Veneración a la Virgen

Interior de una Iglesia.
Interior de una Iglesia.

No hay pueblo sin la imagen de la Virgen. Es cierto lo de la canción: “Miles de ermitas pequeñitas,/cobijan tu imagen, Señora;/campanas que el Ángelus rezan,/paisajes que cantan y lloran./Mas sé que prefieres y añoras,/ la ermita de mi corazón (...); te llevan, María, en el nombre, /te llevan en el corazón(...). .Por su devoción y pompa en Semana Santa, se han hecho muy populares las Dolorosas de Sevilla y de Málaga, de Valladolid... , de Valencia ( “Virgen de los Dolores Coronada”) Aunque a Nuestra Señora de los Dolores  la evocamos, sobre todo, en Semana Santa, su fiesta, la Iglesia la celebra el 15 de septiembre, al inicio del año escolar y laboral.  Este año, en Valladolid, la preciosa y popular imagen de la “Dolorosa de  la Veracruz”, de incalculable valor, también, artístico,  recibirá la Coronación Canónica el 23 de septiembre, precedida de un Quinario solemne, presidido, cada día, por un obispo,  alguno muy vinculado a esta ciudad, como el extremeño don Francisco Cerro, Primado de España.   

¡Cuánta devoción, en España,  a la Virgen Dolorosa! Muchísimas españolas llevan su nombre y eso lo prueba. Me llamaba la atención, de niña, que mi madre era de las “Hermanas de la Virgen”, la Dolorosa, y, también, la procesión de la Soledad el Viernes Santo por la noche,  acompañada por una multitud de mujeres vestidas de luto, caminando en un silencio sólo interrumpido por la Canción “Sálvame Virgen María” y alguna saeta espontánea.  ¡Qué bonita esa canción tan conocida: “.Sálvame , Virgen María(...)..mi corazón en ti confía”. En su Corazón maternal, confía el nuestro: ella, tras anunciar,  a los niños de Fátima, que vendrían guerras si no dejamos de ofender a Dios ( se ha cumplido), nos mueve a la esperanza: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará y en el mundo habrá un periodo de Paz”.

En la fiesta de la Virgen de los Dolores, llama la atención la emocionante Secuencia que se lee en todas las misas: “La Madre piadosa estaba junto a la cruz, y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía. (...) ¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor? (...)Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre (...) ¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo (...)Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén; porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria”.

 

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