Las estrellas de Hollywood en la política

Santo Tomás Moro; políticos, y gobernantes
Santo Tomás Moro; políticos, y gobernantes

La ingenuidad y la ignorancia política de los votantes son el talón de Aquiles, aprovechados por los asesores y líderes para conseguir réditos en las urnas.

Sin pretender extralimitar la  acritud en desvelar las argucias sutiles de los políticos y desechando la políticofobia, es imprescindible reflexionar sobre la aversión que generan ciertos personajes de la alta corporación política. El pueblo, la sociedad, la gente, junto al cuarto poder - la prensa asalariada-, son los responsables directos de contribuir para encaramar a muchos políticos cómo estrellas de Hollywood. Unos personajes al servicio público que son catapultados al estrellato, incluso con dotes repulsivos de ineptitud en el baile, con voz de soprano recién levantado o un nivel de esfuerzo similar al trompetista que no logra trepar a la cabra escaleras arriba. 

Exceso de políticos de carrera, ideológicas y sectarias, diversos politólogos y demasiados profesionales. Desde que son veinteañeros ansían convertir en servidumbre al proletariado, hacerlos dependientes exclusivamente del sector político, y no al contrario. Cada cuatrienio, generalmente, el ciudadano encuentra la excepción, tiene oportunidad de rectificar, o confirmar, el probable error del voto anterior. Pero a pesar de esta opción a media voz, la influencia política prevalece, por la distribución de riquezas, poder y estatus, siempre a favor de la conclusión del político, que decide sobre los sueños, porvenir y felicidad de todos de manera aplastante y unilateral.

  • Son agasajados, vitoreados y aclamados por la hinchada. A veces, sin poseer figura ni arte y por lo no tan bueno o aquello execrable. En poco más de un escándalo ¡helo ahí!, todo un repartidor de bondades ilusorias, comprador de voluntades y director de orquesta de la vida de los demás.
  • Hay quién se transforma en corrupto, déspota, autocráta o trilero de feria, ya la televisión se encarga de ponerle cara y con sólo negar lo que les pueda comprometer, ¡listo! ya los vemos rodeados de la masa, firmando autógrafos o haciéndose selfis con la abuela del barrio o junto al vendedor de verduras del mercado.

La ingenuidad y la ignorancia política en la población son dos extensos colectivos que no pierden de vista los asesores, aplicadores del neuromarketing, experimentados en este gran talón de Aquíles del electorado y donde extraen réditos en las urnas. Por ello, la mentira, el engaño y la treta aún es el verdadero y más intenso protagonista del éxito de algunos zarrapastrosos individuos que marcan nuestro modo de vivir.

La célebre 'campaña electoral' es un martirio chino, o peor que el tormento de la aceleración de una moto sin escape pegada a la oreja, un despilfarro inútil y un esfuerzo improductivo. Si eres votante informado y sigues los tejemanejes de nuestros representantes jornada a jornada, no necesitas oír mucho más a los políticos de turno, mientras si no entiendes de política no los vas a comprender jamás, aunque te machaquen; ¿Para qué insistir?. Se emplean intolerables presupuestos y bombardeos publicitarios para presentar a los candidatos. Buzoneos, cartelerias, mítines, debates televisivos, cuñas radiofónicas y hasta motivaciones artísticas, algunas de pésimo gusto, incluso transacciones de votos.

En fin, un hartazgo que aburre al más fanático afiliado, hasta el punto de reflexionar y comparar con aquellas viejas películas del Oeste, donde te planteabas en el patio de butacas en sesión matinal, y después de presenciar tantas batallas, quién será el bueno o cuál el malo. Sobre todo, siempre era una incógnita y despejar; ¿Cuándo dedicaban tiempo aquellos forajidos y colonos para comer o trabajar?. Siempre había conflictos y sin tiempo para otros menesteres. Eso sí, o ves la película o te quedas sin participar del espectáculo y, sobre todo, te gastas el dinero para nada. 

Por tanto, queda claro, la democracia es, al parecer, el sistema político menos malo. Sin embargo, entre todos tenemos el deber de hacer bajar del pedestal a unos pocos, para que dejen de fantasear con el público y se dispongan a trabajar sin ficción, con menos tiroteos y sin pólvora de fuegos artificiales, con el fin que el poblado reponga fuerzas, avance su población, la cultura prevalezca, la ley se imponga y la paz perdure. Qué Dios, y Santo Tomás Moro, Patrono de políticos y gobernantes, reparta suerte y les recuerde que las elecciones se ganan día a día. 

 

Video del día

Díaz Ayuso resalta el compromiso y sensibilidad de Su
Majestad la Reina doña Letizia con la infancia y
las personas más vulnerables
Comentarios