Las consecuencias del consumo de alcohol

Puede provocar riesgos para la salud y la integridad física

Consumo de alcohol
Consumo de alcohol

El alcohol es una bebida que causa un efecto depresor sobre el sistema nervioso central, lo que quiere decir que las funciones del cerebro se vuelven más lentas y puede provocar riesgos para la salud y la integridad física.

El componente principal de estas bebidas es el alcohol etílico o etanol, cuya concentración depende del tipo de elaboración. Puede ser de dos tipos:

Fermentadas. Entre las que se encuentran la cerveza, el vino, la sidra o los cavas. Se elaboran a partir de la fermentación de los azúcares de los cereales o la fruta y su graduación se sitúa entre los 4º y los 15º.

Destiladas. Son el resultado de un proceso químico de destilación, y se incluyen bebidas como el whisky, la ginebra, el orujo, el vodka, el ron o el brandy. La graduación llega hasta los 50º.

Generalmente el alcohol, como decíamos, se considera como un depresor del sistema nervioso central, su ingesta provoca efectos estimulantes como aumento del ritmo cardiaco o comportamientos agresivos y, simultáneamente, efectos depresores, como lentitud motora o déficit cognitivo. Cuando una persona consume 10 gramos de alcohol, los efectos sobre el cerebro se inician a los cinco minutos, siendo los más inmediatos una sensación de bienestar, relajación y desinhibición. Pero si el consumo alcohólico sigue aumentando, esos efectos placenteros se contrarrestan por otros como reducción sensorial, dificultades motoras y del habla, merma de la capacidad cognitiva, vértigo o náuseas.

También afecta al ciclo natural del sueño. Provoca un inicio rápido al sueño ligero, pero retrasa el inicio de la fase REM y también acorta su duración. Por otra parte, el consumo de alcohol provoca un deterioro de la capacidad de autocontrol que puede dar lugar a conductas sexuales de riesgo o conductas agresivas. Al disminuir la capacidad verbal para la resolución de conflictos, es más frecuente que ocurran peleas y discusiones.

Hasta un 90% de la población adulta consume alcohol, sin embargo hay que diferenciar entre “bebedor social”, “alcoholismo” o “consumo de riesgo”.

Alcoholismo

El alcoholismo es la dependencia psicológica, física y social al alcohol que se manifiesta con una conducta compulsiva hacia el consumo de bebidas alcohólicas, un enorme nivel de tolerancia (la persona necesita dosis cada vez mayores para sentir el mismo efecto) y síntomas de abstinencia. Es una enfermedad crónica que necesita ser tratada en un centro de adicciones.

Consumo de riesgo

Se entiende por consumo de riesgo cuando las consecuencias adversas de un patrón de consumo abusivo comienzan a hacerse evidentes, a nivel social, físico o mental. Pueden darse conductas que generen trastornos negativos como tomar una mala decisión, provocar un accidente, o sufrir un coma etílico. Son episodios que se dan con frecuencia en consumos puntuales durante salidas sociales.

 

Al estar el alcohol tan aceptado socialmente, puede resultar difícil distinguir la delgada línea entre los tipos de consumidores mencionados. Muchas personas tienen problemas con el alcohol pero no son conscientes de hasta que punto su consumo se está descontrolando. Es fundamental reflexionar el nivel de presencia que el alcohol está teniendo en nuestro día a día, y analizar si nuestros hábitos están afectando a las personas que nos rodean y a nuestra vida en general.

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