El control del gasto público

Dinero.
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El control del gasto público es una preocupación ciudadana de hirviente actualidad, ya que los gastos de la Administración pueden influir en los procesos inflacionistas y traducirse en comprometedores guarismos.

En 1974 se conmemoró el primer centenario de la Intervención General de la Administración del Estado. En el acto de apertura afirmó el ministro de Hacienda que “utilizar fondos públicos sin control equivale a ejercer poder sin responsabilidad”, incitando así a este Cuerpo de funcionaros a fiscalizar los gastos oficiales.

Hay un dilema inicial. ¿Es que la eficacia de una Intervención Fiscal se mide por su capacidad de recaudar fondos hasta el nivel de los gastos presupuestados, o por el contrario, ¿está su verdadera eficacia en la elasticidad crematística que permita atender los mismos servicios con más reducida consignación?. Nunca debe arguirse con una vanidad recaudatoria. Porque cualquiera puede hacer muchas cosas con muchos medios. Lo difícil es conseguir resultados positivos con medios escasos.Hasta el punto que pudiera postularse una especie de regla de tres inversa: el óptimo está en alcanzar los mayores logros con los menores desembolsos.

El control del gasto público fue una preocupación mundial.Baste recordar que hace algunos años, en 1974, se celebró en Madrid el VIII de Entidades Fiscalizadoras Superiores para estudiar el, control financiero.

El control puede ser a priori o a posteriori. Hay un primer control remoto que es el que realiza (o debe realizar) el poder legislativo al aprobar una disposición que implique un gasto futuro que es ,por ejemplo, la creación de un organismo autónomo.

En ocasiones solo se utiliza un mero control formal de índole rutinaria. Sería deseable llegar también al control de resultados que permitirá, profundizando en la justificación más honda de cada gasto, poder suprimir los que resulten superfluo.

Aparte de la vigilancia previa que ,en alguna media depende de las decisiones políticas y de los votos de las Corte, debe ejercerse una fiscalización a posteriori.

Es fundamental llegar a un control serio de los resultados que no se contente con verificar la exactitud numérica de las cuentas, sino que se adentre a través de ellas para aquilatar la calidad de la gestión y el montante de la productividad conseguida, la legalidad de las partidas, y la integridad fiscal que se deduce de una correcta aplicación. Sobre todo debe clarificarse en qué medida ha sido eficaz el desembolso y muy principalmente si ha conseguido una economía verdadera al emplear los recursos del país, buscando ese óptimo deontológico del gobernante, que consiste en lograr la realización de los programas emprendidos, alcanzando los objetivos propuestos con el mínimo coste. Debe tenderse a conseguir los áximos resultados desde una deseable estenósis monetaria. Sin que sea aceptable argumentar a base de la eficacia recaudatoria del sistema, envaneciéndose de lo que la burocracia oficial es capaz de recaudar los miles de millones de euros del presupuesto. Así no hay forma de frenar la galopada inflacionista de la Administración.

 

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