La accesibilidad y otros problemas y soluciones en edificios con personas mayores

Alivio de la soledad no deseada

La accesibilidad y otros problemas y soluciones en edificios con personas mayores.

En la mayor parte de los edificios de viviendas residen desde recién nacidos hasta personas mayores. En algunos casos muy mayores: nonagenarios e incluso algún que otro centenario. Mis mejores deseos para ellos si leen o les leen estas líneas.

La verdad es que, en lo referente a las personas de avanzada edad, de unas décadas acá se está realizando en España una gran labor substanciada sobretodo en la incorporación de ascensores y rampas salva peldaños en construcciones que carecían de los unos y de las otras. Aún quedan edificios donde la remodelación no se ha efectuado, o porque es misión dificilísima por la estrechez del hueco de las escaleras o por los característicos desacuerdos vecinales. Así, algunas unidades familiares compuestas por niños, jóvenes y adultos no ven conveniente pagar por algo que sólo a la larga podría afectarlos, y ello en el caso de no haber mudanza.

Esta actitud cerrada no siempre indica egoísmo, pues entra en juego la economía de cada familia, aunque hay ayudas oficiales. También la precariedad de dinero es en ocasiones problema para las familias que cuentan con mayores.

Para facilitar la lectura dividiré la cuestión en cuatro puntos, sabedor de que me dejo varios, pero por no extenderme creo que serán suficientes.

1. Los “ancianos” (sé que no gusta esa palabra en los ambientes más concienciados) sin o con ligera dependencia física y psíquica viven con hijos y/o nietos. Aquí, aunque la falta de ascensor y rampa no deja de ser un obstáculo, la situación es menos onerosa. Con buena disposición, en definitiva, con cariño, los descendientes son un salvavidas. Pueden turnarse para cuidarlos en casa y bajarlos a la calle.

2. Los hijos y/o nietos conviven con un abuelo o abuela que padece una dependencia severa o casi. Tanto si sólo es física como si es psíquica (demencia) o, como suele suceder con frecuencia, si ambas van de la mano, será más necesaria que nunca la ayuda familiar, sin descarte de otras externas. Con todo, pienso que lo principal es el sentimiento de que sus seres queridos los tratan con afecto.

3. Uno o varios mayores residen solos, porque no tienen familia o porque sus descendientes se desentienden. A la hora de la herencia, si la hay, ya aparecerán, pero quizá se lleven una desagradable y merecida sorpresa, al menos si residen en el País Vasco y Navarra: desheredados. También en función de que haya o no dependencia y, de haberla, del grado de la misma, será precisa una ayuda externa para cuidar y acompañar, dos caras de la misma moneda.

4. Un mayor que vive solo decide compartir su hogar con otra persona. No se trata de una trabajadora interna. El ejemplo que más me seduce es el de una chica o chico en fase de formación universitaria lejos de la residencia de sus padres. La persona mayor ofrece al estudiante lo que le falta: acomodo gratis o a un precio irrisorio cuando los alquileres están por las nubes, y el estudiante, en justa correspondencia y en su tiempo libre, la ayuda en las tareas del hogar, la saca de paseo, o a tomarse un café por ahí, o al médico, o a lo que sea. En definitiva, le brinda algo esencial: alivio de la soledad no deseada. Resultado: ambas partes salen beneficiadas.

 

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