Suena a hueco

Desde luego no hay términos más hermosos que paz, corazón o libertades de los españoles. Aplicados a la salmodia tras la muerte de otro soldado español en las operaciones de combate en la guerra afgana suenan a vacío; pues el término paz parece un enmascaramiento de la guerra, la guerra para acabar con todas las guerras o la guerra para traer la paz- que es el objetivo de todas las guerras, claro- salvo de las estrictamente defensivas, que no es el caso pues en Afganistán, tan lejos, no se entiende muy bien de que nos defendemos. En cuanto a la libertad de los españoles parece más amenazada por medidas que se toman entre nosotros que por lo que pueda ocurrir en tierras afganas. Lo del corazón parece un término políticamente conveniente para eludir referencias estrictamente castrenses que, como se sabe, están prohibidas para nuestras tropas, incluso en la hora amarga de la muerte.

La justificación de atender a nuestras obligaciones internacionales parece más cercana a la realidad pero es arriesgada, pues en todos los conflictos coloniales y neocoloniales, incluido el trágico de Marruecos, se libraron con fuertes referencias al prestigio exterior de la Nación. El prestigio es una causa fuerte de la acción exterior, hasta el punto de haber provocado algunas guerras contra toda razón. Uno piensa que no estando en juego ningún interés nacional claro en el conflicto afgano, solo el prestigio explica el empecinamiento estadounidense.

Con la nueva estrategia de incorporar talibanes a la posible solución afgana, cada vez está más claro que el discurso de la libertad y los derechos de los afganos y afganas es otra mascara que apenas se sostiene. Parece como si algunos, casi todos los europeos, siguiésemos en esa guerra a la espera del desenganche definitivo.

¿Se puede morir con honor en una guerra sin sentido? La pregunta no es superflua toda vez que muchos sitúan todo el honor del ejército en la justificación ideológica de la guerra, en la bondad del objetivo de progreso. Si es por la paz, por la extensión del sistema métrico decimal, por el equilibrio universal, habrá sentido, en caso contrario, no. Pero no debe desdeñarse el honor vinculado a la camaradería, a la unidad en la que se sirve, a la responsabilidad de unos por otros y a la propia bandera. No hay un trozo de tierra sin una tumba española. El honor de estas no se encuentra en el acierto de los diversos gobiernos que enviaron a nuestros hombres a morir allí. Por eso se puede apoyar a los nuestros incluso con la profunda convicción de que hay que traerlos cuanto antes desde las estepas asiáticas.

 
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