Tres maneras de celebrar la Constitución

Ya se sabe que cada año, cuando se acerca el 6 de diciembre, los ciudadanos somos literalmente bombardeados por los políticos y la mayoría de los medios de comunicación que no paran de hablar de la Constitución y de su significado. Habitualmente se repiten un conjunto de tópicos y lugares comunes sobre nuestra Carta Magna que acaban aburriendo, si se me permite la expresión coloquial, hasta a las ovejas. Para no caer en ese error de lo “políticamente correcto”, quería subrayar tres hechos sucedidos en estos últimos días en torno a este nuevo aniversario, el trigésimo primero, de la aprobación de la Constitución.

El primero lo protagonizó el líder de la oposición y presidente del PP que en un arranque de “originalidad” invitó a la sede central de su partido en la calle Génova de Madrid a los alumnos de 11-12 años de un colegio de Sevilla la Nueva. Rajoy, que no es precisamente un dechado de gracejo arrollador –ese arte se lo deja al veterano Javier Arenas- les colocó a los pobres niños una “ladrillazo” de explicación sobre lo que era y suponía la Constitución que rozó claramente el infanticidio.

Pero la sorpresa saltó cuando acabada su tediosa exposición, y abierto el turno de intervenciones, la primera pregunta fue la de un niño que con toda su inocencia planteó: ¿me puede explicar para que sirve la Constitución? La cara de Rajoy fue una mezcla de desconcierto, desazón, aburrimiento y la contestación dejó bien a las claras la absoluta falta de cintura del líder popular ante situaciones de este tipo: “pues la Constitución sirve para todo lo que acabo de explicar”, con lo cual, todos satisfechos: el niño, porque había conseguido preguntar lo que seguramente su profesor le había indicado y Rajoy, porque de esa manera evitó tener que volver a hacer el esfuerzo de repetir lo que había dicho instantes antes.

Menos gracia tuvo la celebración, por llamarlo de alguna manera, que llevaron a cabo los cachorros de Esquerra Republicana de Catalunya, que en un alarde de ingenio y de agudeza mental elaboraron un gran pastel de chocolate con la inscripción “comerse la Constitución” que fueron repartiendo a los viandantes de Barcelona que pasaban por el lugar. Y presidiendo este acto, una sabana en la que se podía leer: “Muerte al Borbón franquista”. Todo como se ve muy “cutre”, aunque en la línea de los Carod Rovira, Puigcercos y compañía. Y estos, que conviene recordar son los socios de Zapatero y Montilla en el Gobierno de Cataluña, son los que luego se rasgan las vestiduras si alguien se atreve, por ejemplo, a decir que el Estatuto de Cataluña tiene aspectos claramente inconstitucionales.

Pero el hecho más novedoso, más refrescante, de los que aportan un poco de aire fresco a un ambiente político tan impregnado de mediocridad, lo protagonizó un estudiante de un colegio de Madrid de nombre Javier Borderías, que participó desde la tribuna del Congreso de los Diputados en la lectura de artículos de la Constitución. A este joven de 17 años le tocó leer el artículo 28, referido al papel que la Carta Magna otorga a los sindicatos. Después de leerlo, ni corto ni perezoso espetó lo siguiente: “tengo que añadir que me da pena y vergüenza que los sindicatos no ejerzan este derecho en los tiempos que corren”, momento en el que la Vicepresidenta del Congreso, la socialista catalana Teresa Cunillera, le cortó la palabra y le conminó a abandonar la tribuna, no sin que antes, esta joven revelación acabara su crítica a los sindicatos diciendo: “y que se dediquen exclusivamente a bailar el agua al señor Presidente del Gobierno”.

Es decir, tiene que ser un chaval de 17 años el que se atreva a decir desde la tribuna del Congreso lo que muchos españoles piensan y además tenga que hacerlo sorteando la rigidez de una Vicepresidenta del Congreso. No me digan que este hecho no es un soplo de esperanza para los que tenemos casi completamente perdida nuestra confianza en la actual clase política. Si de aquí a unos años surgen algunos más “Javieres Borderías”, incluso a lo mejor, esto tiene arreglo.

 
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