Las Fuerzas Armadas alertan del impacto del cambio climático en las operaciones militares

Un informe elaborado por oficiales de Tierra, Armada y Aire avisa de que aumentarán las enfermedades y lesiones por el calor, y que los aviones y helicópteros volarán menos y con menor carga

Militares españoles en Mali (Foto: Estado Mayor de la Defensa).
  1. Cambios en la seguridad
  2. Presupuesto limitado
  3. Operaciones terrestres
  4. Efecto sobre los vehículos y las municiones
  5. Más averías y mayor desgaste
  6. Vehículos eléctricos
  7. Menor rendimiento de los combatientes
  8. Vestuario contra el calor
  9. Enfermedades, lesiones, deshidrataciones
  10. Adiestramiento en calor y frío extremos
  11. Mayor despliegue de la Armada en el litoral
  12. Dificultades para la proyección anfibia
  13. Adiestramiento en el Ártico
  14. Aviones y helicópteros vuelan peor
  15. Límites a los vuelos
  16. Daños a las bases aéreas
  17. Efectos en las operaciones
La Unidad Militar de Emergencias interviene en unas inundaciones.

Cinco oficiales de las Fuerzas Armadas y una civil, analista principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos (think tank del Ministerio de Defensa), han analizado “La influencia del cambio climático en las operaciones militares”.

Con ese título han elaborado un informe, coordinados por el Centro Conjunto de Desarrollo de Conceptos, un órgano enmarcado en la División de Desarrollo de la Fuerza del Estado Mayor Conjunto, dentro del Estado Mayor de la Defensa.

Este trabajo de investigación “trata de dar respuesta a la repercusión que el cambio climático, como efecto trasversal a toda actividad humana, tendrá en las operaciones militares, focalizando la problemática en las Fuerzas Armadas españolas”.

Cambios en la seguridad

El presidente del grupo de trabajo que elaboró este estudio fue el coronel Francisco José Berenguer Hernández, director del Archivo Histórico del Ejército del Aire. Este coronel escribió que “el cambio climático indudablemente propiciará cambios en la seguridad de los escenarios de actuación de las Fuerzas Armadas”.

Apuntó que “es probable que los desastres naturales aumenten en número o virulencia, demandando capacidades de los ejércitos en contribución a la seguridad nacional” y que “instalaciones, material y equipo deberán ajustarse a las progresivas alteraciones de las condiciones climáticas”.

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Según este coronel del Aire, las Fuerzas Armadas “han de tener la necesaria inquietud acerca de la mitigación del cambio climático”, por la intensa demanda social sobre este asunto, de ahí que deban “contribuir en la medida de lo posible en la preservación del medio ambiente”.

Presupuesto limitado

Ese objetivo tiene dos condicionantes. El primero es la disponibilidad económica: “Aunque muchos autores consideran que ante la dimensión de la amenaza que supone el cambio climático, cualquier gasto que se afronte está plenamente justificado, tratándose en realidad de una inversión de futuro, lo cierto es que lo muy limitado del presupuesto de Defensa dificulta la adopción de todas las medidas de mitigación que serían necesarias”.

De hecho, “a pesar de un futuro presupuestario aparentemente menos restrictivo, el gasto en nuevos sistemas, materiales e infraestructuras más sostenibles no debe en ningún caso ser prioritario en comparación con aquellos gastos necesarios para recuperar las capacidades militares perdidas que se consideren oportunas, así como los precisos para adquirir las nuevas capacidades que conflictos como el de Ucrania nos muestran imprescindibles”.

Es decir, que “la sociedad española debe ser capaz de entender que, tras muchos años de gran penuria económica, la prioridad de las Fuerzas Armadas ha de compatibilizar la adopción solidaria de medidas de mitigación ante el cambio climático con, sobre todo, dotarse de las capacidades que aseguren el cumplimiento de su misión constitucional”.

Por tanto, lo ideal sería conseguir que la adaptación al cambio climático mantenga o incremente la eficacia de las Fuerzas Armadas en el entorno climático por venir. El mensaje de fondo es que el cambio climático tiene un impacto en la actividad militar que debe afrontarse para no perder capacidades y eficacia.

El objetivo final es “asegurar la eficacia militar” a la par que la tecnología militar consigue evolucionar “hacia una mayor sostenibilidad, una disminución de la huella logística y, sobre todo, la plena capacidad de actuación en condiciones medioambientales extremas”.

Operaciones terrestres

El coronel en la reserva José Antonio Montero Muñoz de Morales es analista de investigación del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército de Tierra. Analizó la “Influencia del cambio climático en las operaciones terrestres”.

Este oficial comienza señalando que “las Fuerzas Armadas, y en particular el Ejército de Tierra, deberán en los próximos años contemplar, en los planes de adquisición de capacidades, las medidas de adaptación oportunas que le permitan afrontar operaciones en los entornos climáticos difíciles que se prevén”.

En ese sentido, “se consideran acciones relevantes que las Fuerzas Armadas, tanto a nivel nacional como internacional, deben poner en marcha frente al cambio climático aquellas relacionadas con la adaptación de instalaciones y del equipamiento militar, la reducción de emisiones, la inclusión del factor climático en la planificación militar, su empleo frente a las amenazas a la seguridad humana y los desastres naturales y su contribución a la prevención de conflictos, incluyendo las medidas de adaptación al cambio climático”.

Efecto sobre los vehículos y las municiones

Entre otros efectos a considerar, este coronel de Tierra señala que los entornos de frío o calor extremos “afectarán al rendimiento de los equipos interfiriendo su funcionamiento y produciendo deterioros y desgastes no habituales y prematuros”.

Por ejemplo, apunta “los efectos que sobre pólvoras y municiones tienen tanto las bajas como las altas temperaturas, dificultando su conservación y manipulación, así como afectando a sus alcances y rendimiento, lo que se debe tener en cuenta a la hora de su empleo en sistemas automáticos y en los planeamientos de fuegos y logísticos”.

También los vehículos ven afectado su rendimiento ante temperaturas extremas, sobre todo si permanecen a la intemperie: “El despliegue de vehículos acorazados en países del este de Europa”, como los carros de combate Leopard y los vehículos de combate de infantería Pizarro en Letonia, “con inviernos considerablemente más duros que los peninsulares, ha dejado múltiples experiencias sobre el empleo de estos materiales en climas tan fríos”.

Entre otras medidas, considera clave una conducción “más prudente de lo habitual”, ya que “el terreno nevado puede ocultar zonas de fango, zanjas u otro tipo de obstáculos que pueden detener o hacer caer el vehículo”.

Más averías y mayor desgaste

“Pero si las bajas temperaturas son un inconveniente para el funcionamiento de los equipos, las altas temperaturas no lo son menos”, alerta este coronel, que explica que “la exposición al calor intenso durante períodos prolongados produce sobre los materiales un desgaste excesivo de los motores, pérdidas en los sistemas de refrigeración, pérdida de viscosidad de lubricantes, pérdidas de electrolito en baterías, deterioro de juntas y materiales plásticos, deterioro de las ópticas, el aumento de riesgo en la manipulación y almacenamiento de municiones, etc.”.

El calor extremo y la acumulación de polvo “contribuyen a que se produzcan gran número de averías, y de manera recurrente las averías de carácter eléctrico”, especialmente críticas en las aeronaves, por lo que las tareas de mantenimiento serán más exigentes en estos ambientes.

Uno de los peligros en las aeronaves es el recalentamiento de sistemas, que “puede llevarlos a temperaturas superiores a las máximas que permiten la puesta en marcha de los helicópteros”. En algunos casos “será preciso usar sistemas externos de aire acondicionado para mitigar los efectos de las altas temperaturas en los períodos previos al vuelo”.

Hasta los elementos de observación y puntería “se ven negativamente afectados por el calor, muy significativamente los medios de visión térmica ya que se basan en el contraste entre la temperatura ambiente y la temperatura del objetivo”.

Vehículos eléctricos

Si bien uno de los objetivos es hacer las Fuerzas Armadas más sostenibles medioambientalmente, y si bien “en las estrategias de mitigación frente al cambio climático se contempla la electrificación de los vehículos, existen serias dudas de que esto sea posible para los vehículos de combate y logísticos que operen en el campo de batalla”.

Aunque un punto positivo es que “el empleo de sistemas autónomos y robots, por el simple hecho de no disponer de tripulación a bordo, por un lado, reducirán sus consumos y emisiones, y por otro, serán menos vulnerables a los efectos climáticos”, y además su uso “reduce el estrés climático sobre el personal en operaciones”.

Menor rendimiento de los combatientes

Ese es otro de los efectos analizados en este estudio: “Los efectos del cambio climático afectan negativamente a la salud humana y perjudicarán a los combatientes que se vean sometidos a ellos”, advierte el coronel José Antonio Montero Muñoz de Morales.

Su análisis es que “la degradación ambiental va a aumentar las exigencias del combatiente, a la vez que dificultará las actividades de instrucción y preparación”. Por eso recomienda que “cuanto antes se empiecen a adaptar nuestras fuerzas, mejor preparados estaremos”.

El punto de partida es que “los combatientes sometidos al estrés por calor disminuyen su rendimiento”, y por eso se necesitan “medidas de control que establezcan niveles de temperatura ambiente y tipos específicos de actividad que se pueden realizar en cada una de ellas, así como recomendaciones para la duración de esas actividades”.

Vestuario contra el calor

Estas medidas deben tener en cuenta el vestuario, que se debe diseñar “con prendas holgadas y ligeras de peso que ayuden a liberar calor. Las prendas deben cubrir la mayor parte de la superficie corporal y deben estar tratadas para proteger contra la radiación UVA. Se han de usar pantalones y mangas largas, protección de cabeza y de los ojos. Los tejidos han de ser transpirables y resistentes a rozaduras, al sol y a las picaduras de insectos. Con este tipo de vestuario se impide que el sudor se evapore rápidamente y se ralentiza el proceso de deshidratación. El calzado también debe ser ligero, transpirable con suela amortiguada y con la resistencia adecuada para proporcionar la protección apropiada de los pies y tobillos”.

El equipo que carga cada militar “debe ser el mínimo imprescindible para cumplir con la misión, con el fin de reducir el consumo energético y con ello la producción de calor”.

También “en la gestión de turnos se debe tener en cuenta el mayor desgaste del personal que se encuentra expuesto a altas temperaturas y condiciones climáticas muy duras. Se deberán tener en cuenta aquellas especialidades que, como consecuencia de las condiciones climáticas, verán incrementada su carga de trabajo en estos ambientes”.

Enfermedades, lesiones, deshidrataciones

Alerta de los efectos sobre cierto personal: “Conductores o pilotos de aeronave sometidos a altas temperaturas sufren un desgaste físico y psicológico muy elevado, por lo que sobre ellos se deben extremar las medidas de vigilancia”.

En ese sentido, uno de los efectos más directos del cambio climático será que “aumentará la incidencia de enfermedades y lesiones provocadas por el sol y el calor, deshidrataciones e insolaciones que producen síntomas de fiebre alta, diarreas, vómitos, etc.”.

En consecuencia, “los servicios sanitarios deben estar instruidos y equipados para llevar a cabo los tratamientos adecuados”, pero en paralelo “el personal combatiente de las unidades debe recibir la instrucción y adiestramiento para que se conciencie de la importancia de adoptar las medidas preventivas necesarias para operar en estas condiciones y para que de forma permanente se procure una adecuada hidratación”.

Adiestramiento en calor y frío extremos

Ante estos escenarios, el coronel destaca que “los programas de adiestramiento deben contemplar el desarrollo de ejercicios en escenarios de frío y calor extremos”.

Dichas situaciones se deberán entrenar “no solo de forma simulada, útil para preparar el planeamiento y la conducción, sino también con despliegues reales para que la experiencia aporte lecciones que de otra forma son difíciles de adquirir”.

A su juicio, “para la mejor adaptación de la fuerza y sus equipos a los climas extremos, se hace necesario que todo tipo de unidades realicen estos ejercicios que les permitan adquirir y practicar los conocimientos necesarios para mejorar su desempeño en este tipo de condiciones”.

Mayor despliegue de la Armada en el litoral

Sobre “La Armada ante el reto del calentamiento global” escribió, en este estudio, el capitán de Corbeta Juan del Pozo Berenguer, destinado en la División de Planes del Estado Mayor de la Armada.

Los efectos del cambio climático sobre la acción militar naval serán varios. Por ejemplo, subraya el autor que “una mayor frecuencia y periodicidad en las inundaciones y tormentas consecuencia del nuevo clima y el aumento del nivel del mar, van a demandar una mayor presencia de la Armada para aportar los medios necesarios para auxiliar a las personas afectadas a lo largo del litoral”.

A esta nueva amenaza se tendrá que dar respuesta “tanto en territorio español como en cualquier parte del mundo donde nuestra ayuda sea solicitada en el ámbito de nuestros compromisos con las organizaciones internacionales en las que España participa”, y pone como antecedentes en catástrofes naturales en Indonesia en 2004 y en Haití en 2010, donde la Armada se implicó.

Dificultades para la proyección anfibia

Los cambios en el medio marítimo se extenderán a otras zonas donde también opera la Armada: “La exclusividad de la Armada como elemento de proyección de fuerza desde la mar, puede verse afectada por las sequías en determinadas zonas costeras, o las bajas temperaturas de otras, dificultando así la proyección de su Fuerza Anfibia, y limitando por tanto su adecuado despliegue”.

El agravamiento de estas situaciones climatológicas “puede condicionar la adecuada conformación del espacio de batalla, previo a la proyección de la Fuerza, así como dificultar potenciales labores de apoyo y rescate en aquellas zonas afectadas por estos cambios”.

Además de la capacidad operativa de las unidades navales, también se verá afectada la propia supervivencia de las unidades: “Un ejemplo claro de esta vulnerabilidad se encuentra en el rendimiento de las plantas de producción de agua potable a bordo de los buques, como consecuencia de la variabilidad de la temperatura del agua de la mar”.

El capitán de Corbeta aporta algunas ideas para hacer frente a estos cambios, como que “los tanques de lastre de agua deben disponer de mejor aislamiento para disminuir la temperatura de congelación del agua y evitar roturas en los cascos”.

Adiestramiento en el Ártico

Plantea medidas sobre el adiestramiento de los militares de la Armada. Apuesta por la “aclimatación y familiarización de los marinos a operar en un entorno particularmente hostil y demandante”. La cuestión es que “la organización y ejecución de adiestramientos en esta región”, el Ártico, “solo se pueden llevar a cabo en ella, con las consecuencias económicas que eso implica” de desplegar un buque hasta allí.

“Las dificultades inherentes a climas extremos dificultan la adecuada coordinación de las unidades desplegadas, particularmente en el ámbito de la guerra antisubmarina”, y la temperatura también condiciona las comunicaciones y, por tanto, los sistemas de mando y control.

Aviones y helicópteros vuelan peor

Un teniente coronel del Ejército del Aire destinado en el Joint Force Command de la OTAN en Nápoles, Juan José Rodríguez Cordero, analizó la “Adaptación al cambio climático en el Ejército del Aire y del Espacio”.

Alerta de que “las últimas investigaciones que se están realizando actualmente en los Estados Unidos, muestran que el cambio climático está reduciendo el rendimiento de las aeronaves militares”.

La mayor o menor temperatura influyen en la densidad del aire (a mayor calor, aire menos denso), y “las aeronaves dependen del aire para generar sustentación y empuje, por lo que un aire menos denso significa menos potencia disponible, tanto para las aeronaves de ala fija como también para las de ala rotatoria”.

Para los aviones (ala fija), “una menor densidad se traduce en una mayor velocidad real del aire, una disminución del peso máximo de despegue, así como mayores distancias de despegue y aterrizaje”.

En los helicópteros (ala rotatoria), “se produce también una disminución del peso máximo de despegue, una disminución del techo de vuelo estacionario y de la velocidad de ascenso, así como la disminución de los márgenes de potencia (aumenta la potencia requerida y disminuye la potencia disponible)”.

La conclusión es que “a medida que el aire aumenta de temperatura y humedad debido al cambio climático, las aeronaves militares no podrán, por ejemplo, transportar la misma cantidad de carga útil”, lo que significa “un menor armamento disponible para los aviones de combate, menos combustible o menos suministros en las aeronaves de transporte”.

Tampoco podrán recorrer la misma distancia (disminución del alcance) que en el caso de que no existiera cambio climático.

Límites a los vuelos

Según el análisis de este teniente coronel, “es probable también que se cancelen o modifiquen más misiones debido a la disminución del rendimiento de las aeronaves en los días de altas temperaturas y humedad, lo que disminuye la capacidad de respuesta y proyección del Ejército del Aire”.

El Ejército del Aire deberá adaptar sus aeronaves a los efectos adversos ocasionados por el aumento de la temperatura y la humedad pasan: nuevos motores con más potencia disponible, rediseño aerodinámico de las aeronaves actuales, modificación de las alas, aumento de la longitud de las pistas y/o disminución de la carga útil...

También sugiere volar “en horarios donde las temperaturas y la humedad no sean tan altas, como fue el caso de la operación de las aeronaves de transporte españolas en Afganistán”.

Este oficial del Ejército del Aire cita los informes sobre la participación del Ala 35 (de transporte con ala fija) y del Ala 48 (con helicópteros) en la misión de Afganistán.

“Las condiciones extremas de temperatura en Afganistán supusieron un importante hándicap a la actividad aeronáutica, estableciendo limitaciones en la carga de pago por condiciones de calor extremo”, en primer lugar.

En segundo lugar, “la operación de las aeronaves de ala rotatoria se vio afectada por la limitación de temperatura impuesta por los respectivos manuales de vuelo. Esta limitación suponía en la práctica que las operaciones en verano se realizarán en la parte norte del Área de Responsabilidad (AOR), excluyéndose la parte sur, o teniendo que operar a primera hora de la mañana”.

Daños a las bases aéreas

El aumento de las temperaturas por el calentamiento global tendrá efectos en las bases aéreas: “No es nada despreciable el riesgo de que, debido al aumento de las temperaturas y en bases aéreas expuestas a temperaturas de calor extremo, se doblen las losas de hormigón de las pistas de aterrizaje y despegue y el asfalto se derrita”, como pasó en algún aeropuerto británico este verano.

“Las altas temperaturas pueden, al mismo tiempo, calentar en exceso los equipos electrónicos de las instalaciones del Ejército del Aire y aumentar la demanda de aire acondicionado para su enfriamiento, dando como resultado mayores costos de energía e impacto en el medio ambiente”, señala este teniente coronel.

La degradación de la infraestructura civil (redes de energía, ferrocarriles, sistemas de agua y aeropuertos) también puede incidir indirectamente en las operaciones del Ejército del Aire. Y “el aumento del nivel del mar y el aumento de la frecuencia y la fuerza de las mareas suponen un riesgo para las bases aéreas situadas en o por debajo del nivel del mar”.

Al igual que en el capítulo dedicado a las operaciones terrestres, el análisis sobre el Ejército del Aire alerta de que “las altas temperaturas pondrán en peligro la salud de los recursos humanos con los que se dispone”.

De nuevo cita el caso de Afganistán, donde la climatología extrema de calor “requería la utilización de medidas de adaptación en cuanto su efecto sobre el material, el entrenamiento de las tripulaciones y el personal de apoyo en tierra también se vio afectado y se tuvo que hacer un gran esfuerzo para adaptarse y aprender a operar en estas nuevas condiciones”.

Prevé que el personal del Ejército del Aire “pueda tener que operar en condiciones climáticas degradadas con más frecuencia, lo que afecta al bienestar físico y psicológico”, y que el cambio climático afecte a la capacidad de transmisión de numerosas enfermedades infecciosas, lo que conlleva la necesidad de asistencia médica, protección mediante vacunas y disponibilidad de un equipo de protección personal adecuado.

Efectos en las operaciones

Por último, un teniente coronel analista de la Sección de Análisis y Prospectiva del Estado Mayor Conjunto, Luis Olalla Simón, estudió las “Influencias del cambio climático sobre el planeamiento operacional” y sobre las operaciones que llevan a cabo las Fuerzas Armadas, tanto en España como en el extranjero.

“En las operaciones permanentes”, en el espacio terrestre, marítimo y aéreo de soberanía española, “se advierte un aumento de los recursos puestos a disposición en las intervenciones de las Fuerzas Armadas en misiones de vigilancia y control, así como en misiones de colaboración con la acción del Estado”.

En cuanto a las operaciones en el exterior, “se ha analizado la influencia sobre las misiones en África, donde los efectos nocivos del cambio climático son más severos”.

Llama la atención sobre esta influencia “en sociedades con endebles parámetros de seguridad”, donde se unen, por un lado, el mayor estrés de un crecimiento poblacional muy elevado, y por otro, la influencia de los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria, la escasez hídrica, la competitividad por las zonas de pesca y las zonas económicas exclusivas, las migraciones masivas, el terrorismo, y el crimen organizado”.

Militares españoles en Mali (Foto: Estado Mayor de la Defensa).