Salvador Illa, a Pedro Sánchez: “La sanidad no ha sido mi campo de acción…”

Pedro Sánchez y Salvador Illa.
Pedro Sánchez y Salvador Illa.

La crisis del coronavirus convirtió a Salvador Illa en uno de los ministros de Sanidad con mayor visibilidad y proyección pública en la historia reciente del país. Y también en uno de los que más poder acumuló, debido a las competencias que asumió tras ser decretado el estado de alarma.

Illa llegó al Ministerio de Sanidad sin experiencia previa de gestión en el sector de la salud. Su nombramiento estaba pensado para garantizar la presencia del PSC en el Gobierno de Pedro Sánchez, y como uno de los pilares en la mesa de diálogo entre el Ejecutivo central y la Generalitat de Cataluña que iba a marcar la legislatura. No estaba destinado a ser un “ministro estrella”.

De hecho, según ha podido comprobar El Chivato en el libro que acaba de publicar el ahora líder del PSC (‘El año de la pandemia. Del estado de alarma al inicio de la vacunación’, de la editorial Península), Salvador Illa reconoce que le sorprendió la llamada de Pedro Sánchez para ofrecerle la cartera de Sanidad, en enero de 2020.

-- “Salva, he pensado en ti para formar parte del Consejo de Ministros”, le anunció el presidente.

-- “Presidente, es un honor, cuenta conmigo”, le respondió.

-- Sánchez: “He pensado en la cartera de Sanidad. Ya hubo un ministro catalán, Ernest Lluch, y ha dejado un buen recuerdo”.

-- Illa: “Presidente, la sanidad no ha sido mi campo de acción…”.

-- Sánchez: “Lo harás muy bien, requiere habilidades negociadoras con las comunidades autónomas, con otros ministerios, con los sindicatos, con las asociaciones profesionales…”

-- Illa: “Si tú lo crees, acepto”.

 

Solo un mes y medio después, le tocó gestionar la peor pandemia en cien años. “Illa es un bien mandado. Y está noqueado”. Es la afirmación que realizaban, según escuchó entonces El Chivato a algunos ministros, que reflejaban así la tremenda presión que recibía el titular de Sanidad y el impacto personal que le estaba causando.

Contaban que Salvador Illa es un hombre dialogante, tranquilo, “muy contenido”, que llegaba a las reuniones con mucha serenidad, pero que daba muestras de no tener capacidad de discernir sobre los informes técnicos, a veces muy heterogéneos, que entraban a la mesa del comité de gestión del coronavirus en La Moncloa.

Su estado fue tal que en más de una ocasión llegó a poner el cargo a disposición de Pedro Sánchez. En ningún caso, quería ser un obstáculo, y en todo momento pensó en ponerle las cosas fáciles al presidente del Gobierno. Que no tuviera las manos atadas.

Algunos compañeros de Gobierno le echaron en cara el error de no haberse rodeado de un equipo de confianza, y de una élite de expertos.

La falta de estructura técnica en Sanidad se manifestó en que el ministerio carecía incluso de secretario de Estado. El departamento de Illa disponía, al comienzo de su etapa como ministro, solo de una secretaría general, de la que dependían tres direcciones generales. 

Illa tuvo que apoyarse -sin tiempo para revisar su funcionamiento ni chequear la confianza que le suscitaban sus responsables- en el corto aparato de detección de alertas y emergencias sanitarias creado en 2004, con el doctor Fernando Simón al frente desde 2012, y quien, dos años después, se había hecho cargo de la gestión de la crisis del ébola.

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