Carlos Sobera, comunicador

“Telebasura es toda aquella forma de hacer televisión que se aproveche de la gente, mienta o tergiverse la realidad. Incluyo telediarios y programas de debate”

Carlos Sobera es presentador con gancho, actor de cine en busca de su ópera prima, productor y actor de teatro con tablas, editor de revistas, simpático y socio del Athletic. Ahora, la estrella presenta Cosmos y estrena su penúltima película: Bendita calamidad. Sin segundas.

Carlos Sobera
Carlos Sobera

Es el emoticono de las cejas-arriba-esto-es-un-atraco. Al salir de clase se hizo famoso con el 50x15. Le gusta la pasta, pero no quiere ser millonario. Repudia chupar banquillo. Busca guerra, escenarios, focos. Tiene cuatro retos como cuatro catedrales: repescar Un, dos, tres, llevar la batuta de un late night, presentar los Goya y hacer monólogos. Con el permiso de Dani Rovira. Casi ningún apellido vasco, pero con su bufanda del Athletic ondeando en el despacho. Rh positivo. No quiso ser el Milá de Gran Hermano. Y eso, en una España de liberales agresivos y sordos, es de estatua ecuestre. Por lo menos.

Carlos Sobera tiene el don de la ubicuidad y añade algo de la versatilidad cultural de Fernando Pessoa. Les cuento. En estos momentos, la ceja más famosa y menos politizada de la televisión española presenta Cosmos (Mega, Atresmedia), protagoniza El Ministro en el Teatro Infanta Isabel (Madrid), se prepara para el estreno de su penúltima película Bendita Calamidad, y dirige la revista Más viajes: Españoles por el mundo. Y todo, así, con las mismas canas de siempre desde que Quién quiere ser millonario le encumbró al Olimpo de los presentadores más míticos de la tele, junto a Jordi Hurtado, Constantino Romero, Kiko Ledgard y Mayra Gómez Kemp.

Nos recibe en el pico más alto de España situado discretamente entre las calles poligoneras de San Sebastián de los Reyes. A la sombra de Antena 3 Televisión. Le vemos de aquí para allá en una redacción de revista, pero esto no es una serie, es su vida real.

Su despacho es de diseño exclusivo. Cosas. Chulas. Elementos vintages, objetos del mundo. En primer plano, desmelenada, como quien no quiere la cosa, una bufanda del Athletic posa juguetona sobre el respaldo de una silla. De fondo, un inmenso mapamundi ante el que Carlos, de los Sobera de toda la vida, se hace pequeño y humano.

Un tipo normal, sin maquillaje de couché, en camisa de cuadros, vaqueros y deportivas. Hacemos unas fotos. Las borda. Y después pasamos al diván de las preguntas en serie. Se sienta cómodamente. Está usted en su casa, caballero…

Lluvia de preguntas para la nueva estrella del Cosmos. No pasapalabra. Si Un, dos, tres estuviera en parrilla, él cocería el programa. Si Vip Guay levantara la cabeza, él sería el nuevo Emilio Aragón. Tiene hasta físico para un Pekín Exprés. Él puso cara a los programas modernos del siglo XXI y dio calabazas a Gran Hermano. Sólo con eso, era obligatorio conocer al nuevo Capitán Planeta.

Es lunes. La resaca del café de barrio de Pablo Iglesias y Albert Rivera está en la calle. Llueve con pereza. Buenas tardes, Carlos, me entran ganas de decirle Tu cara me suena, pero la dignidad tiene un precio.

Cada “usted” transcrito en esta entrevista es, en verdad, un tú. Cada “fantástico” o “fenomenal”, un taco sonoro de los que podríamos denominar. Cada punto suspensivo es un (risas). Este es el código básico. Podríamos editar toda esta conversación con emoticonos. Pero no somos tan horteras.

Ahora, silencio. Se rueda en directo.

¿Qué hace un señor tan divertido como usted locutando el Big Bang?

 

No… No estoy locutando el Big Bang. Yo hago las introducciones. En el minuto antes del programa americano de National Geographic hago una presentación pedagógica sobre lo que el público se va a encontrar. Y después llega el Big Bang, o lo que sea, sin mi locución, lo cual es una gran ventaja para el espectador, porque yo no tengo ni idea de física cuántica, macho.

¿Qué supone Cosmos en el curriculum multidisciplinar de Carlos Sobera?

Cosmos es un gran producto, hecho de una manera puntillosa desde el punto de vista del contenido y de la imagen. Asociarme a un producto así es un honor. Es un producto que amo. En los años 80 me compré en el kiosco la colección original de Carl Sagan en VHS, así que, además de un honor, Cosmos es una especie de reencuentro conmigo mismo.

¿Qué le interesa de verdad a usted del cosmos y sus circunstancias?

Me interesan muchas cosas. Yo, como todos, también me pregunto de dónde vengo, y hacia dónde voy. Últimamente también me pregunto cómo diablos vamos a conseguir sobrevivir en este planeta, porque cada día lo veo menos claro… El origen de la vida siempre me ha atraído mucho.

No sé si todas mis dudas están resueltas, pero estos tipos se acercan bastante a resolverlas. Y eso, por otra parte, me crea inquietudes…

Lo que más me interesa, sobre todo, es hacia dónde podemos ir. Como a mucha gente, me preocupa saber si tengo futuro. El universo, aparentemente, tiene sus límites, pero está lleno de oportunidades. Y esas oportunidades son las que quiero explorar.

Me atrae saber hasta dónde podemos llegar, dónde podemos habitar, si hay otros seres extraterrestres… Me encantaría hacer una Champion League intergaláctica, porque para eso soy socio de un club tan grande como el Athletic de Bilbao. Se nos queda pequeño el rollo este de Europa… Necesito algo más allá. Todo esto me motiva mucho…

Me gusta pensar que, en vez de irme a dar una vuelta por Móstoles, podré pasear por el espacio. Esa visión fantástica de un mundo posible me atrae.

¿Usted es de Dios creador o de chispas que lo ordenan todo?

No lo tengo muy claro. Me cuesta mucho pensar que haya existido un Dios creador, porque estos puñeteros astrofísicos se empeñan en demostrarme lo contrario todos los días, y son muy convincentes… De todas maneras, hay una pregunta que nadie puede contestar: si la teoría del Big Bang es correcta y el origen del universo es una gran explosión, ¿qué pasó antes? ¿Quién encendió la mecha? ¿Qué provocó la explosión? O sea que igual sí hubo un todo Creador…

¿Quién es Sobera y de dónde viene?

Soy un marciano, y lo sabe todo el mundo. Vengo de Barakaldo, y acabaré en un agujero negro, amigo. Así acaba la vida antes o después… Sólo que, antes de acabar en ese agujero negro concreto, me gustaría visitar algunos agujeros negros espaciales. Y, por favor, que antes de que me toque el agujero negro definitivo, me aclaren los científicos si tengo o no que congelarme. Este tema me tiene preocupado. Ahora que está de moda la incineración, me sigo preguntando si Walt Disney no fue más listo que todos nosotros e hizo bien al meterse en la nevera. A mí abuelo le llegan a explicar, hace 40 años, que iba a poder ver imágenes en un teléfono móvil y conectarse al segundo con un tío que está en América, y él los habría mandado a la mierda. Yo me pregunto: con estos avances tecnológicos a los que hemos llegado, ¿quién nos dice que dentro de 50 años los científicos no serán capaces de dar vida a un cerebro muerto? Inquietante pregunta…

¿Y hacia dónde se dirige?

Hacia el mismo lugar. Todo lo que hago tiene relación. Haga cine, televisión, teatro, o revistas de viaje como la que edito… todo son diferentes caras de un mismo poliedro: la comunicación. Me gusta hablar más que a un tonto un palote, y relacionarme con la gente, y ser sociable y empático. Así, un día me comunico haciendo una peli, otro día a través de una función, otro mediante un programa, otro con una revista… Pero siempre es lo mismo.

O sea, ni actor, ni presentador, ni profesor. Comunicador, y punto.

Sí, creo que es la gran profesión, más allá de las diversas técnicas.

¿En la tómbola de la tele usted ha tenido mucha suerte?

¡Muchísima! Aguantar tanto tiempo en televisión es una gran suerte. Aunque en realidad es el público el que me ha aguantado a mí…

Que alguien trate de explicar qué diablos es el éxito. ¡Es imposible! Nunca sabes. Tú siempre pones el mismo esfuerzo y la misma ilusión, y después hay cosas que funcionan y otras que no. Muchas veces el éxito y el fracaso no dependen de ti, ni de tu equipo, sino de factores externos: cuándo te emiten, a qué hora, cuál es la competencia en esa franja…

Debutó como presentador en Euskal Telebista al frente del programa mensual Ciudadanos. ¿Algún consejo para Albert Rivera?

Que se revise los programas que hice en esa época… Puede encontrar muchas cosas de utilidad, porque se trataba de hablar en directo con la gente. Creo que es lo que tiene que hacer él. Muchos políticos no saben hacerlo. A ver si él es capaz.

Su fama llegó con Al salir de clase. ¿Le hubiera gustado ser más de series que de concursos?

¿Sabe lo que pasa? Que esta profesión es muy puñetera. Cuando eres presentador se te cierran muchos caminos como actor. Y viceversa. Somos muy de compartimentos estancos en este país, porque en el fondo nos encanta controlar y etiquetar a la gente. Cuando uno es más o menos versátil, le complica la vida al universo. Me gustaría hacer un poco de todo. Ahora echo de menos trabajar en series, porque es mucho más divertido.

El único que no tiene prejuicios para que tú seas actor, presentador, o lo que sea, es el público, que siempre es muy generoso. Te ve, te da la oportunidad de que te muestres, y después te dice claramente si le gustas o no. Es la profesión la que es puñetera, porque molesta mucho que hagas de todo. No termino de entenderlo, porque los que mucho abarcan, poco aprietan. No deberíamos ser tan molestos…

¿Quién es para usted Mikel Lejarza?

Un bilbaíno ilustre, socio del Athletic Club de Bilbao, lo cual le honra. Ya sólo con eso el resto de su curriculum me sobra.

Además es un tipo que lo ha hecho profesionalmente muy bien en ETB, en Telecinco, y ahora en Antena 3. Es otro superviviente de la televisión.

¿Tuvo que ver algo con su descubrimiento para la televisión?

Él era un directivo importante de Telecinco cuando se decide quién presenta el 50x15. Nunca se lo he preguntado, pero seguramente, como me conocía de la labor que había hecho en ETB, algo tuvo que ver. O fue él, o cuando le preguntaron si se la jugaban con el mastuerzo este de Barakaldo, apostó por mí, porque yo entonces era un desconocido total.

En 1999 llegó ¿Quién quiere ser millonario? 50 x 15. Su ceja le hizo imprescindible. ¿Quiere usted ser millonario, o el dinero no le da la felicidad?

El dinero no da la felicidad, pero te evita problemas. Y evitar problemas también da cierta felicidad. Hay que tener los pies en la tierra. Pero tener dinero, exclusivamente, no te hace feliz. Hay cosas importantes como la salud, el amor, el cariño o el respeto que la pasta no te lo da. La pasta está para otras cosas. No hay que obsesionarse con el dinero. Para eso ya está Montoro. No le quitemos trabajo.

¿Sería usted un buen concursante?

No. Sería pésimo. Sería un horror. Admiro enormemente a los concursantes, porque exponerse delante de medio mundo a contestar preguntas con posibilidad real de hacer el ridículo es muy arriesgado… Yo no sabría hacerlo.

Una prueba rápida…

No le creo…

Veamos: ¿Qué es lo mejor que ha parido Baracaldo?

a) Javier Clemente

b) Anabel Alonso

c) El bacalao a la vizcaína

d) El románico vizcaíno [respuesta trampa]

¿Románico vizcaíno en Barakaldo?.. No me gusta mucho el bacalao, que me perdonen los vascos. Clemente me dio dos Ligas y una Copa. Yo estaba allí, en el fondo sur, gritando athletic-athetic y disfrutando con aquéllos goles que le metíamos al Madrid… Clemente es muy importante en mi vida… Es verdad que Anabel Alonso también es un pedazo de artista… Si me permite, elijo a y b en esta quiniela.

Por cierto: ¿Su Baracaldo es con “c” o con “k”?

El mío particular ya es con “k”.

¿Qué tipo de vasco es Sobera?

Uno que no tiene Rh negativo, que no habla euskera, que no sabe nadar, y al que no le gusta el bacalao… Salvo que nací en Barakaldo, poco me asocia. Creo que voy a tener que poner una ikurriña en la ventana de mi casa…

¿Si naces en la margen izquierda de la ría del Nervión sólo puedes ser de izquierdas?

Conozco alguna persona que ha nacido en la margen izquierda y es, incluso, de ultraderechas… Pa todo hay en la viña del Señor. Pero que no le quepa duda de que los que nacemos en la margen izquierda lo tenemos más fácil para votar izquierdas.

¿Quién es para usted Jordi Hurtado?

Un grande. Un tipo que es conocido por los concursos, con una voz extraordinaria y una gran capacidad como doblador.

Atención. Pregunta. ¿Usted ha tenido que decir muchas veces en la tele: si lo sé, no vengo?

Sí. Sí. Bueno, más bien he dicho: lo sé, y no debería venir, y aún así estoy yendo… En esta profesión es muy complicado decir que no. De todas maneras, alguna vez lo he dicho, y he pagado un precio.

¿Presentaría Gran Hermano?

Me lo ofrecieron en Telecinco cuando Mercedes Milá se marchó en la tercera entrega por su paso a Antena 3. Esa temporada la presentó al final Pepe Navarro. Todavía me acuerdo perfectamente de la conversación con los directivos de la cadena. Me preguntaron si quería presentar el programa. Supongo que se me tendría que haber caído la baba en aquel momento, porque Gran Hermano era la súper mega estrella, no sólo de Telecinco, sino de toda la televisión que se hacía en España. Y sin embargo dije que no.

Me va a preguntar por qué, lo estoy viendo venir…

Efectivamente. ¿Por qué?

Dije que la labor que había hecho Mercedes Milá era insuperable y que para ser segundo, no quería… No...

Recuerdo lo que le dije al director de la cadena: para hacer un programa tienes que creértelo mucho. Mercedes se lo cree de maravilla y ese es gran parte de su éxito. Se lo cree, lo defiende, lo vive con intensidad, le emociona, lo borda. Yo venía de un tipo de formato televisivo más familiar, más inocente, y no me veía haciendo Gran Hermano. No me creía que fuera un experimento sociológico. Me parecía más un zoo de cristal. Tenía muchas dudas y dije que no era el presentador ideal. No daban crédito. Era una oferta estupenda, pero yo no me sentía entregado al producto. Pasaron los años, ya unos cuantos, y ahora sí me lo creo más. Ahora me llega, e incluso a veces me emociona, pero entonces no.

¿Su papel revelación en el cine está por llegar?

Sin duda, porque yo en el cine he hecho grandes castañas. La vida es así… Así como en televisión y en teatro he hecho cosas de las que me siento muy orgulloso, y además con cierto éxito de crítica y de público, de cine he hecho como 10 ó 12 películas y, que me gusten, o en las que yo actúe bien, me quedaría con cuatro: Rigor Mortis, de Koldo Azkarreta, protagonizada por Imanol Arias; Nocturna, donde hice el doblaje, también con Imanol, y del que estoy muy contento por lo que supuso de interpretación en una película de dibujos animados;  Bendita Calamidad, que es la penúltima que he grabado y que se estrena a final de octubre. Está dirigida por Gaizka Urresti. Es la película que iba a protagonizar Álex Angulo, pero falleció en un accidente de tráfico yendo de Bilbao a Zaragoza, y terminó protagonizándola Luis Varela. También me siento medianamente satisfecho de El forastero. Y poco más. No he conseguido estar brillante en ninguna película.

En el resto, ni la película era buena, ni yo estaba bien. También es verdad que se hicieron como se hacen a veces las películas en España: con prisas, corriendo, sin presupuesto, con pocos medios, sin preparación suficiente, haciendo mil cosas a la vez…  Y todo eso termina influyendo en tu trabajo, en el de tus compañeros, en el del director de fotografía, y el resultado final acaba por no dejar contento a nadie.

Sí. Seguro que mi papel revelación debe de estar por llegar…

¿Le apetecería presentar una gala de los Premios Goya?

Me encantaría.

¿Aunque después de Dani Rovira el listón esté tan alto?

Bueno, el listón lleva alto desde hace mucho tiempo: con Andreu Buenafuente, Manel Fuentes… Lo que pasa es que en la última edición Dani estuvo muy muy inspirado. Se la preparó muy bien, y lo bordó. Supongo que estará ahí unos cuantos años.

Pues le pega ese formato…

Cuando Dani se aburra…

Yo tengo tres grandes retos: presentar los Goya, hacer un late night, pero nadie me deja, y relegar el teatro por los monólogos, que me encantan.

Señor ministro, tiene usted mucho teatro. ¿Los gobiernos son comedias o tragedias?

Técnicamente hablando, los gobiernos son tragicomedias, aunque sobren los momentos dramáticos y entre sus actores escasee el humor. La mayoría de sus miembros no son capaces de sacarte una sonrisa ni aunque los dirijas. Deberían pasar por la escuela de interpretación unos cuantos. Creo que estaría bien que hubiera más clowns en el ámbito político, y fíjese que he evitado el término “payasos”…

Cree usted que hacen falta más gestos del estilo del baile de la vicepresidenta en El Hormiguero, ¿no?

Es que ese tipo de cosas humanizan mucho a los políticos. Cuando la gente se queja de ellos, es principalmente porque están muy distantes. A ver, con todos mis respetos, Soraya no hizo nada especial en el programa de Pablo Motos. Su mérito es que se atrevió a hacerlo. Dedicó tiempo, ensayos, ilusión, y eso hay que valorarlo, pero no hizo nada del otro mundo. Y sin embargo, siendo una política, hay que admirar esos gestos, porque casi todos los de su gremio son reacios a hacer cosas que demuestren que son como el resto de la gente de la calle. Nos gusta ver que son uno más.

Supongo que, cuando uno recibe su primer TP de Oro, agradece muchas cosas a mucha gente. Pero después la vida va muy rápido. ¿Prefiere aquella vida antes de la fama? ¿Ha perdido o ha ganado como persona entrando en la rueda catódica?

Creo que no he entrado nunca en esa rueda. Siempre he llevado una vida súper apartada de ese ambiente. Mi relación con la tele es que voy a un plató, hago un programa, y me voy. Poco más. Soy muy familiar, siempre he estado en mi casa, siempre he viajado mucho, siempre me he dedicado a muchas otras cosas, desde producir teatro hasta sacar revistas de viajes. Siempre me he tomado el mundo de la tele como un trabajo fabuloso, porque me encanta, pero muy provisional.

Recuerdo perfectamente el día de la primera grabación de Quién quiere ser millonario, en los estudios Picasso, en a tomar por saco, provincia de Madrid. Estaba con Ramón González, mi productor en los tiempos del 50x15, y con el italiano Massimo Porta. Entre los tres nos echábamos unas risas en el bar antes de mi estreno, porque yo estaba un poco asustado. Me empecé a quedar cano con la presión de aquél programa… En ese contexto, me dijo Porta: “Mira, esto es así: si esto funciona, vas a trabajar mucho y te vas a forrar. Y si no funciona, pues te vas a tomar por culo en 24 horas”. Aquél mensaje se me quedó grabado. La televisión es así: o cara, o cruz.

El día a día en la televisión es muy duro. ¿Qué audiencia has hecho hoy? ¡Un 28! Al día siguiente, un 26,2. ¡Hemos bajado 1,8 puntos! Aunque un 26,2 era la repera… Estas cosas hacen que sepas ponerte en tu sitio. Estamos de paso: si nos va bien, igual duramos dos años, pero podemos terminar en dos meses. Aunque te vayan bien todos los programas, siempre hay un día en el que el éxito se agota, por miles de factores diferentes. Eso llega, y hay que estar preparados.

¿Qué hubo entre usted y Vasile para que dejara Telecinco, su casa, por Antena 3?

No sé. Algo debió de pasar. Algún tipo de desencuentro debí de tener con la cadena, porque yo me encontraba muy a gusto en Telecinco. Es más. En esa época yo estaba sin contrato de programa ni contrato de cadena, haciendo un piloto de una serie, y rechacé una oferta maravillosa de TVE para incorporarme como coprotagonista de Ana y Los siete, con Ana García Obregón. Era una propuesta suculenta y muy atractiva en términos profesionales, porque iba acompañada de la posibilidad de trabajar como presentador en la misma cadena. Pero la rechacé sin tener contrato con Telecinco, por quedarme en Telecinco.

Un día, Paolo me llamó para darme las gracias por haber rechazado esa oferta. Pues pasaron unos quince días hasta que me marché de aquella casa… Algo debió de pasar. Pero no creo que tuviera que ver directamente con Vasile. Pienso que tuvo más que ver con la situación en aquella época de la cadena: yo había rechazado presentar Gran Hermano, el programa piloto que les había hecho no les encajaba bien, y se produjo un vacío. Los vacíos se resuelven siempre de la misma manera: los contratados dejamos de tener contrato y abandonamos nuestros puestos de trabajo. Me fui con un gran recuerdo de la casa.

¿En Antena 3 se encontró los brazos abiertos?

Entré en 2004, estando Maurizio Carlotti, y mi primera etapa allí, hasta 2008, fue fantástica. La segunda comenzó en 2011, con Atrapa un millón, y fue más fantástica todavía. Lo digo ahora que, a excepción de Cosmos, llevo prácticamente un año sin aparecer en pantalla.

Yo soy como un jugador de fútbol: no me gusta chupar banquillo. ¡Quiero jugar! Y lo juego todo: Champion, Copa, Liga, y partidos amistosos. ¡Me gusta! A veces, cuando no vemos perspectivas de trabajo nos intranquilizamos. De Antena 3 igual me tengo que marchar mañana, porque no hay un programa para mí, pero es una cadena en la que estoy muy a gusto y muy relajado. Veo que hay confianza, y estoy tranquilo. Ya me llegará de nuevo mi momento.

¿Qué se llevó de su paso por TVE?

Pude haberme quedado mucho tiempo, pero fue cuando Zapatero tomó la decisión de suprimir la publicidad. Es una cuestión que un día tengo que reprocharle al ex presidente, cuando quedemos a tomar un café. De repente, de un mes para otro, TVE se quedó sin presupuesto, y decidió no continuar con programas que habían sido un éxito. Me llamó el director, me dijo que no tenía dinero, me recordó que TVE no hacía contratos de cadena sino de programas, y que ya le llamaremos cuando salga otra oportunidad. Me dio pena, porque estaba muy bien. Pero bueno. Un día, quedo con Zapatero y le pregunto si es consciente de que me dejó sin trabajo…

¿Qué duele más, no llevarse el bote por los pelos, o que las cadenas retiren un programa como si fueran un verdugo cruel?

Lo segundo duele mucho. La gente pone mucha ilusión, aparte de todo el trabajo que hay detrás, que es sagrado. Perder el empleo es muy duro, y la mayoría de las personas que se dedican a los concursos no están en la estructura de la tele. Son contratados específicamente para eso, y cuando se acaban sus programas se van al paro.

¿Se ve usted con ganas de repescar el Un, dos, tres para la tele española?

Otra cita que tengo pendiente en mi vida es con Chicho Ibáñez Serrador. Tengo que preguntarle por qué no me ofreció nunca presentar el Un, dos, tres. Además sé a todos los que se lo ha ofrecido… y eran muy buenos, los cabritos. Siempre he pensado que sería un buen presentador para ese programa, porque lo veía de pequeño y estaba enamorado de Kiko Ledgard. Me encantaba. Por su naturalidad, siempre fue mi modelo a imitar. También me gustó mucho cómo lo hacía Mayra Gómez Kemp.

Así que, apunte: dos citas pendientes. Primero, Zapatero, y después, Chicho. Y que me expliquen.

¿Cree que en España hay demasiados sufridores en casa, como para decir que nos hemos recuperado de la crisis?

Sí. Ya sé que ahora se diferencia entre la macroeconomía y la microeconomía, pero mi sensación es que el problema sigue. Veo más alegría en el consumo, y se nota en la taquilla del teatro y en las terrazas. Seguramente, hemos pasado momentos peores, pero la gente sigue sufriendo y el panorama no es muy tranquilizador.

Si en su vida necesita el comodín de la llamada, ¿a quién?

A mi mujer y a mi madre, que son dos superwomans. Como buen varón, necesito la protección de una buena hembra, así que llamaría a mi mujer, que es muy resolutiva, y a mi madre, que no resuelve nada, pero me da mucho cariño.

¿La tele es real o imaginaria?

Esta pregunta es para un filósofo… En fin, digamos que la televisión no deja de ser una realidad inquietante en nuestra imaginación…

Si usted atrapara un millón, ¿qué?

Que tendría a la policía detrás de mí en diez minutos preguntándome en qué banco he pegado el palo... Si lo atrapo legítimamente, me lo gasto, qué cuyons. ¿No?

¿Se puede triunfar en el mundo del espectáculo sin perder la intimidad?

Yo no sé si he triunfado, pero no me ha ido mal, y creo que no he perdido nunca la intimidad. De hecho, pienso que quien la ha perdido ha tenido que hacer un pequeño esfuerzo para que se la lleven… Motu proprio, nadie te la quita. Soy especialmente vigilante con mi intimidad.

¿Para cuándo un concurso que en vez de millones de felicidad?

¿Tú qué fumas, tío? ¡Eso es imposible!

La felicidad que te da un concurso es súper inmediata y súper breve. En Atrapa un millón, que fue un programa paralelo en el tiempo a la etapa más aguda de la crisis, me sucedió lo que no me había pasado jamás: fue la primera vez en 20 años haciendo concursos en que tuve participantes que llegaban al plató en estado de precariedad y concursaban por auténtica necesidad. Es la única vez que he visto a gente llorar de alegría por cantidades pequeñas de dinero, porque les resolvían problemas de verdad: desahucios, impagos de hipotecas, hijos en el paro…

La crisis acabó con aquel tópico de utilizar los premios para “tapar agujeros”…

Completamente. En otros programas, la gente llegaba con alegría, con la ilusión de tener una experiencia televisiva, de llevarse dinero, ser famoso… En Atrapa un millón tuve muchos concursantes en precario. Ahí adquirí conciencia del verdadero rostro de la crisis que atravesaba el país, y de cómo un concurso, que teóricamente es un programa de entretenimiento sin más, se puede convertir en una tabla de salvación para mucha gente que, aunque sea de esta manera, encuentra algo de felicidad.

Con productos como Cosmos parece que la filosofía de Mega es apostar por los programas televisivos de calidad. ¿La telebasura ha muerto?

Antes nos tendríamos que poner de acuerdo en qué consideramos telebasura… Para mí, la telebasura es toda aquella forma de hacer televisión que se aproveche de la gente, mienta, o tergiverse la realidad.

Es decir, que puede haber telediarios que sean telebasura…

¡Lo tengo súper claro! Telediarios, y programas de debates, y todo lo que juegue con la gente, o con la verdad. Dicho esto, ¿la telebasura ha acabado? ¡No! Lo que pasa es que debemos identificarla justamente, sin disparar a todo.

¿Le tocan la moral las bromitas con el Danacol?

Me encanta encontrarme con gente mayor por la calle, andando, por cierto más rápido que yo, que me dicen: Carlos, ¿a ti te funciona? ¡Sí!, ¿y a usted? ¡El mío está de maravilla. Tomo todos los días dos, eh!

Profesor de Publicidad, ¿cuál es la campaña electoral que nos merecemos?

Una en la que, de una vez por todas, los políticos hablen, joer, con honestidad en mayúsculas. A veces porque llevan muy buena intención, y otras porque la intención es pésima, el caso es que nunca terminan de contar las cosas de verdad. No tiene sentido hacer una campaña electoral diciendo que te van a bajar los impuestos, si saben que luego te los van a tener que subir porque el PIB del Estado no da para más… ¿No es mejor explicar a la sociedad la realidad de las cosas desde el principio, aunque no te voten, en vez de tener que desdecirte de todo tu discurso cuando ya es tarde?

¿A qué concurso de la tele de toda la vida invitaría a participar a….

…Mariano Rajoy?

Sé que le gusta mucho Atrapa un millón.

…Pedro Sánchez?

A Un, dos, tres, responda otra vez.

…Albert Rivera?

A Pasapalabra.

…Pablo Iglesias?

A Date el Bote.

En dos palabras, qué han sido para usted estas personas que le acompañarán para siempre en su biografía profesional:

Pedro Barea: Un cofundador.

Antonio Cuadri: Un descubridor.

Imanol Arias: Un compañero.

Anne Igartiburu: Una amiga.

Paula Vázquez: Una entregada.

Marta Torné: La frescura.

¿Que otros nombres propios resaltan en su trayectoria profesional?

Koldo Azkarreta, con el que escribí Rigor mortis. Después, él la dirigió. Y Koldo Anasagasti, de ETB, que fue mi primer representante; Ramón Aizpuru, mi profesor de Literatura en el colegio y mi primer productor teatral; Manu Pagola, que fue director artístico del Teatro de Barakaldo y me abrió la oportunidad de estrenar espectáculo en un teatro público… En mi vida hay mucha gente así…

Su imagen está asociada a la colaboración con grandes causas sociales. ¿España se moja, o somos solidarios de boquilla?

Mi experiencia es que la gente se moja mucho. En todas las campañas que he participado, los resultados han sido espectaculares, especialmente en maratones televisivos solidarios. Este país se moja.

¿A quién le gustaría dedicar esta entrevista, Capitán Planeta?

A los periodistas, que tenéis que aguantar entrevistas así a gente como yo….

REBOBINANDO

Me cuentan mis fuentes que cuando Carlos Sobera llegó de la nada (casi) a presentar el concurso más revolucionario de la televisión española, el 50x15, los hombres y mujeres que estaban detrás de aquel telón buscaban a un tipo normal. No querían ni un sabelotodo, ni un tocapelotas, ni un graciosete, ni una marioneta.

Carlos Sobera es el actor de los papeles normales con gesto simpático. El galán sin estrabismos de despelote en aquel Telecinco de resaca. Y ahí sigue, manteniendo el equilibrio entre dar la cara, estar en el plató, entrar en muchas casas, y evitar ser un producto de la tele, de esa caja-tonta que encumbra y después devora a sus hijos con el paso de los años, especialmente si eres mujer. Lo dicen ellas, que se quejan de que caducan antes.

Sobera de limón sin histrionismos. Sobera con ganas de volver a la selección nacional del prime time. Sobera con ilusiones ochenteras renovadas. Sobera, el familiar, el editor, el de los paseos por los agujeros negros de una realidad televisiva que refleja bien lo que pasa en el resto de la sociedad: que cuando salen las arrugas –aunque sean de sonreír- buscamos otro curriculum.

Sobera es el presentador que muchas suegras quieren tener en sus pantallas.

Ahora que McFly ha pisado con su DeLorean el mundo que vivimos no estaría de más aprender una lección: en este futuro hemos cambiado en nuestra escaleta de valores lo nuevo por lo bueno, y hay cosas del pasado de la tele que son muy buenas. Hay gente de la tele de toda la vida que será para siempre. Hay ideas que son geniales, personas que son cruciales, y formatos que nunca fallan. Modernizar la programación no es deconstruir las esencias del formar, informar y entretener en versión audiovisual.

¿Ven a Jordi Hurtado y a Ana Blanco? ¿Ven cómo motivan los de Yo Fui a la EGB? Sin caspas de nostalgia, miremos para adelante sin dejar de observar el retrovisor. Antes de que con la TDT sea demasiado tarde.

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