Morirse de frío

Miquel Barceló ha terminado su obra artística en el Palacio de la ONU. Está situada en una sala que desde ahora pasará a llamarse “sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones”. Cuando el artista llegó al lugar hace más de dos años, se encontró con un techo desnudo y frío. Más bien feo. Le encargaron adornar la bóveda. Después de un largo e imaginativo trabajo ha logrado algo que parecía imposible: ha conseguido que la bóveda luzca más fea aún. Valórenlo porque esto no está al alcance de cualquier artista.

Gracias a El Confidencial Digital hemos sabido que construir la “Capilla Sixtina del siglo XXI” –así la ha bautizado el ministro Moratinos- ha costado 20 millones de euros. Una birria si tenemos en cuenta el sueldo vitalicio de 1200 escudos de oro anuales que recibió Miguel Ángel por su Capilla Sixtina del siglo XVI. Ignoro la posible equivalencia entre los escudos de oro del Papa Pablo III y los euros de Miguel Ángel Moratinos, pero no creo que ese detalle les inquiete lo más mínimo. Cuando el ministro se refiere a la bóveda como la “Capilla Sixtina del siglo XXI” está siendo extremadamente generoso con Michelangelo, que en realidad jamás podrá llegarle a las barbas a Miquel Barceló. La Capilla Sixtina es hermosa, pero carece de estalactitas de colores. Representa una parte de los pilares de la historia de la humanidad, pero esos pilares no tienen ni la altura, ni la profundidad, ni la solidez de la Alianza de Civilizaciones. Pero sobre todo, en la Capilla Sixtina no hay rastro alguno de “espuma marina”. Desconozco cómo se le permitió a Miguel Ángel hacer la Capilla Sixtina sin espuma marina. Me parece intolerable. Una obra de arte sin espuma marina es una obra de arte coja, huérfana de cualquier signo de belleza y ayuna de valores artísticos e ideológicos relevantes. Algo así no merece subvención de ningún tipo.

Tengo gran interés en profundizar en uno de los conceptos que ha lanzado el ministro mientras se deshacía en elogios a la bóveda de Barceló. Ha dicho Moratinos que sus estalactitas de colores representan “un diálogo de culturas y colores”. Confieso que contemplo con cierta desconfianza la posibilidad de un diálogo de culturas. La “cultura” puede hacer referencia a muchas cosas. Desde un conjunto de conocimientos hasta lo que conocemos por “civilización”. Pero la “civilización” tampoco habla. Es un estado cultural que pueden alcanzar las sociedades humanas, pero no es un interlocutor válido. No veo al latín hablando con la física cuántica. Ni a los conocimientos sobre la revolución francesa charlando animadamente con los bailes tradicionales gallegos. Si la charla entre culturas que dice practicar Moratinos me causa extrañeza, lo de los colores no me deja dormir tranquilo. Me asombra la posibilidad de que los colores dialoguen. Y me asaltan todo tipo de preguntas. ¿Qué se dirán? ¿Será el rojo enemigo del azul o del amarillo? ¿El azul será azul o naranja? ¿Hablarán el mismo idioma el blanco y el negro? Si se confirma que Barceló ha conseguido que los colores dialoguen, me quitaré el sombrero ante semejante proeza, digna del Nobel de la Ciencia, porque si es cierto, ese hombre no es un artista, es un mago. Y Moratinos un cazatalentos sin igual.

Supongo que cuando esta “Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones” esté inaugurada habrá que poner en marcha otra bobada parecida. Otro lugar donde los millonarios de siempre puedan reunirse para denunciar durante un par de días las injusticias que sufren los pobres de siempre. Pero esta vez trataré de meter el cazo en la sopa pública a tiempo. Por eso propongo ya mismo la creación del “Monolito por el Amor Fraterno a Oriente”, que podemos ubicar en Andalucía. También apuesto por la “Sede de los Observatorios para los Observatorios”, que podría estar en Tenerife, que allí se ve todo más despejado. Propongo también el “Coliseum de la Libertad de Expresión”, que podríamos instalar en Cataluña, expropiando el edificio de COPE Barcelona, por ejemplo. Y por último, mi propuesta más ambiciosa, la creación del “Gran Palacio del Diálogo, la Simpatía y el Buen Rollito”, que situaría en algún descampado en las inmediaciones de Perpiñán. Yo mismo me encargaré de decorar todos estos edificios y monumentos con creatividad e ingenio. Más abajo pueden encontrar mi tarjeta de contacto, mi carné de artista pacifista y una fotocopia compulsada de la imagen actual de mi ceja. Aprovecho para añadir que también hago miniaturas de Cúpulas de la Solidaridad, Amuletos contra el Cambio Climático y Bovedillas del Talante a precios de risa. Hasta diciembre, rebajas. No se lo pierdan.

Dice Moratinos que el arte no tiene precio. 20 millones de euros. Repaso la cifra, veo la bóveda y comprendo por qué dicen que el arte es morirse de frío.

 
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