¿Cuándo estará la Virgen de Guadalupe en una diócesis extremeña?

El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, ante la Virgen de Guadalupe (Foto: Arzobispado de Toledo).
El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, ante la Virgen de Guadalupe (Foto: Arzobispado de Toledo).

La Virgen de Guadalupe, proclamada Patrona de Extremadura en 1907, por el Papa Pío X, se encuentra ubicada, sin embargo, desde el lejano año de 1222, en la geografía eclesiástica de Toledo, cuando el bello y pintoresco municipio de Guadalupe se alza como la capital religiosa de Extremadura, foco de fe, peregrinación, preces y visitas continuadas de devotos.

Hace unos días, el 8 de septiembre, con motivo de la festividad de la Virgen de Guadalupe, y la celebración, a la vez, del Día de Extremadura, se ha vuelto a evidenciar el sentido reivindicativo de quienes proclaman que Guadalupe debiera pertenecer a una diócesis de Extremadura.  Pero el hecho evidente es que 800 años después de la compra de los Montes de Toledo, con treinta y un pueblos extremeños, por ocho mil morabetinos y mil cahices de trigo, por parte de Rodrigo Ximénez de Rada, ambicioso arzobispo, guerrero y militar, incorporándolos a la diócesis toledana, en el ansia ilimitada de agrandar su imperio, no ha habido forma de corregir ese ilógico anacronismo y esa atipicidad, porque desde El Vaticano y otras esferas del ámbito español, no lo han querido, a pesar de las rogativas al respecto. 

Una reivindicación con obispos, sacerdotes, intelectuales, escritores… Hasta que en el año 2018 Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura, acudiera a una brevísima entrevista con Francisco I, cinco minutos, cinco, cuentan las crónicas, en los que además de hacer entrega al Papa de un amplio dossier documental y justificativo, dispuso del tiempo mínimo preciso para solicitar del Pontífice, de un modo tan lógico como razonable, que Guadalupe debiera de pasar a formar parte de una de las tres diócesis que conforman la provincia eclesiástica de Extremadura.

Cuatro años después, salvo error u omisión, no se ha producido la menor respuesta. Aunque diferente es que las cosas de palacio vayan despacio y otra el silencio absoluto y hasta el olvido voluntario de quienes teniendo la responsabilidad de reconducir del mejor modo posible asuntos de estas características callen.

¿Por qué? ¿Porque como señalan algunos detractores el mapa eclesiástico no se corresponde con el de la geografía política de hoy, 2022? ¿Porque existen otros intereses ocultos? ¿O es que hay que acatar de por vida unos conceptos añejos, anquilosados y arcaicos de ocho siglos atrás? 

Una situación injusta e inaudita, pero que hoy continúa imperando, como si fuera un dogma, en la realidad de la iglesia, a pesar de las continuadas protestas de parte del pueblo extremeño, porque ya se han encargado altos cargos de la iglesia y de la política que no se divulgue un tema que hoy, tantos años después, se substancia de un modo doloroso en Extremadura, mientras también somos muchos los que reclamamos desde hace años la razón, la necesidad y la lógica de que Guadalupe pertenezca, eclesiásticamente hablando, a la Comunidad Autónoma Extremeña. 

Pero resulta evidente que, en este caso concreto y específico, con la iglesia hemos dado, que diría Alonso Quijano, el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha a su escudero, Sancho. Porque el asunto ni se menciona apenas por parte alguna, que, se supone, debe de ser la mejor forma de olvidar los problemas. Quizás para el siempre secreto mundillo vaticano, donde ya va siendo hora que se desempolve un asunto de un significado tan relevante, como el que citamos, y que salga de los archivos del silencio, del mutismo, del olvido. 

Aunque mucho se teme el articulista que este asunto ni se revise ni se actualice ni se debata en largo tiempo. Como año tras año se viene demostrando para sonrojo de algunos. 

Quizás, nunca. Lo que resulta sorprendente por la carencia de sensibilidad en ese mundo intramuros del Vaticano, donde solo se mueven y remueven los papeles, documentos y decisiones que se estima oportuna por parte de la cúpula rectora. Es decir, Francisco I abajo, que, de este modo, está sometiendo a Extremadura, a un innecesario retraso, desde la sinrazón y carencia legal de argumentos, para que la patrona de la Comunidad Autónoma se ubique definitivamente, desde una justa óptica, en tierras de la provincia eclesiástica extremeña.

 

Y si alguien saca a colación el tema, como es el caso, puede que alguna eminencia religiosa –si es que hay suerte-- proceda a soltar alguna mínima palabra al respecto, aunque con tal diplomacia que no lo entienda nadie. Lo que no resulta más que una forma de señalar que para qué tocar las cosas. Pero los extremeños tenemos derecho a pensar y exponer que alguna razón y justificación de peso debe de haber, más allá de una continuidad histórica tan lejana en el tiempo.

De este modo desde hace largo tiempo se han llevado a cabo manifiestos esfuerzos por parte de los presidentes autonómicos, instituciones y hasta de la asociación cívica Guadalupex, nacida a los efectos, al grito de “Guadalupe, Extremeña ya”, puesto que el cansancio ante la desatención, insolidaridad e inmovilidad vaticana y política de altos vuelos clama al cielo. Nadie, pues, hace caso, de una voz que se expande por la geografía regional.

Una injusticia que duele, y mucho, en la sensibilidad del paisanaje extremeño, en una tierra siempre tan volcada con todos. Se trata de la única Comunidad Autónoma en la que la Patrona reside en otra región. Lo que no hay forma humana de explicarse por culpa de esos malditos y misteriosos anacronismos, cuya injusticia hasta hoy nadie ha querido solventar debidamente. 

Un asunto que, quizás, no merezca ninguna importancia en El Vaticano, lo que lamentamos profundamente. Pero que es de una gran consistencia en Extremadura, donde, hoy, son pocos los que consideran que el asunto se pueda resolver prontamente. 

Hoy resulta que un ciudadano extremeño para ir a visitar a la Patrona de su Comunidad Autónoma, la Morenita de las Villuercas, en el Monasterio que se asienta en la localidad de Guadalupe, tiene que traspasar una frontera eclesiástica por el mero hecho de que la jerarquía vaticana y la no vaticana han decidido guardar el expediente de la razón en alguno de esos armarios, que no se abren casi nunca, y donde ya se habrán almacenado, probablemente, los documentos presentados por Fernández Vara, a la voz de para qué querrán ahora los extremeños que la Virgen de Guadalupe cambie de diócesis. Todo ello cuando precisamente tras la creación de la provincia eclesiástica extremeña, gracias a Juan Pablo II, se avanzó notablemente en este tema, aunque, más tarde, se frenó y detuvo por circunstancias e intereses religiosos y, al parecer, hasta de estado. 

Un anacronismo que no resulta fácil de entender en Extremadura y que más semeja un caso más, como tantos otros, de la marginación histórica que desde diversos estamentos se mantiene con esta tierra.

El 8 de septiembre, Día de Extremadura, en la localidad de Guadalupe, miles de paisanos volvieron a ponerse ante la Virgen Morena, soltando sus preces y rogativas en tierra extremeña, que, sin embargo, se expandían por tierras eclesiásticas toledanas, sin saber o comprender una situación tan contradictoria. Por cuanto hemos de señalar, desde el mayor respeto, pero con la fuerza de la realidad, con la mano en el alma, que el articulista se sonroja al tener que escribir estas líneas reivindicativas a estas alturas, dejando nuestras esperanzas en la sensibilidad del actual Arzobispo de Toledo y primado de España, Francisco Cerro Chaves, notorio intelectual, doctor en Teología Espiritual y en Teología Consagrada, natural de la localidad cacereña de Malpartida de Cáceres, que siempre se mostró partidario de devolver Guadalupe a Extremadura, como cuando fue nombrado en 2019 para el cargo que desempeña al señalar que “todos los obispos extremeños han defendido la pertenencia de Guadalupe a alguna provincia eclesiástica de la región”. A lo que hemos de añadir, por cuanto es de justicia, que a finales de los años setenta se firmó el acuerdo de España con El Vaticano por el que se apuntaba a que el ámbito territorial de la iglesia española debe de adecuarse a la conformada por la división provincial del Estado. 

Al tiempo reflejamos aquel otro mensaje que ya plasmara Antonio Montero Moreno, que fuera arzobispo de Mérida-Badajoz, recientemente fallecido, Medalla de Oro de Extremadura, miembro electo de la Real Academia Extremeña de las Letras y las Artes, al señalar que “existe un profundo deseo de que Guadalupe pertenezca a la iglesia extremeña”, o la del actual arzobispo, Celso Morga Iruzubieta, subrayando que “siendo la patrona de Extremadura me parece lógico que Guadalupe dependiera eclesiásticamente de una diócesis extremeña”.

Toda una hiriente injusticia regional, mientras el articulista se sonroja al tener que escribir y dejar constancia de estas líneas reivindicativas por la justicia.

Video del día

Salvador Illa admite que Koldo se presentó en el Ministerio "sin cita previa"
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato