Cualquier parecido con la realidad es fruto de la imaginación del autor

Sociedad.
Sociedad.

Con el paso de los años, contemplar y-o leer historias de seres considerados monstruosos por sus acciones o comportamiento me lleva a pensar en el bebé al que años atrás alguien debió amar como puede amar una madre y que me pregunte por el recorrido vital de aquel niño para llegar a  ser un adulto embrutecido y-o amoral, sea un violador, un asesino, un psicópata o un autócrata dictador.

¿Fue el destino que le estaba inexorablemente reservado y que nadie, tampoco él podía eludir por pertenecer al grupo que gentes del pensamiento cuestionan el "libre albedrío" y por ello entender el destino como jaula de la que es imposible escapar, ello con las consecuencias jurídicas, sociológicas, políticas, religiosas, etc. de la sociedad tal como la conocemos?.

Thomas Istvan Szasz, profesor y crítico de los fundamentos morales y científicos de la psiquiatría, mejor decir de la anti psiquiatría conocido por sus libros "El mito de la enfermedad mental y La fabricación de la locura" al cuestionar el concepto de salud mental y de los principales argumentos con los que se asocia basados en que cada persona tiene jurisdicción sobre su cuerpo y su mente, en definitiva por la defensa del "libre albedrío" que no de la enfermedad mental como responsable de nuestras acciones.

Hilando con lo anterior y solo a modo de ejemplo, expertos en psicología coinciden en que “Calígula” era un enfermo mental esquizofrénico paranoide, ello basándose en la extrema crueldad que le inducía a matar, dicen que incluso con especial placer a los desdichados que, aterrorizados, creían  estar a salvo de su crueldad manifestando públicamente que darían la vida por él.

Todo indica, según Thomas Istvan Szasz y algunos más que se trataba de un ser aberrante, un monstruo que junto a otros como Hitler, Stalin, Nerón y un largo etc. encarnaba lo podríamos definir y entender como “el mal” junto a otros, algunos ya mencionados que bien antes, después y también actualmente muestran signos inequívocos que algunos interesadamente llaman patologías psicológicas, en realidad escusas para seres inmersos en la psiquis particular con que fueron concebidos.

Siguiendo la línea argumental, parece confirmarse por cientos de estudios psiquiátricos realizados en individuos en los que concurría una necesidad insaciable de poder como síntoma común en todos ellos como la conocida como patología narcisista”(no confundir con enfermedad), origen de lo que hoy se entiende por "totalitarismo” como así lo confirman personajes como Hitler, Stalin o el mismo Calígula, personajes mesiánicos (insisto, no enfermos) convencidos ser imprescindibles, no ya en su país, sino en un mundo que lleva aparejado su derecho de aplicar medidas coercitivas severas a quienes cuestionen su deidad.

En definitiva, seres con aires de superioridad irracional y necesidad insaciable de admiración que conlleva privilegios, reconocimiento como  ser superior, rechazo de las normas establecidas y también que sus logros y talentos parezcan más importantes de lo que son con un denominador muy común consistente en la creación de grupos cuyos integrantes tienen como función que le aplaudan, ello indicativo de abyección y fanatismo propios de sectas donde además de aplaudir, tienen como función igualmente prioritaria la adoración al líder.

Lo dicho en el párrafo anterior lleva a que me pregunte, más en estos tiempos en que estaría mal visto el empleo de medios coercitivos de tiempos de Calígula o de los personajes mencionados, si son íntimamente conscientes, no ya del rechazo y aversión que elicitan sino del asco físico  que, como es mi caso, me lleva literalmente al vómito.

Acontecimientos execrables muy recientes realizados y-o fomentados por personas cuya trascendencia todo indica les trae al pairo al no importarles lo qué dirá de ellos la historia, monstruos que no piensan ni creen en cuestiones no referidas a ellos mismos que llevan a preguntarme si son íntimamente conscientes del daño inferido a su país no siendo sino que aspersores de división y odio entre los ciudadanos, emoción que al ser de ida y vuelta les arrastrará a ellos más pronto que tarde.

 

Todos percibimos que los cambios normales en la sociedad están en función de variables que entendemos como cambios normales en el devenir de las mismas y de los individuos que las conforman del misma manera que percibimos, viendo fotografías tomadas de tiempos distantes y que el espejo nos devuelve como contraste real en ocasiones cruel.

Hechos que ahora no se están produciendo de manera paulatina, “pero si controlada” y forzadas con el concurso imprescindible de unos medios de comunicación-opinión que, más allá del gota a gota lo hacen a cántaros consiguiendo la aceptación de cambios más que bruscos demenciales, gracias también y en paralelo al entrenamiento inmisericorde al que nos llevan tiempo sometiendo consistente en eslóganes vacíos y fáciles de memorizar y repetir como cacatúas de párvulos, ello acorde a su consideración a nuestra inteligencia.

Pero la cuestión es muchísimo más grave que el hecho de tener al frente del Ejecutivo a una marioneta que, a día de hoy no oculta estar siguiendo al pie de la letra las instrucciones recibidas por el Globalismo que mueve los hilos  que le animan, sino la tragedia que supone haber doblegado una Nación hoy inmerso en la infamia y el colapso absoluto con bandas incluso de delincuentes que lo sostienen, conocida su obsesión patológica de poder.

Naturalmente que el proceso ha sido cuidadosamente planificado por individuos que se tienen por dioses y que disponen de una cuadra de sátrapas, como es el caso de España, muy nutrida. Se trata de dioses menores, en general sujetos decrépitos y viejos a los que el mundo en su actual configuración les ha quedado caduco y lo peor, en el que sus moradores son para ellos “seres fungibles perfectamente prescindibles”.

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