Dónde está Yolanda Díaz

Me pregunto dónde se ha metido Yolanda Díaz. La cuestión es pertinente porque estos días se están ventilando decisiones de gran calado. Cuestiones importantes para las mujeres, para las fuerzas progresistas, para aquellos que defienden políticas de izquierdas. Hablo por ejemplo de la reforma de la ley del sólo sí es sí, hablo de la aprobación de la ley trans, hablo de la ley del bienestar animal, hablo del envío de carros Leopard a Ucrania que va a pasar por sede parlamentaria…

Pues con todo lo que está cayendo, Yolanda Díaz parece como agazapada, escondida detrás de la columna. Cuidado, entonces. Porque los ciudadanos no ven con buenos ojos a los políticos escurridizos, que rehúyen la brega, que se ponen de perfil cuando se trata de abordar cuestiones complejas.

Me viene a la cabeza el caso del mismísimo Mariano Rajoy, que se ganó fama de resolver rompecabezas por la vía… de no hacer nada. Lo hizo muchas veces: metió en el pudridero materias que exigían dejarse algún pelo en la gatera para que fuera el tiempo el que pusiera las cosas en su sitio. Así se hizo acreedor de una fama de poco acometedor, de tibio, de vago o perezoso.

Se entiende lo que pretende Yolanda Díaz: evitar el más mínimo desgaste, librar pocas batallas con aristas y así no cometer errores. Si quieres lograr una confluencia, lo peor es ir repartiendo coces. Todo posicionamiento esconde una bomba de relojería que te puede perseguir durante años hasta que te explote en la cara. Pero esta actitud es comprensible… salvo que te dediques a la cosa pública.

Un político no debe actuar como un avestruz que esconde la cabeza bajo tierra para obviar el peligro. Los ciudadanos, insisto, no suelen ver con buenos ojos a los escapistas que desaparecen misteriosamente cuando hay tormenta.

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