A vueltas con el abuelo

La denominada Ley de Memoria Histórica comenzó la pasada semana su debate parlamentario en el Congreso de los Diputados con el rechazó de las enmiendas a la totalidad presentadas al proyecto de ley, bien es cierto que por muy diferentes motivos, por el PP, IU y Ezquerra Republicana de Cataluña.

Lo primero que habría que decir de esta Ley es que si el Presidente del Gobierno en lugar de Zapatero fuese otro socialista, no se hubiera presentado. Dicho de otra forma: esta iniciativa legislativa es consecuencia de la fijación mental que tiene el actual Presidente del Gobierno con revisar el pasado, concretamente la Guerra Civil y todo como consecuencia de su ya famoso y controvertido abuelo, el capitán Lozano.

Poner patas arriba el consenso y la superación del pasado logrado en la transición política, como consecuencia de una auténtica obsesión personal, dice mucho de la absoluta falta de miras, de la ausencia de la responsabilidad exigible a quien ocupa la Presidencia del Gobierno de España.

Esa obsesión por su abuelo no es un lugar común, un recurso fácil para la descalificación. Quien esto escribe fue testigo del siguiente hecho acaecido el 17 de febrero de este año en el Palacio de la Moncloa. Zapatero quiso recibirnos ese día a los organizadores del III Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo que había tenido lugar días antes en Valencia y al que él tuvo a bien no asistir, aduciendo esa cosa tan cursi y normalmente falsa de “problemas de agenda”.

Entre los que acudimos a la Moncloa para trasladar al Presidente las conclusiones del citado Congreso de Víctimas, se encontraba María Jesús González, madre de Irene Villa y que estuvo en la entrevista en su calidad de Vicepresidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo. Después de los reproches que educadamente pero con toda claridad le hice a Zapatero por no haber acudido a Valencia –que he de reconocer aceptó sin pestañear- tomó la palabra María Jesús González, para plantearle al Presidente que le dijera como podía explicar a su hija Irene ciertas cosas que él estaba haciendo en la política antiterrorista y que en su opinión estaban suponiendo una clara cesión ante la banda terrorista ETA.

“Ponte por un momento en mi lugar Presidente y dime que le dirías a mi hija” fue la frase final de María Jesús González. En ese momento, Zapatero, adoptó ese tono solemne que suele sacar en algunas de sus comparecencias públicas y dijo lo siguiente: “claro que me puedo poner en tu lugar; no me cuesta nada. Dile a tu hija Irene que a mi abuelo le asesinaron en la Guerra Civil”. En aquel instante todos los que estábamos en torno a la mesa de la reunión no sabíamos que hacer, ni que decir, ni a donde mirar. Unos por rabia, otros por indignación y algunos por el auténtico desconcierto que produjo esa intervención de Zapatero.

De nada sirvió que la madre de Irene le rebatiera inmediatamente que no eran cosas comparables: que su hija y ella misma habían sido objetos de un atentado terrorista y que su abuelo murió en una guerra. Dio lo mismo. Zapatero, erre que erre que a su abuelo le mataron en la guerra los “nacionales”. ¿Queda más claro con este sucedido real lo de la obsesión presidencial?

Se podrá intentar desde las filas gubernamentales disimular como se quiera esa circunstancia tan personal y tan particular que ha motivado la presentación de este proyecto de ley, pero por si alguien albergase todavía alguna duda de sus efectos nocivos, que solamente se pare a contemplar la “guerra de esquelas” de uno y de otro bando a la que hemos asistido atónitos los ciudadanos en los últimos meses en dos periódicos de difusión nacional.

Una ley, la denominada de la Memoria Histórica por tanto, absolutamente innecesaria, arbitraria, que reabre viejas heridas del pasado y que como se vio en la votación de las enmiendas de totalidad en el Congreso, a nadie satisface. Un auténtico fiasco, uno mas, de este Gobierno y de su Presidente, empeñados en gobernar pensando no en los intereses generales de los ciudadanos, sino en el de unos sectores minoritarios y radicales. Pero esto es lo que hay.

 
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