Javier Fumero

Si Griñán tiene una fuerte depresión

El expresidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán.
El expresidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán.

Se va a hablar mucho –ya se está haciendo, de hecho, pero más que se hará- sobre el posible indulto a José Antonio Griñán, el ex presidente de la Junta de Andalucía condenado a seis años de cárcel por prevaricación y malversación en su etapa como consejero de Economía y Hacienda, entre 2004 y 2009, por el caso de los ERE de Andalucía.

Se trata de un proceso judicial sangrante que confirmó una de las mayores tramas de corrupción en España. Entre los años 2000 y 2011, la Junta de Andalucía, gobernada por el PSOE, puso y mantuvo en funcionamiento un “sistema fraudulento” de subvenciones ajeno a cualquier control fiscal y por el que fueron concedidos arbitrariamente 680 millones de euros, según la sentencia de 2019.

Sobre esta cuestión me asalta una duda que hoy quiero compartir con los lectores. A mi modo de ver, los indultos hay que medirlos bien y otorgarlos con cuenta gotas. No debe parecer que la Justicia es más benévola con unos (los poderosos o los amigos de los poderosos) que con otros (el pueblo llano). Eso sería letal para el sistema. Además, quien la hace la debe pagar, también para que cunda el ejemplo y la pena disuada a potenciales mangantes. De acuerdo.

Pero creo que estamos aquí ante un caso singular. No hablo de Manuel Chaves, de Magdalena Álvarez, o de Gaspar Zarrías, por ejemplo, también condenados. Me refiero únicamente a José Antonio Griñán. Este confidencial lleva varios años contando, con prudencia por tratarse de asuntos médicos pero con claridad por la relevancia que tiene al tratarse de un personaje público, el estado en el que se encuentra el ex líder socialista.

Personas del entorno de Griñán hablan abiertamente de una persona que lleva al menos seis años con serios problemas de salud: “Pepe está hecho polvo, totalmente hundido, y con claros síntomas de depresión”. Con el pasar del tiempo, no ha mejorado su estado. No se ha recuperado de esa situación. Está frágil y gravemente afectado por todo lo sucedido.

¿Es posible no tener esto en cuenta a la hora de valorar este caso? Yo no lo tengo claro. Por un lado, pienso en tantas personas que habrán sido condenadas por un tribunal a penas de prisión y hayan sufrido dolencias de este tipo sin que nadie tuviera la más mínima conmiseración. Sería un agravio a todos ellos tratar a Griñán de forma excepcional, cuando por su cargo y responsabilidad (por todo aquello que los andaluces pusieron en sus manos) el andaluz debía ser especialmente ejemplar.

Pero por otro lado se me abren las carnes al pensar en que podamos actuar como máquinas sin sentimientos, ajenas a lo que sucede a nuestro alrededor. La Justicia se representa como una señora que sujeta los platillos de una balanza porque quiere ser ecuánime y aparece con los ojos vendados para no discriminar a nadie, para que sea justa y equitativa con el que tenga delante, al margen de su pedigrí, ascendiente, estatus, nacionalidad, raza o cuenta corriente. Eso está bien.

Hablamos, sin embargo, de ponerle también una venda al corazón. Y eso ya me resulta más complicado de resolver como ciudadano de a pie.

Más en twitter: @javierfumero

 
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