Javier Fumero

Qué fue de Andreas Lubitz y Germanwings

Hace unos días mencioné una de las características de esta sociedad del siglo XXI, tecnificada y global: cómo ha cambiado el grado de percepción que tenemos de las cosas que pasan ante nuestros ojos.

Ahora, decía, todo se vive más intensamente y a una gran velocidad. Estamos expuestos a muchos más impulsos que nunca, que son percibidos de forma dramática. Generan –sí- un gran impacto pero, a la vez, no llegan para quedarse: rápidamente son sustituidos por otros.

Todo esto ha vuelto a quedar demostrado.

Hace sólo tres semanas el mundo quedó conmocionado cuando un avión de la compañía Germanwings, procedente de Barcelona y destino Düsseldorf (Alemania), se estrelló en los Alpes franceses con 150 personas a bordo. No hubo supervivientes. Horas después se supo lo más grave: la causa de la tragedia fue la voluntad del copiloto, Andreas Lubitz, de acabar con su vida.

Hubo monográficos y especiales. Debates de gran intensidad, testimonios dramáticos de familiares. Los gobiernos se volcaron. Hubo una investigación a fondo. Se destinaron recursos sin cuento. Los telediarios ofrecieron reportajes, análisis, claves…

Desde hace bastantes días hemos cancelado todo esto de nuestras mentes. No queda nada. Es más: uno tiene la sensación de que todo sucedió hace muchísimo tiempo. El ruido posterior se lo ha llevado todo.

Parece que los sucesos calan ahora menos en nuestras vidas. Durante un instante centran toda nuestra atención pero al cabo de unos días, quedan sepultados por otros acontecimientos. Se vive de forma frenética, casi sin tiempo para digerir lo que nos pasa, sacar consecuencias y tomar nota.

Admito que todo esto me tiene algo desconcertado.

Más en twitter: @javierfumero

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato