El rap de Garoña

Hace cosa de dos semanas, los trabajadores de la central nuclear de Santa María de Garoña lanzaron un videoclip casero (está en Youtube) como recurso a la desesperada, para dirigirse por la vía heterodoxa a un gobierno que ya tenía decidido su finiquito. La pieza es de un amateurismo que mueve, en iguales proporciones, a la solidaridad y al alipori.

Mientras suenan los primeros compases musicales, bajamos con el Google Earth desde el espacio sideral hasta el valle de Tobalina, entramos en la central, se nos muestran imágenes de las instalaciones, varios empleados rapean su protesta, unos con gesto más bien desafiante, otros más bien resignado, y a los tres minutos volvemos a ascender con el Google Earth hasta el espacio exterior, que nos ofrece la vista esférica y azul del mundo mondo.

Con este videoclip, uno tiene sentimientos encontrados. Por una parte, constata de nuevo que el rap produce efectos de risión cuando se saca del contexto cerrado de la cultura hip hop, y más si la intención de fondo es seria, como aquí. No pega nada que un señor canoso, en la cincuentena, con barba, gafas, camisa clara y jersey verde de lana, en definitiva, con enorme pinta de ingeniero, se arranque como un mc en este plan: «Hablamos de Garoña, / la central nuclear. / Trabajamos con esmero, / y… ¿me la quieres cerrar?».

O pega menos todavía que dos empleadas del circuito cerrado –según figura en subtítulo explicativo–, ataviadas con los guantes, el mono y el casco reglamentarios, coreen a dúo, con el desenfado propio de este estilo lenguaraz: «Que si es mala y contamina, / que si es cara e improductiva, / que no mola, es radiactiva. / Oye, tío, tú alucinas». Algo falla en la coherencia interna de la situación. Si aún se tratara de Homer Simpson…

Por otro lado, uno también reconoce que de esta manera, comedianta y ridi, los trabajadores han demostrado disponer de un saludable espíritu de unidad y de un impulso activo para defender lo importante. Por supuesto, también han logrado su objetivo de llamar la atención, en un debate que se mueve a menudo en estrictos ámbitos teóricos, y que suele soslayar a quienes piden algo tan sencillo como preservar su medio de ganarse la vida.

El videoclip, decía, salió hace cosa de dos semanas. La pasada, lo trastocó todo el terremoto de Japón, con sus consecuencias en Fukushima. Para inquietante coincidencia, ambas centrales tienen idéntica tecnología, las puso en marcha la misma empresa el mismo año. Casi había olvidado ya el rap de Garoña, pero me volvió inmediatamente a la memoria tras desatarse el pánico nuclear. Causa melancolía que a esos trabajadores voluntariosos y ocurrentes, la última esperanza laboral les haya durado siete días, con el injusto finiquito añadido de una tragedia interpuesta.

 
Comentarios