Una historia de Villalar

Una historia de Villalar.
Batalla de Villalar.

Estimados lectores, espero antes de todo se encuentren bien, con salud y, si cabe, posibilidad de llevar un orden cotidiano ante estas muy extraordinarias circunstancias. Algunos me conocerán, pero si he de presentarme destacaría de mí que soy un estudiante universitario de tercer curso de economía, apasionado por las lenguas, la historia, Europa, el buen vino y, claro, nacido en Valladolid; con pueblos en Burgos, Soria y Asturias. Me encantan los pueblos y hoy vengo a contarles una historia de un pueblo, o quizá de unos cuantos.

El 23 de abril pero de 1521 tuvo lugar una batalla contra unos miles de insurrectos castellanos en la localidad vallisoletana de Villalar, un hecho acallado en su momento, olvidado hasta bien entrado el siglo XIX y secuestrado desde entonces por una escena del siempre convulso panorama político español. La contienda o el conflicto si así se puede llamar, enfrentaba a las tropas del entonces emperador Carlos I de España contra la hidalguía y baja-nobleza del Reino de Castilla; reino en plena y recientísima expansión en aquella época como muchos de antemano sabrán, aunque no tan rico como se pensare, pues la empresa americana todavía era gravemente deficitaria en el momento.

La batalla la perdieron los rebeldes, que fueron fuertemente represaliados por los vencedores y hubieron de pasar siglos para volver a retomar una conversación acerca de este acontecimiento.

Hoy sabemos que entraban muchas variables en aquella revuelta y que, aunque muchos se obcequen en desmentirlo, la realidad es que no fue tanto una revuelta por el pueblo castellano, sus derechos o por los niños o ni siquiera por el cura del pueblo, nada que ver con ningún tipo de delirio neomarxista de nuestros días. Aquello fue causado por una subida de impuestos justificada en los intereses de un monarca visto como extranjero (razones había pues, nuestro primer Carlos ni hablaba español y era, a simple vista, nacido en Flandes), que vio en las arcas castellanas una valiosa contribución a su candidatura imperial.

Así pues, el joven flamenco sufragó buena parte de sus gastos de campaña con dinero castellano, algo que no fue bien recibido ni en las Cortes, ni en las calles de Castilla en las que podían leerse a la puerta de sus parroquias los célebres pasquines: «Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor».

Los conocidos como comuneros se levantaron en armas contra el rey extranjero clamando justicia y rogando a la Reina Madre; Juana de Castilla, un reinado de su mano, castellana y querida entre sus súbditos. La invitación fue rechazada, la insurrección vencida y el asunto prohibido al habla durante siglos. Las represalias que siguieron a la fin de la batalla de Villalar fueron crudas y no volvió a haber en esta tierra un sólo intento de desacuerdo con la autoridad.

Castilla fue entonces sometida a los intereses de “el mayor bien del mayor número” y poco a poco fue viendo sus privilegios y los de sus condados reducidos drásticamente en comparación a todos reinos que ésta aglomeraba; incluyendo los ultramarinos.

Castilla la Vieja, para ser más exacto, no paró de ir cuesta abajo desde ese momento pasando a ser ese accesorio necesario para el funcionar de la maquinaria estatal porque, si bien puedes reducir los privilegios y dominios del Reino, no puedes borrar el centro de España de su situación geográfica.

Y aquí termina la historia de este reino que no quisiera dejar sin antes plasmar la reivindicación que, los que de mí saben, acostumbro a compartir.

 

Castilla no ha de ser aquél reino romántico de privilegios, hidalguía, monopolios agropecuarios, textiles, comerciales o militares. Sin embargo ha de ser tomada en cuenta por el país que ella misma fundó y que a la postre no dudó en olvidarla.

Y es que es fácil comprobar que no hay tierra que como Castilla haya aportado más al mundo occidental, sólo comparable a la Francia o la Inglaterra y a algún que otro influyente ducado italiano. Castilla a lo largo de su historia ha dado incontables y destacables pintores, poetas, dramaturgos, pensadores, juristas, inventores, estadistas, empresarios, militares, profesores y descubridores. Castilla prestó a Cervantes y a tantos como él en la defensa de todos los españoles. Castilla dio la primera vuelta al mundo, fundó el primer imperio de facto global. Castilla es el germen de los derechos humanos a través de sus Leyes de Burgos y de la tradición parlamentaria en Europa con sus primerizas Cortes Leonesas. Castilla afirmó que todos los hombres éramos iguales mucho antes que cualquier francés iluminado 200 años posterior. Castilla llevó a cabo las primeras misiones puramente filantrópicas con el único fin de ayudar a castellanos de uno y otro hemisferio. Castilla prefirió dejar 4/5 de los recursos que se obtenían en América para los americanos. Castilla fundó tantas ciudades como Roma en su punto más álgido. Castilla fue de los primeros reinos en apostar por una convivencia justa y común entre absolutamente todos los europeos; prueba de ello es además el modelo propio castellano que constantemente abogaba por una convivencia entre iguales en cualquier reino que ella regentare, desde los reinos peninsulares a los asiáticos. Castilla y sus Reyes Católicos desarrollaron el federalismo mucho antes que Jefferson o Rousseau a través del sistema de reinos y virreinos, en el que la soberanía se compartía y se cedía entre hermanos.

Castilla hizo muchas cosas que no abarcaría un joven estudiante como yo a describir en un artículo cualquiera pero Castilla no hizo todo esto en soledad, sino que junto con León, Galicia, Asturias, Navarra, Aragón, Granada y todos los reinos y condados que la configuraron a lo largo de su extensa historia, Castilla llevó a cabo todo ello. Castilla hizo, pero no lo habría hecho sin España. Todos los logros de Castilla han de ser leídos pues con dirección a España y los Españoles. A veces, y sobre todo hoy en día, olvidamos la historia y, una vez más sobre todo, la historia común que compartimos todos los españoles. Nuestra historia es historia y, como todas, contiene luces, sombras y alguna que otra alucinación; pero sigue siendo nuestra y es nuestro deber y, en mi caso, gusto cuidarla, defenderla y enseñarla.

Castilla hoy, debe reconocerse, queda algo olvidada en las decisiones de nuestra España, como así sucediera en el 1521. Pero soy positivo. No me malinterpreten, no abogo por una revuelta y vuelta al esplendor castellano del siglo XVI, pero soy positivo porque pienso que después de estas circunstancias de crisis inauditas en las que nos encontramos, España debe elegir remar en una dirección. No entraré en farragosos terrenos destinados a nuestros políticos actuales en relación a cómo habremos de remar, pero sí diré que, sea como fuere, tenemos que remar todos en una misma dirección.

No dejemos pasar esta oportunidad de tomar un rumbo conjunto; nuestro rey habla español, nació en Madrid y de momento no nos ha subido los impuestos.

Les deseo una muy feliz jornada de Los Comuneros y un Feliç Sant Jordi.

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