Otras formas de prostitución

En referencia a la carta de María Hernández Ávila (DV 5-9-10), denunciando la prostitución, el mercado de esclavas y queriendo mandar a la cárcel a todo el que asome la nariz por un club de alterne, debo decir lo siguiente:

Una cosa es la prostituta que actúa en contra de su voluntad, coaccionada y atemorizada por su “valiente” proxeneta, y otra bien distinta es la que lo ve como un trabajo lucrativo y ejerce la prostitución para labrarse su futuro. Obviamente, yo no comulgo con ninguna de las dos posturas, aunque probablemente la mujer del segundo caso te diría: “¡yo hago con mi chichi lo que quiero!”.

En cuanto a la clientela… señora María: no entiendo su profundo resentimiento. ¿Quiere dejar a estos especímenes sueltos deambulando por pubs o discotecas a la caza de todo lo que se menea? Ya hay bastantes, no los dupliquemos. Además, esta gente por fin se dio cuenta que les salía más barato contratar a una profesional, a estar toda la noche de Pagafantas sin asegurarse rematar la faena.

Por otro lado… ¿qué es una prostituta? ¿La que trabaja en un club? ¿O la que se casa con un carcamal forrado de dinero y se divorcia al año siguiente? Porque si dividimos la indemnización tras el divorcio entre el número de kikis y felaciones hechas en un año, cobra más que la prostituta de alto standing.

Así es la vida señora María: algunas mujeres ejercen en la calle, y hay otra mucha gente que se baja los pantalones ante su jefe todos los días en la oficina. Para terminar le haré una confesión: yo nunca he estado con una prostituta; porque para oírle interpretar ese automatismo de: “qué bien lo haces miamol…”, prefiero irme al teatro a ver una buena comedia; me sale más barato y me río más.

 

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