El origen de las cosas perdidas

Perdimos la libertad y con ella en parte, la esperanza. Tuvimos sueños grandilocuentes que hablaban de un bienestar social al cual nos aferrábamos como buenos supervivientes. No fuimos conscientes del valor de tenernos cerca, hablarnos, tocarnos, besarnos o en definitiva querernos.

De la forma más devastadora posible llegó una corriente enferma que barrió nuestros pilares, nuestras almas sabias, nuestro corazón. Dando así por despedida nuestra última vez.

Sin ser conscientes aceptamos, acatamos y nos resguardamos con temor. Parte de nuestra esperanza salió y todavía lo hace; aplaudiendo, colaborando solidariamente, fomentando nuestros valores más humanos.

Pero perdimos la libertad. Esa que nos identifica como seres individuales, libres de tomar las decisiones que nos antoje, esa que no se valora hasta que se pierde.

Y seguimos perdiendo libertad cuando perdimos nuestros derechos, nuestra labor y se acabó nuestra moneda de cambio.

Buscando en el origen de las cosas perdidas, encontramos esperanza y nos dimos cuenta de que lo sentimos no sólo habla de lo que pasa dentro de nosotros, sino también de las cosas que se mueven afuera. Nos golpeamos de bruces con nuestras sombras y las peleamos, pero finalmente, no tuvimos más opción que aceptarlas.

Cada ápice de resurgimiento, renacimiento, aprendizaje, reside en nosotros mismos. Seamos conscientes e impulsemos nuestras virtudes. Acabemos y demos por aprendidas estas muchas lecciones y por favor, que todo esto nos sirva de algo.

 

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