, voluntad y esfuerzos del pueblo cubano.

La diplomacia popular resulta muy valiosa en la lucha por la democracia. Esto se probó en Europa del Este y España, cuando iniciativas precisamente respaldadas por Estados Unidos, incluso durante Administraciones republicanas (Eisenhower, Nixon y Reagan) dejaron las políticas de aislamiento, levantaron embargos y facilitaron el libre flujo de las ideas. 

Hay que recordar que si Estados Unidos es la primera potencia militar del mundo, su potencial en el campo de las ideas y su experiencia democrática resulta aún superior. Lamentablemente, hasta ahora, esto no ha sido comprendido en el caso de Cuba. 

La victoria obtenida en el Comité de Agricultura es promisoria y, sobre todo, oportuna, cuando se efectúan conversaciones entre la iglesia Católica Cubana y el gobierno, que podrían permitir la liberación de los prisioneros de conciencia y políticos pacíficos, así como abrir las puertas a los cambios urgentemente necesitados por la nación cubana y a un diálogo más amplio entre todos los cubanos, sin exclusiones, donde por supuesto debe participar activamente nuestra comunidad residente en el exterior. 

 

De aprobarse la ley, sería un espaldarazo a este proceso, que dejaría a los elementos ultrareaccionarios dentro del gobierno sin un poderoso argumento para seguir manteniendo el totalitarismo.

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