¡Menudo curso político!

Cuando media España se encuentra de vacaciones estivales y la otra media se dispone en los próximos días a ello, es un buen momento para hacer un balance de lo que ha sido uno de los cursos políticos más intensos de los últimos años.

La primera conclusión es que la sociedad española está en estos momentos más crispada, más dividida, más cabreada, con perdón, que hace un año. Lo anterior es una mera descripción de la situación, admitiendo por supuesto la carga de subjetivad que conlleva. Pero lo importante es preguntarse a qué se debe este estado de cosas, quién lo ha provocado.

Habrá que admitir que quien gobierna siempre tiene un mayor grado de culpa, tanto para lo bueno, como por supuesto, para lo malo. Y el actual Gobierno de Zapatero es en gran medida el responsable de la situación que se está viviendo en España. Zapatero se ha atrevido a hacer en sus primeros quince meses de Presidente del Gobierno cosas que ni Felipe González cuando ganó por primera vez las elecciones en 1982 con una amplísimas mayoría –200 escaños- se atrevió a hacer. Hay muchas cosas discutibles en la gestión del actual Presidente del Gobierno, pero sin duda la que más, es el espíritu revanchista con la historia reciente de España o con su antecesor, que guían muchas de sus actuaciones. Así ha sucedido cuando se han reabierto viejos debates que estaban superados y olvidados por los españoles, como todo lo referido a la Guerra Civil o al régimen de Franco.

Por no hablar de las provocaciones a lo que son los valores morales de una sociedad con medidas como la equiparación de las uniones entre homosexuales al matrimonio entre un hombre y una mujer, con el agravante añadido de la posibilidad de adoptar niños por parte de los primeros. La última decisión aprobada en el Consejo de Ministros de la pasada semana, derogando la Ley de Calidad de la Educación y haciendo desaparecer en la práctica la asignatura de la religión cuando más del 70% de los padres han pedido que se mantenga como materia evaluable, es otro desgraciado ejemplo de esa provocación.

Zapatero también ha querido romper con el pasado reciente de los gobiernos de Aznar en materias tan importantes como la lucha antiterrorista, la política exterior o el Plan Hidrológico Nacional. Se trata de hacer siempre lo contrario de lo que llevó a cabo su predecesor en la Moncloa, simplemente por el prurito de no aparecer como continuador de unas políticas que dieron muy buenos resultados. Al final, lo que ha conseguido es que amplios sectores sociales hayan empezado a mostrar un importante nivel de hastío y enfado ante las políticas sectarias del actual Gobierno y especialmente de su Presidente.

Zapatero ya ha comenzado a tener respuesta social donde más le duele: en la calle. Hasta cuatro manifestaciones importantes han tenido lugar en los meses de junio y julio: dos en Madrid –la de las víctimas del terrorismo para pedir que no se negocie con ETA y la de la defensa de la familia-, una en Salamanca para pedir que no se traslade el Archivo de la Guerra Civil a Cataluña y en Murcia para protestar por la falta de agua.

Como además las desgracias nunca vienen solas, el Presidente del Gobierno ha tenido un muy mal fin de curso, debido a la mala gestión con motivo del incendio de Guadalajara que se cobró once vidas humanas. Zapatero ha tardado siete días en ir al lugar de los hechos y cuando ha ido, ha sido de forma casi clandestina, para evitar los reproches de los vecinos, absolutamente indignados con lo sucedido. Al final, los errores se repiten, y si Aznar empezó su declive con motivo del hundimiento del Prestige, quien sabe si al actual inquilino de la Moncloa le sucederá lo mismo con el incendio de Guadalajara.

De momento, con motivo de este suceso y con otras actuaciones gubernamentales, los ciudadanos tienen elementos más que de sobra para saber que del “talante” predicado por Zapatero queda ya muy poco. Que más bien nos encontramos ante un Presidente del Gobierno que sonríe mucho pero que escucha poco; que no negocia nada y que muchas de sus decisiones están guiadas por un radicalismo extremo, innecesario en la España de los comienzos del siglo XXI.

Pero, de momento, esto es lo que tenemos. Así que a descansar y a recuperar fuerzas, porque si el curso político que ahora termina ha sido duro e intenso, el que viene en setiembre, promete estar lleno de emociones fuertes. Buen verano a todos.

 
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