La Ilustración europea: el progreso y el regreso de los derechos del hombre

La Ilustración europea: el progreso y el regreso de los derechos del hombre.
La Ilustración europea: el progreso y el regreso de los derechos del hombre.

La Ilustración fue un movimiento minoritario y selecto que prosperó entre las elites de algunos países europeos y en algunas colonias atlánticas bajo dominio británico. Su periodo temporal es acotado de distinto modo según autores. Conforme a Tamames, comienza en la Paz de Utrecht de 1714 y finaliza en 1789. Para Munck se extiende desde la publicación de las Cartas Persas, de Montesquieu, en 1721 y se extiende hasta 1794, año de la muerte de Condorcet, y cuando la Revolución francesa toma unos derroteros brutales ajenos al reformismo ilustrado. Aunque puntualicemos que las ideas rupturistas propagadas por radicales apelando a lo más primario de las masas de Paris no podían tener un resultado muy diferente al que se ofreció al mundo ni al que padecieron miles de franceses.

Algunos intelectuales del siglo XVIII cuestionaron las sujeciones que mantenían a los hombres sometidos a las costumbres, a los usos y a un modo de sentir y ver la vida producto del tiempo. Para liberarse de estas trabas algunos filósofos recomendaron el empleo de la razón, el escepticismo metodológico: se indaga exhaustivamente la realidad entera y se pretende regular todas las vicisitudes de la vida mediante un razonamiento empírico. Esta forma de proceder, este análisis, disolvería los condicionantes que impedían el crecimiento del hombre y su desarrollo integral, producto de la huella religiosa que debería ser apagada, suprimida.

Nadie reparó que esa voluntad científica desconocía que el racionalismo estricto, sin concesiones a la piedad, al perdón y a la caridad, convierten al hombre en un ser de aristas ásperas, podría decirse que amputado, más próximo a un ser animal, sin principios que repriman sus instintos naturales.

La razón descubre incógnitas, pero no ofrece indicaciones sobre lo bueno y lo malo para el hombre y su comunidad. Se rechazaron en la ilustración radical todas aquellas enseñanzas que facilitaron, incluso, el acceso al racionalismo mismo. Nadie se planteó entonces que el resultado de la investigación racional podría ser comprometido por más investigación, por mejor racionalismo, circunstancia que comprometía la certeza absoluta de lo científico.

Voltaire llega a decir que no era Dios quien había creado al hombre sino el hombre quien había inventado a Dios. Como declara Edmund Burke en sus «Reflexiones sobre la Revolución francesa» de 1790: La arrogante nave del progreso orientada por el ateísmo empezaba a marchar a todo viento, y el mosto de la bodega literaria de Rousseau hacia perder la cabeza a muchos intelectuales y políticos de Europa...

Para Julián María los teóricos franceses de la idea de progreso en el s. XVIII fueron Voltaire, Montesquieu, Turgot y Condorcet, principalmente. Lo concebían como una idea filosófica que cambiaría la mentalidad de una sociedad. El progreso se materializa como una creencia, basada no tanto en el empirismo sino construida sobre la mística de la razón considerada como dogma.

Condorcet, días antes de ser guillotinado por la Revolución, identifica tres fines que el progreso debe alcanzar en el futuro de la especie humana: la destrucción de la desigualdad entre las naciones; los progresos de la igualdad en un mismo pueblo y el perfeccionamiento real del hombre. Para ello enuncia dos derechos básicos: la seguridad de la persona y la seguridad del libre goce de la propiedad.

La razón no impone límites a la mejora de los hombres. El progreso, declaraba Condorcet, puede ir más deprisa o más despacio pero nunca se detendrá mientras la Tierra ocupe un lugar en el universo. Es un optimista que cree en el continuo perfeccionamiento del género humano, es decir, no se plantea que el progreso pueda en realidad convertirse en un regreso para el hombre y sus derechos.

Es posible que Turgot haya sido el primer ilustrado en ofrecer una idea de progreso y lo realizó en 1750 en la Universidad de Paris-La Sorbona con un discurso titulado «Una revisión filosófica de los sucesivos avances de la mente humana». En su lectura expone que el progreso abarca no solo las artes y las ciencias, también la cultura, los usos, costumbres, instituciones, códigos legales y un largo etcétera. Una de las características del progreso ilustrado es que no se centra en el hombre únicamente sino principalmente en sus instituciones.

 

Junto a él, Voltaire, en su libro «Cartas inglesas» de 1734, describe las cuatro condiciones para el progreso de la burguesía europea: el comercio, factor de riqueza; riqueza, factor de libertad; la libertad favorece el comercio; el comercio favorece la grandeza del estado. Y correlativo a este razonamiento el ofrecido por Barneve: Una nueva distribución de la riqueza acarrea una nueva distribución de poder.

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