Los que dan por desahuciado a Puigdemont

Es cierto que el nacionalismo vasco en general (e Iñigo Urkullu en particular) sangra por la herida. Y se entiende: Urkullu intentó por todos los medios detener el desafío del 1-O, intervino durante semanas como mediador, se implicó personalmente, puso mucha carne en el asador, recibió promesas y terminó absolutamente calcinado.

Ahora, el nacionalismo vasco se echa las manos a la cabeza cuando se le pregunta por la deriva de Cataluña. Las ideas principales del discurso de aquel confidente son las siguientes:

-- Puigdemont ha enloquecido. Está absolutamente fuera de control. Incluso para buena parte de los suyos. Muy pocos logran entenderse con él. Es como tratar con una pared. No escucha, no dialoga, no accede a estudiar alternativas. Está obcecado.

-- Se dirige al abismo. El camino que transita es un callejón sin salida. Le espera un precipicio por el que se va a despeñar. Nosotros tenemos muy presente lo que sucedió con Ibarretxe. Aquí sucederá otro tanto.

-- Puidemont permanecerá en primera línea política el tiempo que le permita el pueblo catalán. Veremos lo que están dispuestos a sufrir. Cada semana que pasa en esta situación de inmovilismo, Cataluña va perdiendo pujanza, fuste económico, representatividad. Ellos verán.

-- La retirada de Mariano Rajoy y la llegada de Pedro Sánchez a Moncloa ha sido la gota que ha colmado el vaso. Ahora que no tiene delante a la derecha irreductible, Puigdemont se ha quedado sin legitimidad para buena parte de su discurso victimista. Pedro Sánchez es otro tono, otra actitud, otro perfil: no se puede negar. Por eso, el independentismo irá perdiendo fuelle y su líder quedará retratado al final como un lunático intransigente.

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