Mociones, política... y coronavirus

Santiago Abascal.
Santiago Abascal

Los últimos movimientos de la escena política nos garantizan la pervivencia de Pedro Sánchez por una buena temporada, aunque no necesariamente bajo la forma de gobierno de coalición

El 6 de Octubre quedó convenientemente registrada la inminente moción de censura, que el partido político Vox ha presentado contra el gobierno de coalición que preside el socialista sin carnet Pedro Sánchez. A falta del dictamen de la Mesa del Congreso de los Diputados, ya todo el mundo hace tiempo que sabe cuál será el resultado de semejante moción: el fracaso más rotundo y absoluto, pues la política parlamentaria, pese a todos los engolados y redactados discursos que sus señorías tienen a bien ofrecer, depende única y exclusivamente de la mera aritmética. Y es que 52 sobre 176 diputados distan mucho de ser la mayoría absoluta necesaria para desbancar al actual gobierno de Pedro Sánchez, «el peor gobierno de los últimos setenta años» según afirma el líder de Vox, Santiago Abascal.

Se confirma así que la formación verde no es más que la némesis del partido que inauguró la «nueva política», Podemos, cuya entrada fulgurante en parlamentos autonómicos y en el Congreso de los Diputados (12 diputados en el parlamento andaluz en 2018, 24 diputados en las elecciones de Abril de 2019, 52 en la repetición de noviembre...), tras un lustro de fracasos, ha permitido asimismo al PSOE volver a exhibir el famoso «rodillo», ahora incluso más amplificado: del «¡que viene la derecha!» que González y Guerra exhibieron en la década de 1980, se ha pasado al «¡que viene la extrema derecha!». Está claro que si la moción de censura sirve, como muchos dicen, para mejorar las expectativas electorales de Vox,  mermadas tras una oposición con algunas luces y muchas sombras durante la crisis pandémica del coronavirus (esa constante y abusiva demagogia de señalar que «los comunistas pretenden empobrecernos y llevarnos al chavismo», en alusión a Podemos), todo ello redundará en el beneficio final de Pedro Sánchez, puesto que la división del voto tradicionalmente destinado al PP (una vez liquidado en la práctica Ciudadanos) le garantiza al PSOE una mayoría lejos de la absoluta, pero suficiente para que la «geometría variable» de partidos regionalistas y nacionalistas le permita mantenerse, incluso sin el apoyo del actual gobierno de coalición.

Vemos que la trayectoria de Podemos-Vox tiene muchos puntos en común (al fin y al cabo, como dijo el clásico, contraria sunt circa eadem), puesto que incluso ambos se conformaron a partir de los mismos patrones: al igual que en Octubre de 2014 Podemos se constituyó en el escenario de la Plaza de Toros de Vistalegre como fuerza política pujante, Vox eligió idéntico escenario para un mitin en Octubre de 2018, donde la fuerza política liderada por el ex político del PP, Santiago Abascal, exhibió músculo aunque no conformó una estructura de partido, con sus estatutos y programa definidos (lo cual es ciertamente un lastre más pesado de lo que parece). Asimismo, también Podemos planteó en la segunda legislatura de Rajoy una moción de censura tan inútil como la actual. 

Constante es la ecolalia en espejo que manifiestan ambos partidos: si Podemos apoya la inexistencia de fronteras (especialmente las españolas, «cárcel de pueblos», «país de países»), Vox abandera un discurso soberanista que lo ecualiza con la «derecha negra» europea, tanto frente a la inmigración como frente a la amenaza nacionalista; si los podemitas están obsesionados con los derechos animales y el ecologismo, Vox logró pescar numerosos votos en Andalucía apelando a los ganaderos y empresarios taurinos (el famoso torero Morante de la Puebla ha aparecido en un vídeo promocional junto a Abascal); frente al «negacionismo» de la Historia de España, Vox ha enarbolado un discurso esencialista sobre nuestra nación, donde pareciera que vivimos en la época de los Reyes Católicos, los Tercios de Flandes o Don Pelayo...

Mientras tanto, y como la adquisición de una vacuna fiable contra el COVID-19 parece ir, como suele suceder con los virus, para muy largo, y en España hace ya tiempo que vivimos del «que inventen ellos», resulta más sencillo y efectivo políticamente tapar la boca a los españoles e imponer todo tipo de restricciones, a cada cual más absurdas y contradictorias entre sí, que luchar contra la pandemia del coronavirus con medidas que descarguen el peso principal en lo sanitario. Gobernar por decreto ley, vivir en un estado de alarma permanente, se ha vuelto una costumbre muy fructífera para Pedro Sánchez, que amenaza con escribir una segunda edición de su Manual de resistencia

 

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