La voluntad del pueblo

Que los británicos MUSE lancen su nuevo álbum el próximo 26 de agosto es un secreto a voces, anunciado hace meses y, al mismo tiempo, reforzado con la aparición de varios temas en la antesala de este lanzamiento.

Sin embargo, que el producto final  alcance las altas cotas de popularidad de anteriores álbumes no parece albergar las mismas garantías de éxito como consecuencia del mutismo que, sin duda, van a provocar sus desafiantes canciones de protesta ante las infames circunstancias del mundo actual. Ojalá me equivoque.

La cuenta atrás está en marcha para ese pulso de la banda de Devon y su implícita invitación al desacato, la resistencia y la rebelión. Sin llevarlo a los extremos de "arrojar al emperador al océano", como dicen en su canción insignia, es lo que toca de acuerdo a los impulsos de la creciente ira provocada por mafias, gobiernos, instituciones, organizaciones, algoritmos, religiones o las mismísimas redes sociales.

MUSE ha elegido "Will of the People" (La voluntad del pueblo) como título y, también, se postula como una renovada corriente de aire fresco y combativo dentro de un mundo oscuro que, con una civilización condenada, ha pasado a ser el inseparable compañero de fatigas en nuestro devenir existencial. Por desgracia, es lo que hay.

Matt Bellamy describe la canción que da nombre a la nueva entrega como "el espejo de un metaverso ficticio en un planeta no menos ficticio en el que, como no puede ser de otra manera, un estado ficticio y autoritario emplea un algoritmo ficticio para dirigir a sus individuos a través de una sede central de datos ficticios que, a su vez, dirige un banco y su moneda en curso, ambos ficticios, dedicados al control de una población ficticia que reside en una ubicación ficticia llena de apartamentos ficticios donde un hombre ficticio despierta cierto día para descubrir que todo esa ficción es miseria". La ficción, pues, no es que brille por su ausencia,  sino que camina de la mano de nuestra realidad más próxima.

En otras palabras, la realidad del individuo en cuestión, que bien puedes ser tú mismo, es tan dura y cruel que ni siquiera la ficción o un mundo imaginario, aquel escapismo propugnado por Tolkien, pueden rescatarle. Y no es que lo diga yo, sino que así lo proclama el líder del grupo británico de marras. 

Ni que decir tiene que, por causas o asuntos de interés, Bellamy describe su hit como una agresiva propuesta no alejada de la orientación reivindicativa de éxitos pretéritos como, por ejemplo, "Resistance", "Uprising" o "Psycho". Estos, además del recorrido y reconocimiento de los años, se han convertido en himnos de una masa de adictos y adeptos al rock de MUSE que despierta pasiones al mismo tiempo que, cada vez más, otorga una cierta visceralidad a intenciones y propósitos de vidas apagadas, errantes y sin sentido debido a las recientes tragedias de nuestra lamentable contemporaneidad.

La realidad, como se suele decir, supera esa ficción en la que los otrora mundos distópicos retratados en el pasado siglo por autores como Golding, Zamyatin, Huxley u Orwell no es que hayan pasado a mejor vida, sino al repetido menú y pan nuestro de cada día. Si no queríamos caldo, ahora tenemos varias tazas; una dispepsia de raciones dictatoriales.

Y, ciertamente, es para empezar a buscar refugio y pertrecharse contra las continuas dosis de miedo en formatos varios contra tu línea de flotación: olas de virus, supuestas vacunas, nuevos pinchazos, confinamientos –aunque sean inconstitucionales–, incendios forestales, desastres naturales, cambio climático, crisis y desestabilización, recesión económica, galopante inflación, conflictos bélicos, amenazas de Oriente, aprobación de leyes y decretazos varios, indefensión y vulnerabilidad judicial, precio de la cesta de la compra y combustibles, etc. Todos estos asuntos son y serán cíclicos según el interés de la mano que mece la cuna mientras adormece las mentes de la humanidad.

 

Ahí, en esa maniatada y acosada retaguardia es donde te quieren, impidiendo que cualquier síntoma de disidencia provoque tu intento de aproximación a posiciones de vanguardia inducido por el sentido común, tus valores o el pensamiento crítico que se rebela contra abusos, imposiciones y disposiciones propias de un régimen dictatorial.

Si acaso, podremos confiar en nosotros mismos. Tendremos armas como la fe, la esperanza y unas discretas oraciones que eviten molestias o sospechas de los inquisitoriales censores, esa perversa "policía del pensamiento" que, imperceptible e irreconocible, puede hallarse entre tus familiares o allegados, muy cerca de ti, para, de manera rastrera y servicial, sumar puntos de cara a los ajustes del perfil requerido para convertirse en un "buen ciudadano". Orwell debe sentirse abrumado, horrorizado, en su tumba por la resurrección de situaciones en su profética novela "1984".

Volviendo a MUSE, el título y las atractivas imágenes del videoclip promocional son la respuesta a la creciente incertidumbre e inestabilidad de nuestro entorno, ambas provocadas por las élites del globalismo. Desde la genocida y descontrolada pandemia, cuyos gobiernos responsables se irán de rositas por los turbios intereses económicos y las imposiciones de la Agenda 2030, hasta la escalada bélica en un continente, Europa, cuyos regidores han entregado la cuchara a unos y otros añadiendo vergonzosos y alarmantes gestos de incapacidad al despiadado y obsceno buenismo del que Occidente "alardea" ante decisiones, planes, agendas e invasiones de gestores, merodeadores e invasores. 

Nuestro decrépito y convulso territorio, el del Viejo Continente, no es más que un harén prostituido, subvencionado y sufragado por una acobardada e intimidada Unión Europea deseosa de arrojar la toalla al cuadrilátero y sacar la bandera blanca en señal de rendición, de esa compliance de la que también advierte MUSE en su nueva entrega.

La batalla, desgraciadamente, está servida y, lo peor, perdida salvo en honrosos casos y estados sin complejos capaces de no inmolarse ni sacrificar su identidad y cultura para dejarlas a merced del sumiso continente al que geográficamente pertenecen y las indignas hordas de gobernantes que manejan sus débiles hilos y descontroladas riendas.

Lo mismo que la banda proclama en sus letras es lo que Europa ha empezado a encontrarse con infinidad de movimientos de protesta y disturbios –evidentemente, muchos más de los que muestran los serviles medios de comunicación– que no hacen más que reforzar la oposición a políticas autoritarias no exentas de mentiras y manipulación para lograr objetivos dirigidos a la deshumanización y obediencia según los decretos del NOM (Nuevo Orden Mundial), máximo exponente de la trágica seducción con su simplicidad, mediocridad y particularmente reducida visión de un planeta, a estas alturas, carente de bombonas de oxígeno.

Por desgracia, hemos cerrado nuestras mentes, nos da miedo abrir los ojos, tememos mostrar afecto con besos y abrazos, dudamos de las relaciones interpersonales con ese creciente desafecto que forma parte de vidas encapsuladas, enjauladas, frágiles como ese imaginario cristal exterior que impide cualquier gesto, palabra o movimiento sin el control y conocimiento de un estado autoritario, enemigo de identidades y costumbres, proclive a la fracción y la discordia, amante de la miseria, la mentira, la manipulación y el anticipado obituario de los que no se ajustan ni se humillan a sus impositivos discursos y dictados.

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