La Manipulación del Lenguaje en los Totalitarismos

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La Manipulación del Lenguaje en los Totalitarismos

I. Palabra y realidad

Los pensadores griegos equiparaban lenguaje y razón.  Hablar descubría la inteligencia del hombre y permitía describir el universo entero.  No se trataba de interpretar el mundo sensible, sino de comunicar una realidad visualizada u oída. Lenguaje y realidad sobre cosas o pensamientos, desde estos primeros atisbos de racionalidad, se encuentran en una constante reciprocidad.  

Platón, en su diálogo Crátilo, expone las dos concepciones filosóficas sobre el lenguaje que aún hoy permanecen vigentes:   o los nombres están relacionados con las cosas que representan, o los nombres son convenciones o pactos que se dan a las cosas con independencia de su entidad. Entre ambas posiciones, Platón opta por la rectitud de los nombres, por su integridad y precisión en la descripción de la cosa o persona o pensamiento.

Este criterio es revelado a través de las palabras de Crátilo para quien «existe por naturaleza una rectitud de la denominación para cada una de las cosas, y que esta no es una denominación impuesta por algunos […] sino que existe una rectitud natural de las denominaciones, la misma para todos, tanto para griegos como para bárbaros […]».

Encontramos otras concepciones del lenguaje a lo largo de los siglos, estudiándolo desde perspectivas históricas, lógicas, gramaticales, lingüísticas, pero en cualquier caso la simbiosis lenguaje-realidad es el fundamento de su existencia. Un lenguaje que comunica al otro lo que se ve y lo que se piensa. Esa utilidad del lenguaje es la causa de su existencia.

II. Lenguaje para todos en su significado

El lenguaje es social en su esencia e independiente del individuo, declara Darío Villanueva. Desde este criterio no cabe asumir la tesis de Wittgenstein para quien el lenguaje no es una trama de significaciones independientes de la vida de quienes lo usan: es una trama integrada con la trama de nuestra vida. Es decir, el lenguaje pierde sustantividad y se subjetiviza con la persona que comunica.

Desde mi punto de vista, como diletante en esta disciplina, lo decisivo es que el lenguaje opere no en la trama de una vida personal, de un círculo cerrado y reducido de individuos, sino en una colectividad amplia, en la sociedad.

Nuestro Diccionario de la Real Academia, define   lenguaje, en su acepción 1.ª, como la facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos. Precisamente en esta definición el empleo de la expresión «con los demás» delata esa dimensión social amplia y general. Se habla para participar a otros de nuestra voluntad y criterio y con ello fomentar una acción social, como recoge Halliday, que desempeña un papel fundamental en la construcción de la realidad.

 

Alcanzamos en este punto la explicación de por qué algunos regímenes políticos en distintas épocas y en diferentes contextos políticos han expropiado el lenguaje de facto acomodándolo a intereses, llamémosles…  particulares.

III. Expropiación del lenguaje

Este fenómeno ya fue detectado por diferentes autores, como Víctor Klemperer en 1947 en su obra Lenguaje del Tercer Reich; Primo Levi, en su trabajo Si esto es un hombre, de 1947 y Alexander Solzhenitsyn, en su libro Archipiélago Gulag, en 1973.

Es recogido especialmente por Orwell en una parte sustancial de su obra literaria:  Rebelión en la granja, publicada en 1945 y 1984, publicada en 1949.  Ambas producciones muy influenciadas por sus experiencias personales en la España republicana como militante del POUM frente a los miembros del partido comunista dirigidos por la Rusia soviética de Stalin.  Estas vivencias son redactadas en su obra Homenaje a Cataluña y en todas las obras citadas se recoge la estrecha conexión entre lenguaje y política.  

Hoy constatamos un júbilo entusiasta por esa manipulación que pretende cambiar la realidad a través de las palabras. Se las despoja de su significado original y comúnmente aceptado y se implanta un significado distinto, más acorde con su finalidad ideológica. Desde este enfoque cabe defender lo indefendible, solo se trata de elegir el significado adecuado, los tiempos verbales y los predicados correctos. Pero como apunta Darío Villanueva en su obra Morderse la Lengua, las palabras no crean: son creadas. Precisamente por esto asirse al significado indubitado de la palabra es lo que nos salva de ser succionados por un viento sin dirección conocida y confiable.

Un ejemplo de esta transformación lingüística se encuentra en la neo lengua, que   Orwell describe   en la obra 1984. En ella, el eufemismo es desafiante e intrépido. Entre las muchas expresiones escritas, metáforas, metonimias, oxímoros, destacamos las siguientes, algunas ya conocidas por todos:

«La guerra es la paz»; «La libertad es la esclavitud»; «La ignorancia es la fuerza»; «Policía del Pensamiento»; «Enemigo del Pueblo»; «El Gran hermano te vigila»; «Ministerio de la Abundancia» que se ocupa del hambre»; «Ministerio de la Paz» que se ocupa de la guerra; «Ministerio del Amor» que se ocupa de las torturas»; «Ministerio de la Verdad», que se ocupa de las mentiras. «Vaporizar», «nopersona» o «abolido», es ejecutar y borrar toda huella de la existencia de una persona y olvidarla so pena de grandes calamidades. «Dos minutos de odio», práctica diaria contra el Enemigo del Pueblo, siempre el mismo personaje que había manchado la pureza del partido; «alteración» es el cambio de criterio o cambio en la historia, la novela declara que diariamente y casi minuto a minuto, el pasado era puesto al día…

En la obra Rebelión en la granja, el cerdo Squealer exhibe una gran elocuencia con el resto de animales domésticos que no dominan y que no entienden completamente el lenguaje. Se llama reajustamiento a la reducción de comida que les será entregada. Se utiliza un vocablo soft o blando para simular una privación de alimento que es dramática.  Podría decirse que una miseria con estética es menos miseria: es el triunfo de lo emotivo sobre lo racional.

IV. Manipulaciones y su tiempo.

Pero el procesamiento interesado del lenguaje, su manipulación, no es un recurso novedoso.

En el libro III de la Historia de la guerra del Peloponeso, Tucídides decide un cambio en el lenguaje como factor de desestabilización en la deficiente democracia de Atenas para que involucione hacia la tiranía y la anarquía. Como resultado de ello, la gente empezó a definirlo todo a su voluntad y el significado normal de las palabras colapsó.

Hay otros ejemplos en la historia. En la crisis romana de Catilina en el 63 aC, Salustio recrimina a Catón el Joven el mal uso del lenguaje por la escisión entre la palabra y el significado aceptado por todos.  Catón responde entonces, que la sociedad ha perdido la vera vocabula rerum, es decir, el verdadero nombre de las cosas. Ese uso quebrantado del lenguaje es considerado como una seria amenaza al Estado.   

Contemporáneamente, la manipulación a través de la lengua se ha manifestado de modo más estentóreo en la Rusia soviética con la intervención inestimable de Münzenberg y en la Alemania nacionalsocialista, con   Goebbels.

Más próximos en el tiempo han sido   las aportaciones de la Escuela de Fráncfort y la Asociación Americana de Antropología, como expone el Prof. Casado Velarde quienes han defendido un cambio de la realidad a través del cambio del significado de las palabras. Aplican la visión crítica del discurso marxista a realidades que estiman incómodas para ser alteradas.

De este modo, la relación palabra-verdad, que confiere confiabilidad y seguridad al lenguaje, se quiebra y rompe. Se altera la semántica, como estudio del significado de las palabras, con una finalidad extraña a su propósito de comunicar.  Pero esta herramienta, esta estrategia lingüística, tiene un precio y es resaltada por Mark Thompson: es uno de los motivos que precipita a las democracias hacia el despotismo, porque la eficacia del factor emocional desplaza y anula el debate racional polarizando el voto a posiciones muy antagónicas.

Produce además otra consecuencia que afecta a la historia: al cambiar el significado de las palabras se oculta su causa y dificulta su estudio y análisis. Encuentro en este hecho lo que para Julián Marías es una profanación de las palabras.

V. Propaganda y Manipulación 

Dentro del amplio género de la tergiversación de los hechos merece citar   las once leyes de la propaganda electoral de Goebbels. Son estudiadas en el campo de la publicidad y la psicosociología. Estos principios son los siguientes:

1.Principio de simplificación y enemigo único

Es necesario adoptar una sola idea, un solo símbolo. Y, sobre todo, identificar al adversario en un solo enemigo, en el responsable de todos los males.

2.Principio del método de contagio

Reunir a varios oponentes en una categoría o un individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3.Principio de transposición

Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

4.Principio de exageración y tergiversación

Convierte cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una seria amenaza grave.

5.Principio de vulgarización

Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a quienes va dirigida. Cuanto mayor sea la masa para convencer, menor debe ser el esfuerzo mental para convencerlos. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión media es pobre, al igual que su memoria.

6.Principio de orquestación

La propaganda debe limitarse a un pequeño número de ideas y repetirlas incansablemente, presentándolas siempre desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo en un mismo concepto. Sin dudas ni incertidumbres. De ahí también la frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

7.Principio de renovación continua

Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8.Principio de verosimilitu

Construir argumentos ficticios a partir de distintas fuentes, a través de los llamados globos sonda, o a través de informaciones fragmentarias.

9.Principio de silenciamiento

Silenciar las preguntas sobre las que no haya argumentos y ocultar las noticias que favorezcan al adversario. También contra programando con la ayuda de medios de comunicación afines.

10.Principio de transfusión

Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato previo, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales

Se trata de difundir argumentos que pueden enraizarse y conectar con esos sesgos y actitudes primitivas.

11.Principio de unanimidad

Hacer creer a las personas que las opiniones expresadas son compartidas por todos, creando una falsa impresión de unanimidad.

VI. Fides et Ratio

Ha sido la encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II, publicada el 14 de septiembre de 1999, la que persigue devolver la confianza a la razón para descubrir un horizonte de sentido a la propia vida y para la comunicación con los demás.

La circunstancia de que las palabras hundan sus raíces en la tradición es lo que permite expresar un pensamiento original, nuevo y proyectado al futuro. Desde esta óptica podemos distinguir entre lo que es creación pura, nacida de una mente libre, y lo que es manipulación, que no produce más que creaciones viciadas.

Juan Pablo II referencia la obra Metafísica, de Aristóteles: Todos los hombres desean saber, porque la verdad es el objeto propio de este deseo.  Reflexiona   el sumo pontífice que el hombre es el único ser en toda la creación visible que no solamente es capaz de saber, sino que sabe también que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de lo que se le presenta en la vida.

El producto de estos pensamientos no puede ser otro que una llamada a la verdad sobre todo y ante todo porque lo exige la dignidad de la persona que evita de este modo sea considerada como cosa a la que se engaña sin mayores consideraciones.  Y lo exige un humanismo que debe ser militante y comprometido en tiempos inciertos.

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