Polos Opuestos

Hace no demasiado tiempo el director (JMMV) de cierta editorial (A) me informó sobre una nueva colección de libros y me preguntó si quería escribir algo. El resultado fue un pequeño ensayo llamado Propaganda, Mentiras y Montaje de Atracción. No estoy aquí para hablarles de él (que no tendría otro remedio que decir que está genial, claro) sino para contarles alguna revelación que tuve con este libro.

El asunto del Bien y del Mal proviene de lo más antiguo de nuestras más antiguas crónicas. Ya en la Biblia se plantea y veinte siglos de literatura después el asunto parece que versa en quién es el bueno y quién el malo o, en otras palabras un poco mejor elegidas, quién tiene la razón o no.

Con motivo de la redacción del libro tuve ocasión de redescubrir la biografía de J. Goebbels, Ministro de Propaganda nazi y auténtico artífice (eso dicen) de la pretendida locura colectiva que acaeció en aquellos alborotados años 30 en Alemania… pero no fue sólo en Alemania, en Rusia ya en el año 17 ocurrió (allá por Octubre) otro gran cambio social que vino a trastocar las estructuras de poder en la tierra de los zares… Cambios y más cambios que desembocan en tragedias y más tragedias que, sin embargo, parecen extrañamente seducir nuestras conciencias una vez más.

Y es que siempre hay algo que cambiar porque, de alguna otra manera, alguien no tiene la razón y el hombre se ve envuelto, una y otra vez, en un conflicto ya económico o social o gastronómico, no importa: conflicto al fin y al cabo. Del conflicto y de este enfrentamiento, dicen, provienen las mejoras (otra manera de explicar la dialéctica hegeliana).

Lo comprendió perfectamente el antes citado Goebbels, que enunció la teoría del Enemigo Único: hay que unir todos los odios en un único enemigo que represente todo aquello contra lo que tenemos que luchar. Suena demasiado cercano para tratarse de un grupo político tan odiado: odio a los zares que oprimían al pueblo y odio a los comunistas y a los capitalistas y a la derecha y a la izquierda… odio entre hermanos y odio entre naciones y odios entre hombres y mujeres.

¿Por qué tanta estupidez travestida de dialéctica, de polos y contra-polos? Sí, unos tienen que perder para que otros puedan ganar, algunos tienen que ganar para poder seguir ganando. Cambian nombres y fechas y continúan desatinos y errores disfrazados de torpezas.

¿Dónde está el fin? Puede que Hegel tuviera razón, puede que la tuviera un tal Heráclito cuando afirmaba que la armonía invisible es mayor que la visible.

Puede que todo, al fin, tenga algún sentido.

Y puede que la verdad y la mentira sean las mismas.

 

Y puede que un día vaya yo también a morir.

Dicen que es lo único inevitable.

Tal vez no.

Tal vez exista otro inevitable camino por el que la Humanidad deberá transitar: la estupidez.

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