Javier Fumero

Arremangarse ahora con la “fatiga pandémica”

La Organización Mundial de la Salud acaba de alertar sobre la denominada "fatiga pandémica"
La Organización Mundial de la Salud acaba de alertar sobre la denominada "fatiga pandémica"

La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de acuñar el término “fatiga pandémica” para aludir, un año después de que irrumpiera la crisis sanitaria por el Covid-19, a la “desmotivación” y el “cansancio” que está padeciendo la población por la implantación de las conductas de protección y las medidas de seguridad establecidas por cada país.

La gente está exhausta, al límite de sus fuerzas. Este virus traidor provoca efectivamente fiebre, tos y, en algunos casos, neumonía, dificultad para respirar y falta de aire, fallo pulmonar, choque séptico, colapso orgánico y riesgo de muerte, pero también genera agotamiento mental.

Un estudio denominado ‘Las consecuencias psicológicas de la Covid-19 y el confinamiento’, realizado por varias universidades españolas, asegura que el 45,7% de los españoles encuestados ha admitido que en estos doce meses ha aumentado su nivel de malestar psicológico.

Hemos cambiado bruscamente de hábitos y de modo de vida. Las mascarillas nos tapan el rostro y dificultan la comunicación, agobian, y se suma a otros condicionantes de peso: distancia social, confinamiento, soledad, prohibición de realizar viajes, alejamiento de los seres queridos, incertidumbre económica, dudas sobre el futuro, sensación general de fragilidad…

La consecuencia de todo esto es la manifestación de estados psicológicos de ansiedad, tristeza, desánimo, insomnio, apatía y desesperanza. Además, el carácter también se resiente por los efectos de ese aburrimiento, de esas limitaciones y esa pérdida de confianza. Nos volvemos más susceptibles e impacientes, con menos tolerancia también hacia los errores ajenos.

Por eso son tan importantes las vacunas, porque van a permitir abrir una espita en esta olla a presión que es ahora la vida cotidiana de los ciudadanos. Quizás esto explica un hecho tan extraño como la desescalada que acaba de anunciar Francia a pesar de sus cifras: 800 casos por 100.000 habitantes en 14 días.

El país vecino va a levantar las restricciones contra la pandemia de forma gradual a partir del 3 de mayo, fecha en la que se pone fin allí a la prohibición de desplazarse fuera de un radio de diez kilómetros desde el domicilio. El calendario sigue fijando el toque de queda a las 19:00 de la tarde, pero contempla también la vuelta presencial a las clases desde este lunes para los alumnos de infantil y primaria y el 3 de mayo para los de secundaria.

Con tantos casos de contagio parece incomprensible… pero no lo es. Porque los sanitarios advierten de otro efecto denominado “últimos kilómetros del viaje”: inmersos todavía en la zona valle de la cuarta ola y con la campaña de vacunación en marcha pero avanzando a un ritmo más lento del esperado, no vemos todavía la luz al final del túnel y cada vez cuesta más cumplir las medidas de seguridad y respetar las restricciones. Se nos presenta ahora, por tanto, otro riesgo creciente: la desafección hacia las normas, la rebelión por hartazgo.

Más en twitter: @javierfumero

 
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