Relato vida cotidiana

En una mañana cualquiera salimos de casa para cumplir con nuestras obligaciones, pongamos por caso, un vendedor a comisión, el cual gana, si vende, y, si no vende no gana. Pero hoy este medio laboral es de los poquísimos que aún no han sido barridos por la coyuntura del Covid-19, ya que, salvo los gigantes empresariales transnacionales que todavía están operando comercialmente en este territorio del "olé, olé" y del "vengan días, caigan panes", los negocios comerciales pequeños están cayendo como moscas por esta peste que mata sin piedad. Y en cuanto a las medianas empresas están sobreviviendo a duras penas por "falta de personal para trabajar".

Volvamos a esta persona que cada día se levanta con el alba para voluntariosamente y con fe, ir a vender su producto, llamémosle "comercialización in situ", es decir, esta mujer/esta hombre siempre con buen ánimo y con corrección sale de su casa, cual luchadora/luchador, va recorriendo tierras, pueblos, ciudades, incluso a lugares muy lejanos de su tierra natal a fin de llevar la buena nueva en el campo comercial, su producto, porque primero cree en sí misma/sí mismo, segundo lo que vende es honesto y tercero es coherente con su vida, con lo que espera lograr para sentirse bien consigo misma/misma.

En una palabra, esta actitud profesional y personal es de honradez con todos. Entonces, viendo su trabajo desde el prisma de la ética, tanto laboral como social, este ser humano silenciosamente y sin aspavientos va enarbolando la bandera de la paz, una bandera que no está bajo ninguna institución, bajo ningún estado o ninguna nación. Esta bandera no responde a intereses egoístas individuales o colectivos. Se trata limpiamente de una bandera de Paz, mientras con sus palabra abiertas, correctas y amables va ofreciendo su producto para poder vivir con dignidad y, como es lógico, porque no se rinde ante tanto caos, tanta apatía y tanta locura social de tantos ciudadanos que se encolerizan con quejas al aire y con amenazas, dejándose arrastrar por los acontecimientos de oscuridad y de muerte. Acontecimientos provocados por la pasividad y la ignorancia de todos quienes han pensado que las cosas importantes y valiosas de la vida vienen del Estado y de su gobierno, bajo cuyo paraguas estamos salvos y contentos, o por la ingenuidad de quienes han pensado que otros entes poderosos van siempre a preocuparse de nuestras vidas personales.

Sin embargo, todos hemos visto que al cabo de las décadas, de los lustros lo único que nos han sobrevenido de estos poderes protectores y salvadores han sido la mentira constante, la crueldad y la injusticia, y la prueba ha sido la pandemia global, antes de ésta, nos ha sobrevenido la destrucción del estado del bienestar, como solía repetirse hasta la saciedad desde las pantallas mágicas y compasivas de los receptores audiovisuales domésticos, o desde las voces persuasivas y comprensivas de los receptores radiofónicos, y, claro está, nuestra decepción fuerte al principio se ha convertido en amargura y resentimiento después por habernos entregado a los intereses corporativos, gubernamentales y estatales sin al menos luchar por nuestra dignidad, nuestra libertad y nuestra vida.

Lo que se pretende explicar con esta exposición es que este ser humano no se ha dejado llevar por todos estos elementos sociales ni por sus estrategias de dominio o de manipulación y, valientemente y con fe, cada día sale a trabajar llevando esta bandera imaginaria al mismo tiempo, la bandera de la paz.

¿Por qué la bandera de la paz? Por un lado, porque incluso en un tiempo de paz, sin guerras militares con armas letales de fuego, la gente no vive en paz; no siente paz en su corazón, y por otro lado, porque ella/él va difundiendo con su actitud mental y verbal hacia sus semejantes una actitud de paz en el acto de vender por doquier que vaya. Y esta actitud no es cotidiana; no es habitual en nuestras ciudades y pueblos en todo lo largo y ancho de este perdido pueblo hispánico, por aquellos que el extinto pueblo romano bautizó a nuestro territorio con el nombre de Hispania. No obstante, la gente no quiere o no puede ver esta actitud de paz en este ser humano bueno que ama la vida propia y la ajena también, quizás porque lo que ve en ella/él es algún fantasma que brota de las profundidades de su paisaje interno cual alud imparable de nieve. O sea, algunas personas proyectan ogros mentales con toda fuerza sobre esta persona que sólo quiere vender para ganarse el sustento como cualquier otra persona. No ocurre siempre con agresividad virulenta -nunca mejor dicho en tiempos de virus mortal pandémico-, pero sí siempre con acritud, con amargura, con acorralamiento. Y claro, cuando surge con agresividad virulenta, este ser humano que trabaja con amabilidad y con honradez ha de defenderse echando a correr algunas veces, pero algunas otras en que le alcanzan porque no puede huir o defenderse pacíficamente, ha de recurrir a las fuerzas del orden público. En este último caso, la situación es muy tensa, agotadora y desagradable, y muy decepcionante, ya que ve nuestra amiga, nuestro amigo que cada día se le hace más difícil conectarse empáticamente con otras personas que son igualmente trabajadores como ella/él y que están sufriendo las mismas restricciones económicas, sanitarias, civiles y de libertad que ella/él.

Quienes reciben su visita amable y correcta no comprenden su mensaje subliminal: "Le traigo paz con mi trabajo". Ellos sólo ven que intenta importunarles con su oferta de comercialización y explotan con sus fantasmas mentales que ya estaban a punto de salir a la superficie de su mente.

¿Por qué? Nos preguntamos. Quizás porque ellos se sienten acorralados por un sistema de trampas y de engaños, o por un sistema inhumano en el que se persigue básicamente la felicidad material como paradigma de vida humana por excelencia, y , por supuesto, cada persona tiene sus peculiaridades que no encajan en el molde de este sistema cuyo pilar hoy día más que nunca es el dinero a cualquier precio. Finalmente, la mayoría es incapaz de introducir sus peculiaridades personales en un molde estereotipado que acaba con la salud y la vida emocional y psicológica de aquellas personas que no pudieron encajar en ese molde frío e injusto.

¿Qué hace nuestra amiga o nuestro amigo al día siguiente? Fiel a sí misma o a sí mismo no se rinde, no tira la toalla ni se queja, ni patalea aunque sabe que volverá a encontrarse con incomunicación, con agresividad y con reacciones patéticas de derrota y de dolorosa frustración. No. Ella o él sigue trabajando con la misma actitud de esperanza haciendo su trabajo, enarbolando la bandera de esa paz que todos anhelamos pero que nos empecinamos en encontrar en caminos oscuros con métodos sufrientes, incorrectos y violentos hacia nosotros mismos incluso, porque si somos francos con nosotros mismos no nos amamos tal como somos. Queremos ser otras personas, las poderosas, las exitosas, las siempre felices ante nuestros ojos velados por nuestros contenidos mentales no integrados, por nuestros temores no aceptados, por nuestros fantasmas internos y por nuestros fracasos que nos parecen causados solamente por nosotros mismos, cuando en realidad nuestros fracasos también han sido causados por nuestro sistema de creencias y de valores que hemos aprendido en el sistema mediante nuestros padres. La consecuencia de todo ello es obvia. Nos sentimos utilizados por el engaño institucionalizado y avalado por imágenes y por palabras que hemos visto y oído miles de veces desde que tuvimos uso de razón en los medios de difusión, también cómplices de este sistema inhumano.

 

Sin embargo, nuestro amigo o nuestra amiga por propia claridad de ideas desde la primera juventud en que se ha marcado su propio camino sin influencias nocivas de esta maquinaria hoy agotada, por cierto, que ya no arranca aunque se la esté engrasando cada día. Él o ella buscaron su propio destino de acuerdo con su idiosincrasia, siendo coherentes con ellos mismos, ya que ante todo querían vivir en paz consigo mismos mientras buscaban su verdadero camino de expresión y de dar para recibir (ésta es la ley del universo, dar para recibir).

Entonces cada mañana sale con su bandera invisible de paz al mundo al mismo tiempo que quieren ganar su jornal para estar tranquilos con ellos mismo, a pesar de que los insultarán, los perseguirán, los amenazarán e incluso los agrederán, porque son gente de corazón cuya cabeza es la herramienta para moverse en este mundo perdido en el túnel oscuro y largo del egoísmo, de la maldad y de la desorientación, lacras que aún campean en las tierras de nuestra Hispania: "Ave Caesar, morituri te salutan".

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