Ganó CiU, pero ¿quién gobernará en Cataluña?

Las elecciones celebradas el día de todos los santos en Cataluña han servido para despejar sólo una de las dos incógnitas importantes que pendían del resultado de las urnas. La coalición Convergencia i Unió, como pronosticaban todas las encuestas, ha sido la fuerza política ganadora con 48 escaños y el 31,50% de los votos, pero este resultado no le garantiza poder gobernar. La mala noticia para los convergentes es que el “tripartito” PSC-ERC-ICV, que ha gobernado durante los últimos tres años, sigue sumando los escaños necesarios para tener la mayoría absoluta. La irrupción en el Parlamento de Cataluña de una nueva formación política, Ciutadans, con tres escaños, ha sido la gran novedad de estas elecciones y sin duda animará la política catalana.   Junto a la situación de incertidumbre de quien gobernará en Cataluña también es digno de destacar el importante descenso tanto en escaños (5) como en votos (4,3 puntos porcentuales) de los socialistas catalanes, lo que en gran parte se puede atribuir al escaso peso específico de su candidato Montilla si se le compara con Pasqual Maragall. Asimismo, el PP ha conseguido mantener prácticamente los resultados de hace tres años lo cual supondrá un alivio para Rajoy pero confirma que en unas elecciones generales, Cataluña seguiría siendo para los populares uno de sus “agujeros negros” junto a Andalucía.   Aunque CIU ha sacado una cómoda ventaja –11 escaños y más de 135.000 votos de diferencia- a la segunda fuerza política, el PSC de Maragall y Montilla, sin embargo, todas las combinaciones de gobierno están abiertas en Cataluña tras los resultados electorales y habrá que esperar a las próximas semanas para ver pon donde se encaminan los posibles pactos. En dos de las posibles combinaciones, Esquerra Republicana, que ha retrocedido dos escaños con respecto a las elecciones de 2003, seguiría teniendo la llave.   El principio básico en una democracia parlamentaria es que si ningún partido tiene una mayoría absoluta para gobernar, lo tendrá que hacer aquel que consiga suscitar en torno a sus siglas el mayor apoyo parlamentario. Eso es así, por mucho que pueda contrariar a quien habiendo sido el partido más votado y con mayor número de escaños, sin embargo ve como a la hora de formar gobierno, son otros los que consiguen aunar mas voluntades. Eso pasó en Cataluña en noviembre de 2003, cuando habiendo sido CIU la formación política que obtuvo más escaños (46, aunque muy lejos de la mayoría absoluta situada en 68), vio como era el PSC (42 escaños) el que lograba formar gobierno junto a ERC (23 escaños) e IV (9 escaños).   Ahora, tras los resultados electorales del uno de noviembre, hay varias posibilidades de gobierno abiertas. Está en primer lugar la gran coalición CIU-PSC, que tendría una holgada mayoría en el Parlamento de Cataluña (85 escaños de 135) y que es la fórmula de gobierno preferida, sin ningún tipo de duda, por los poderes fácticos en Cataluña y también por los ciudadanos, como así han puesto de manifiesto las encuestas previas sobre preferencias de coaliciones post-electorales. También parece que es la fórmula preferida por Zapatero, porque esa gran coalición, que podría adoptar la forma de apoyo parlamentario del PSC a CIU sin necesidad de formar parte del Gobierno de la Generalitat, tendría la ventaja añadida para Zapatero, que le aseguraría el apoyo de los diputados de CIU en Madrid.   Otra posibilidad de gobierno sería la reedición del “tripartito” PSC-ERC-IV. Los números dan para llevarlo a cabo, aunque ha sacado cuatro escaños menos que en el 2003, pero no parece que Zapatero, uno de los principales impulsores de esa fórmula hace tres años junto a Maragall, Aunque esté por la labor de volver a tener que soportar el excesivo poder que ese tipo de gobierno dio a un partido tan radical como Esquerra Republicana. Las presiones que va a tener Montilla para reeditar ese “tripartito” van a ser muy fuertes, procedentes sobre todo de sectores de la izquierda en Cataluña, a los que les horripila volver a tener que “soportar” a CIU al frente de la Generalitat, administrando su cuantioso presupuesto.   Una tercera fórmula sería la coalición CIU-ERC, que supondría un gobierno muy escorado al nacionalismo, con muchos más inconvenientes que ventajas, sobre todo para los convergentes que se verían siempre superados por el radicalismo del partido de Carod Rovira. Ese sería el peor gobierno para Zapatero en Madrid.   La alta abstención registrada en las elecciones –el 43%, seis puntos más que en el 2003- es un claro síntoma del hartazgo de los ciudadanos con una clase política que ha estado en esta última legislatura muy alejada de las preocupaciones reales de aquellos. El “tripartito” tuvo como único objetivo la elaboración y aprobación del nuevo Estatuto, al que uno de los socios, ERC, negó su apoyo en el referéndum, pero dio la espalda a problemas reales como el del barrio del Carmelo de Barcelona.

 
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